Una extraña llegada.

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El viaje en avión fue tranquilo para todos... Excepto para mí. Le tenía mucho miedo a las alturas y al mar abierto.

Qué suerte ¿No?

En fin ese detalle no pasó desapercibido por mis padres que me dieron una bolsita de caramelos para que me distrajera durante el viaje, lo demás estuvo normal lo único raro fue que un chico —uno apuesto—se me quedó viendo casi durante todo el viaje.

No estoy segura. Los caramelos en serio cumplieron su misión.

En inmigración nos tomaron fotos, huellas y datos personales pero cuando reconocieron a mi padre como uno de los mejores doctores de Estados Unidos nos dejaron ir a la zona de espera.

Mientras esperábamos las maletas me topé con la intensa mirada del mismo chico del vuelo, seguía mirándome raro. Hasta pensé que tenía algo en la cara.

— Josephine ¿Se te descubrió algo? Porque ese chico no deja de verte desde que nos montamos en el avión —comentó Denise burlándose.

— ¿Verme? La verdad creo que tengo algo pegado a la cara o al cabello, normalmente es por eso que la gente me ve —respondí con mis manos palpando mi cara con desespero, tratando de encontrar el papel o calcomanía pegada.

— No tienes nada pegado a la cara, si mal no lo olvidas ayer hubo luna llena y hoy decidiste mandar al infierno tu faceta de pasante de moda. Mírate estás hermosa: Tu trasero resalta, tus botas te hacen ver el triple de alta, esa camisa te marca el busto y tú cabello parece el de Rapunzel... Solo que castaño, en pocas palabras pareces un demonio de Victoria Secret —concluyó.

— ¿No son angelitos?

— ¡Ah! Sí, lo siento. Lucifer hizo que ahora prefiera a los demonios —argumentó mi hermana con una sonrisa— Hablando de eso tengo un hambre de mil demonios así que compraré papas ¿Quieres algo?

— ¡Si!, galletas con mantequilla de maní sino pues chocolate de leche —le pedí.

— Okey vuelvo en cinco.

Denisse se levantó y fue en dirección a la cafetería donde se encontraban las máquinas expendedoras mientras yo me quedaba viendo al resto de las personas que estaban en el aeropuerto: hablando, comiendo, descansando.

Una figura irrumpió en mi perímetro y se sentó al lado de la silla continúa a la mía donde anteriormente estaba mi hermana.

— Hola —una ronca voz hizo que girara mi cabeza a la derecha.

Era él, el mismo chico que gracias a su cercanía podía detallarlo mejor.

Sus ojos de un marrón oscuro poseedores de un brillo peculiar me miraron, su cabello de un color rubio algo claro brillaba haciendo conjunto con su blanca piel, su nariz completamente recta y puntiaguda era casi salida de película, simétrica por dónde la observaras; sus labios tenían una forma bastante bonita y por si fuera poco era alto, tal vez rozando el 1.80m

— Hola —saludó con una tímida sonrisa.

— Hola ¿Qué se te ofrece? —interrogué desconfiada alejándome de él.

Eso sonó bastante grosero. Pero mujer precavida vale por dos... razonaba mamá.

— Bueno... —acortó la distancia que coloque entre ambos— Pues quería disculparme por observarte de más durante el vuelo, normalmente se disimularlo mejor.

— Ah. No tranquilo, no te preocupes no fue nada. —le di una sonrisa tranquilizadora.

— Supongo que estás acostumbrada —menciono tranquilo con una sonrisa bellísima la cual hace que su rostro adquiera más belleza a mi parecer.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora