San Valentín de espinas.

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Maratón 2/3

Narra Sebastián.

Había jurado y perjurado ser el mejor desinteresado, sin moverse ni dudar, pero... Puede que esté enamorado de Josephine.

Había llegado a tal conclusión después de haber reflexionado tanto acerca de su presencia en mi vida. Cuando la conocí, no pude olvidarla (eso sería imposible tomando en cuenta la atípica forma en la que hablamos) pero si logré aislarla en mis pensamientos: ella regresaba cuando la veía de lejos o cuando estaba cerca pero al desaparecer de mi vista, así de rápido; desaparecía de mi mente.

Josephine se hallaba en un asiento principal en cuento a mi cabeza se trataba, quise evitarlo más eso era igual a resfriarse y no querer sentir los síntomas: inevitable.

Aún así, no me dejé llevar por conclusiones apresuradas. Nunca me había gustado nadie antes, lo cual era bastante inusual si tomábamos en cuenta que Shawn amaba la idea del amor e Isaac no solía ser tan reacio a tal sustantivo hasta que ocurrió lo que ocurrió.

Decidí enumerar ciertos cambios en cuanto a mi actitud y si bien para mí no había hecho ninguno, mi cabeza me gritaba: ¡Te mueves, Sebastián! ¡Te estás moviendo!

Como en el momento en que Josephine se atrevió a preguntarme por qué no publicaba  alguna de mis historias siendo bueno y, a su vez, el presidente del periódico escolar. La última era la principal razón, de hecho.

No me importaba lo que el resto pudiera pensar, a menos que tuvieran bases que me afectasen o afectasen a los que me importaban y, en ese grupo; estaban los chicos del periódico. No me perdonaría que se llegase a pensar en un posible caso de influencias dentro del periódico escolar, todos habíamos trabajado tan duro como para permitir que un chisme así sucediera o se esparciera como pólvora en el dichoso blog de la chica Débora. Jamás.

Si eso sucediera, no me lo perdonaría. De esa forma, la idea de publicar una historia mía en el instituto había quedado prohibida y olvidada. Igual no creía que a alguien le interesase lo que quería decir, los premios que había ganado fueron de cuando mi pluma aún no se había desarrollado; cuando escribía sobre el amor verdadero y los finales felices. Ahora, mis ideas podrían descolocar a más de uno y tendrían razón.

Me gustaba escribir aspectos extraños de la vida, imaginar qué sucedería si ciertos parámetros fueran rotos o cómo sería el mundo si existiese un orden mundial inquebrantable, me gustaba escribir historias blancas o negras jugando con la posiblidad de la existencia de un gris.

Era arriesgado por lo que mis historias se habían quedado encerradas entre las páginas de mis diarios, esperando ser leídas y continuadas por mí.

No había pensado en la idea de publicar hasta el día donde Josephine se engrapó la manga de su chaqueta mientras me ayudaba en el periódico. Estaba algo estresado pues en toda esa semana la sección de competencias no tenía muchas buenas noticias que dar: habíamos perdido tanto en natación como básquetbol y, lo más alto que habían llegado los chicos del grupo de cómics fue a un tercer lugar.

No quería dar malas noticias pero era lo que había, así que pensaba y pensaba en una forma de informar tales hechos dando un punto de vista diferente. La cabeza no paraba de maquinar y maquinar hasta que ella inició la conversación.

Lucía bonita mientras luchaba por no decir algo incorrecto, ella era así conmigo aunque no entendía el por qué, podía decirme las cosas sin tantos tapujos y no tendría problema. Así era yo con ella y quería que así fuese conmigo.

Escucharla alabar mi escritura sin haber leído nada de mi, me hizo recordarselo. No esperaba que cambiase la situación a su conveniencia logrando hacerme sentir extraño y colorado. Esperaba no haberme sonrojado, llevaba años sin sufrir de eso.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora