Competencia.

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Desperté sintiéndome pesada, mis músculos estaban entumecidos y por la ventana se asomaban los últimos rayos de sol por ese día. Dormí mucho. Lo necesitaba. Me recompuse buscando la carta de Sebastián.

Allí estaba. Justo a mi lado. La leí dos veces apreciando el arte de la tipografía de Sebastián. Era maravillosa. Mejor que la mía la cual era una combinación entre una letra molde, tirada hacía un lado y la rapidez de un doctor al escribir.

Este detalle logró mejorar mi ánimo, no cambiarlo enteramente. No. Esa era mi tarea, la influencia de Seb si era notable pero no hacía milagros.

Nadie podía hacer milagros en el resto, no sin la ayuda propia. Me ayudaría.

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Hablé con Denisse, tuvimos una nueva reunión de chicas. Una no intrusiva al sueña de la otra. Y sirvió bastante, en mi ignorancia siempre pensé que era la mejor en todo por sobre mis hermanos (genéticamente sí) pero nunca quise admitir que existían cosas en dónde era como una bebé aprendiendo a caminar.

Eso significaría no ser autosuficiente, y eso no me agradaba.

Desde pequeña trabajando para demostrar lo que valgo, y repentinamente, darme cuenta que aún habían detalles que se escapaban de mis manos.

No sabía nada de chicos, no sabía nada de sexo (no los detalles importantes, esos que no salen en los libros de ciencias), no sabía cómo manejar mis emociones y, por lo consiguiente, (considero más importante) no lograba entender cuál era mi punto en el día a día.

Antes era sencillo, las cosas se resumían en estudiar, soportar y disfrutar unos pocos momentos. Mudarme sirvió para ampliar mis horizontes, por desgracia, lo había hecho inicialmente de la forma incorrecta.

Gracias a Denisse, maestra en cometer errores y aprender de ellos, logré entender mis fallos.

Mejoraría.

Al día siguiente, no almorcé con las chicas, me quedé en la biblioteca empezando el trabajo sobre Australia. No estaba al cien pero mis ánimos habían aumentado, y en combinación al primer álbum de estudio de Queen, la mitad del trabajo salió sin tantos inconvenientes.

Antes de que el receso se acabase, fui a la siguiente clase. Matemáticas transcurrió sin muchos peros, me la pasé ayudando a Diana con algunos ejercicios de repaso antes de iniciar con el nuevo contenido.

—Ya casi lo logro, con unos ejercicios más estaré lista—me aseguró.

— Solo debes notar los detalles pequeños, así como lo hace Claudia. Cada vez que ve signos negativos, revisa sus operaciones dos y hasta tres veces.

—Haré eso, es solo que el trabajo de Australia está tomándome tiempo. Quiero que sea mejor que mejor.

—Seguramente lo será.

— Gracias por ayudarme, Jo. Prometo que dentro de poco, podré hacerlo sola.

— No hay de qué, para eso están las amigas.

Me habían dado esa lección, y la entendía. Entendía que actuar bien, me haría sentir bien.

Iba a mejorar.

— Me gustaría contarles algo... Después. A ustedes.

Diana me sonrió— Seguro, para eso están las amigas.

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— ¡Josephine!—antes de entrar a mi casa, Shawn me llamó desde la suya.

Ay no. Ay no. Los recuerdos aparecieron unos a otros, esa Josephine. No pienses en eso, ya sucedió. Ya sucedió.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora