Capítulo 30: Parte II

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Eran casi las 8:00 de la mañana, la familia Elizalde desayunaba en silencio en el comedor, algunos estaban metidos en sus pensamientos y otros tenían asuntos más importantes que una pelea marital. El ambiente era tenso e incómodo, nadie quería decir nada, y Gonzalo parecía ignorar el hecho de que su esposa aún no bajaba a comer.

Pero nadie quería decirle nada, de algún modo estaban algo "Asustados" por todo lo que habían presenciado la noche anterior.

A excepción de Camilo, el seguía teniendo la misma actitud de siempre, y de vez en cuando decía uno que otro "Chiste", a pesar de que todos lo ignoraban.

El desayuno acabó y Gonzalo se fue a Lactos, ignorando nuevamente a Bárbara, quien desde la madrugada había estado durmiendo y apenas se arreglaba para ir a la empresa. Detrás de él se fueron sus hijos Camilo y Aníbal, Fernanda se quedó.

- ¿Y tu qué? ¿No vienes? - Preguntó Camilo mirándola con curiosidad. - Te recuerdo que en la tarde vienen los de la hacienda esa.. Los Cascabeles.

Fernanda encogió sus hombros restándole importancia.

- Iré más luego, tengo que hacer cosas aquí. - Respondió la joven con seriedad.

- Como por ejemplo servirle de enfermera a esa mujer.. - Le reprochó su hermano refiriéndose a Bárbara, mientras que su padre y Aníbal ya se habían ido.

- Sí, tal vez... Ahora vete.. - Ella lo dejó ahí y se metió a la cocina.

La joven ojiverde le habló amablemente a la empleada de servicio, y le pidió que subiera el desyuno a su madrastra, junto con unos analgésicos.

Luego se metió al despacho de su padre.

*

Habían pasado unas horas luego de que Bárbara recibió el desayuno y las medicinas que la empleada subió a su cuarto. Luego de eso trató de vestirse y arreglarse lo más rápido posible, algo había oído acerca del negocio que su marido pensaba hacer, y que ni siquiera le había comentado. Tenía que impedir que aquello se diera.

Eso sólo lograría salvar la situación de Lactos y a ella no le convenía eso.

Se puso un pantalón a cuadros de color negro y gris, y una chaquetilla blanca de lino con botones por delante, en los pies optó por usar unas botas negras de cuero. Se maquilló como siempre, mucha sombra negra, ligero rubor, y gloss casi transparente. No iba a taparse ni mucho menos, aunque pensó que tal vez debía hacerlo para no dar una mala impresión a las personas que llegaban.

- No, no lo haré... - Dijo mirándose al espejo ya lista. Luego se burló con ironía y sonriendo de lado. - Que oso parecer una de esas mujeres que viven escondiéndose tras unos lentes de sol.

Ahora, Bárbara llegaba a la empresa con la misma soberbia y autoridad de siempre, sólo con el pequeño detalle de tener encima las miradas de algunos empleados. Les miró con furia.

- ¿Qué me ven? - Preguntó con rabia. - Váyanse a trabajar!

Las pocas personas que la miraban se voltearon asustadas y se alejaron de ahí, pero aún quedaba Flor, quien veía a su jefa con la misma mirada temerosa de siempre. La recepcionista vio como la altiva mujer se acercaba con mirada asesina, su cara era una oda al enojo, y seguramente le iba a dar un regaño como sólo ella podía.

- Buenos días señora. - Dijo Flor con la voz temblorosa, pero muriéndose de la curiosidad al ver el moratón que tenía la pelinegra en la boca. Muchas cosas pasaban por su cabeza, menos que su ilustre jefe había golpeado a su esposa.

- No se que tienen de buenos si tengo que verte la cara todos los días. - Respondió Bárbara mirándole seria. - ¿Ya llegó Gonzalo?

- Si... - La mujer respondió sin siquiera mirarle la cara, su voz flaqueaba al sentir sobre ella la mirada frívola de "La hiena".

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora