Capítulo 55

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- Dios mío... - Susurró el hombre observando atónito la escena.

A pesar de que estaba totalmente impactado, corrió rápidamente hasta donde estaba ella y Artemio. Bárbara amenazaba con punzarle el otro ojo, su mirada cargada de rabia y sed de venganza parecía fundir al hombre que debatido estaba entre sus manos, y que lloraba amargamente por el dolor y la conmoción. La sangre salía a borbotones por la cuenca de su ya inexistente ojo derecho, y se derramaba por su rostro cayendo hasta sus ropas, la cabeza le iba a estallar por el dolor.

- ¡REBECA! - Gritó enfurecido y haciendo notorio el dolor que lo invadía. No le importó que Franco estuviese ahí, y la verdad tampoco se dio cuenta. - Maldita...

Quiso tomar el cuello de la mujer entre sus manos, pero el dolor lo mantenía inmóvil. Ella lo aprovechó, y le soltó un golpe en el rostro con el codo, el hombre emitió un gemido leve conteniendo un grito desgarrador. Franco intervino, o al contrario ella seguiría atacándolo hasta tenerlo totalmente vencido a sus pies. Se acercó tomándola por detrás y alejándola de Artemio, Bárbara se debatía entre sus brazos, pataleaba aún con aquel artefacto en la mano, seguía gritando maldiciones hacia el viejo.

- Esto te va a costar muy caro... Te lo juro. - Amenazó el tipo a la pelinegra. Franco seguía sujetándola.

- ¿Cree que me importa? ¡Después de todo lo que me ha hecho ya no hay nada que pueda lastimarme más! - Exclamó logrando soltarse del moreno, iba de nuevo hacia aquel hombre; Su verdugo. - Voy a hacerle probar de su misma maldad, me voy a cobrar todo, ¡Todo!

Franco volvió a agarrala.

Artemio se tapaba la herida con la mano, evitando que se derramara más sangre. Tomó un pañuelo y se lo pasó por donde estaba sucio, limpiándose el rostro. En medio del dolor y las lágrimas que salían por su ojo izquierdo, estaba tratando de asimilar su nueva realidad.

- Vete de aquí, vete y atente a las consecuencias Bárbara.

Franco no dejaba de ver impresionado todo lo que pasaba, la tensión se acumulaba en el ambiente, y cada respiración lo ponía aún más nervioso.

- Desde hoy las cosas cambiaron, Artemio. - Dijo la pelinegra con seriedad y sin una sola pizca de miedo, ese parecía haberlo perdido todo.

La mujer se soltó del agarre de Franco y se fue casi corriendo. Este salió más atrás de ella.

*

Hacienda  Los Cascabeles.

- ¿Cómo así que aparecieron cuatro tipos muertos? - Preguntó Valentina fingiendo demencia. - No puede ser...

- ¿Qué pasó bonita?

- Pues ayer en la noche habían unos delincuentes sueltos, los que me estaban molestando..  - Dijo logrando convencer a todo el mundo.

- ¿Y si eran ellos? - Preguntó doña Isabel con curiosidad y temor.

- Me alegra mucho entonces. - Soltó tranquila. Isabel y Don Ernesto la miraron como si hubiese dicho una barbaridad. - ¿Qué? Menos maleantes...

- Si no habrás sido tú. - Añadió Ivana mirando a su prima sonriendo.

- ¡Ivana, por Dios! ¿Cómo se te ocurre? -  La regañó su mamá. - Valentina no es capaz de una atrocidad de esas.

- Claro que no. - Afirmó la susodicha.

- Me lo creería más de ti Ivanita. - Le dijo Gabriela.

- En eso estoy de acuerdo con Gaby. - Agregó Alonso.

- ¡Ahora resulta! - Indignada Ivana se levantó de su lugar y se fue rabiando y diciendo cosas.

Jose Miguel estaba ahora un poco más callado, aquello lo había dejado muy pensativo, e Ivana le había logrado sembrar la duda. El hombre empezaba a atar cabos, recordó suceso por suceso la noche anterior, los disparos, Valentina en la cabaña, el pozo, los delincuentes muertos, ella y su pistola. Sacudió su cabeza y desechó lo que su mente estaba hilvanando, negó con la cabeza disimuladamente, pero la castaña lo alcanzó a ver.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora