Me levanté temprano, a la misma hora de siempre, sin querer, di un vistazo a la ventana en frente la mía: luz apagada.
Sebastián sigue durmiendo, Jo.
Sonreí sin poder evitarlo y toqué mi cabello, con la misma actitud me preparé. En mi computadora usé el navegador para buscar lo más extraño desde que me la regalaron: peinados para cabellos rizados.
Entre tantos errores y jalones de cabello, logré hacerme dos trenzas que se unían en la parte de atrás. No era como el mejor peinado del mundo pero si diferente a la costumbre de mi cabello suelto. Me observé haciendo diferentes poses, enfocándome en los ángulos de mi rostro...
Eres bonita, Jo.
Soy bonita.
Ese viernes mi alrededor se volvió rápido y disperso. Presencié exposiciones, realicé dos test rápidos, hice un ensayo sobre la Inquisición y expuse acerca de Edgar Allan Poe. Mostré algunos libros de su autoría que había conseguido hacía tiempo atrás, y que no había vuelto a utilizar pero que seguía conservando.
— ¿Podrías decirnos algunas frases propias de él y darles un significado express, Josephine?—me preguntó la profesora, en su escritorio con un tono amable— Puedes responder con una frase rápida, lo que se te venga a la mente.
Busque en mi cerebro lo que había leído, algo llamativo, con un mensaje fácil.
Basta de querer ser profunda, lo directo también servía como Sebastián me aconsejó.
— Nunca estuve realmente loco excepto en ocasiones cuando mi corazón se conmovió—recité tocando mi pulsera de Fancy— El corazón y el amor puede hacer que las personas comentan locuras. Acciones que no llevarían a cabo sin tal influencia.
— Bastante bien, ¿Alguna otra?
Busca. Busca. Pero lo único que encontraba en mi mente era a Sebastián. Sus ojos, su tez, su cabello rubio, su carácter, cómo no tenía reparos en decirme las cosas ...
Lo tengo.
—En la crítica seré valiente, severo y absolutamente justo con amigos y enemigos. Nada cambiará este propósito—así como él— Las ideas y opiniones propias son como un tesoro que cada quien debe proteger, sin ellas una persona no es una persona sino un cuerpo automático.
— Me gusta tu forma de ver las cosas, Josephine. Solo una más y disculpa la presión—su timbre de voz era tan agradable que ni por mi mente pasó la idea de negarme.
Lo estaba haciendo excelente sin matarme la cabeza.
No quieras dartelas de sabionda. Se directa y simple. Como Sebastián, la fuerza y la lógica de él.
No teme expresar sus emociones, sus frustraciones, es como un cristal que nadie ha podido podido aún mostrándose cuál es.
—Puede decirse que es un defecto ser demasiado profundo. La verdad no siempre está dentro de un pozo—recité analizando una idea loca en mi subconsciente—No seamos pesados con nuestro alrededor. Hay cosas que costarán ser descubiertas pero no significa que todo será difícil. Relajense.
Me sentí orgullosa al atrapar a varios de mis compañeros sonriendo o levantando la vista de los garabatos en sus cuadernos al haber escuchado mi consejo.
—Buen trabajo, Josephine. Disfruta tu viaje—despegue mi lámina de los imanes que había en el pizarrón— Pase ahora la exposición de Gabriel García Márquez.
Lourdes, que estaba cerca de mí me dió una nota: ¡Tu cabello luce increíble hoy, chica!
Le respondí un gracias a lo que acepté como me guiñó un ojo.
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Queremos que nos quieras, Jo.
Teen FictionJosephine Livingston (llamada Jo para los cercanos) tiene una misión muy importante en sus manos: Graduarse del Instituto Roosevelt y no morir en el intento por una crisis nerviosa. Para eso debe seguir estos sencillos pasos: • No llamar la atención...