Capítulo 20

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POV Bárbara

Abrí los ojos confundida, y algo mareada, no sabía en donde me encontraba, si de nuevo me habían llevado al hospital, o estaba en la hacienda de Los Elizalde. Mi vista se fue aclarando poco a poco, vi a un hombre frente a mí, usaba traje, y tenía lo que parecía ser un botiquín de primeros auxilios a su lado... Era Franco Santoro y yo estaba en su casa.

- ¿Qué pasó? - Pregunté mirando alrededor, para luego posar mi vista sobre él. - ¿Qué hago aquí?

- ¿No te acuerdas? Hace un rato te desmayaste afuera. - Respondió con seriedad.

Ya me tenía harta con su tuteo, era molesto. Pero lo aceptaría.

- Sí... si.. Ya recordé. - Hice memoria de lo que había pasado un rato, recordando que Artemio me había lastimado. Maldito viejo. - Supongo que me trajo hasta aquí.

- Supone bien.

- Bueno... Gracias, o lo que sea. - Dije, no quería estar más ahí, sólo deseaba dormir un rato y olvidarme del mundo. - Hasta mañana Franco.

Me levanté algo desorientada y salí de la sala, me dolían los brazos, y sentía la tensión un poco baja. ¡Era una estúpida! Por poco y me mato aquel día.

Todo por culpa del imbécil de Gonzalo y el maldito de su hermano.

Como deseaba matarlos a los dos y ponerlos uno al lado del otro.

- Espera. - Lo que faltaba.

- ¿Qué quiere?

Me giré para verlo.

- Quiero saberlo todo... - Bueno, creo que ha perdido la razón. - ¿Quién eres? ¿Y quien es ese hombre?

- ¿Qué le hace pensar a usted que voy a contarle esas cosas? - Lo encaré y me acerqué a él, aún me miraba con algo de ilusión. - No sea iluso Franco.

- Que somos aliados, y creo que has olvidado eso.

- Usted ha olvidado que yo ya no quiero ninguna alianza.

- Es muy tarde para determinar eso Bárbara... - Sonrió, mirándome pensativo. - Me gusta más Bárbara ¿Sabes?

Bueno, a mi también me gusta.

- Creo que coincidimos en algo. - Sonreí finalmente.

- ¿Por qué usas otra identidad?

Que preguntón andaba este.

- Creo que son muchas preguntas Santoro.

- Y yo estoy dispuesto a escuchar todas las respuestas.

Sonrió nuevamente, creo que ya me estaba convenciendo.

Caminé hasta el sofá y él me siguió, de nuevo me sentía como aquella noche en la que nos habíamos besado sin ninguna limitación, otra vez sentía su mirada anhelante sobre mí, y yo realmente también deseaba estar de nuevo sobre sus estrechas caderas. Sabía que era un complejo error, que no era momento de estrenar nuevo amante, que probablemente esté arriesgando mis planes al involucrarme con él, y que si Artemio se entera me podría ir muy mal.

Pero nada de eso me importaba ahora, nunca me había dejado llevar por mis impulsos y creo que ahora era momento de hacerlo.

- Detesto las traiciones, Franco... - Le miré directamente a los ojos, se que lo estoy intimidando. - Sólo le advierto.

Me di cuenta de que permaneció muy serio.

- No creo que debas preocuparte por eso. - Me dijo intentando sonar tranquilo, pero sabía que dentro de su cabeza había toda una guerra de emociones. - Yo no traiciono a mis aliados.

- Aún así no confío del todo en usted, Franco.

- Me gustaría saberlo todo.

-  Y lo harás. - Me acomodé en el sofá, pero antes, me paré con toda confianza y tomé una botella de vino de reserva, con un par de copas. - Pero bajo tu responsabilidad..

Si por su ilusa cabecita, se le pasaba traicionarme y delatarme con los Elizalde, o la policia... le volaría los sesos sin pensarlo dos veces.

- Sólo recuerda que yo siempre voy un paso adelante....

*

POV Valentina

- Hija... ¿Cómo estás?

Realmente era muy poco sutil su pregunta, ¿Cómo podría sentirse una mujer que había pasado lo que yo? Suspiré derrotada y con algo de rabia, se que ella se dio cuenta pero no me importó. En estos momentos me importaba un comino si mi remedo de familia se sentía mal por mi.

Traté de no ser grosera. Pero me estaba costando.

- Bien... Tía, creo. - Respondí sin mirarla.

Sólo quería ver a una persona en la vida, y esa se había ido. O por lo menos no estaba aquí.

- Debes ser fuerte Valentina, tu podrás superar esto.

Se que ella no es culpable de nada  pero estaba odiando cada palabra que decía, cada expresión hipócrita de apoyo, cada mirada llena de lástima. Estaba odiando mi existencia y la de los demás.

Reí con ironía y creo que se asustó un poco.

- Claro que podré superar el hecho de estar lisiada por más de un mes, y de tener la lástima de todo el mundo por haber sido violada por un tipo no se cuantas veces. - Sonreí con cinismo y miré a mi tía llorosa, sabía que ella estaba triste, al igual que muchos en la hacienda, que Gaby, Don Ernesto.... José Miguel.

Pero simplemente no quería la lástima de nadie, no quería escuchar frases ridículas de superación, cuando tenía muy claro que aquello me marcaría para siempre.

- No... no se que decir.

- No digas nada y déjame sola.

Mi tía salió cavizbaja de la habitación, no me causaba ningún sentimiento el verla así, tampoco remordimientos por ser tan dura con ella. Me estaba costando sentir y eso me preocupaba, pero tal vez era la mejor manera de no dejar que lo que se diría a mis alrededores cuando llegase al pueblo, me afectara.

Me esperaba un camino muy largo al haber tomado la decisión de vivir; lleno de tropiezos, recuerdos, y traumas, lleno de dolor y muchas ganas de renunciar a todo, pero también con la esperanza de poder sanar mis heridas, de volver a amar, y dejar que ese amor las cure. Aunque estaba segura de que podía seguir sola si así el destino lo decidía, y consolarme con gratos recuerdos, recuerdos de mí cielo.

Estaba segura de que podía sobrevivir, con él o sin él.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora