Tercera etapa ; Negociación
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"Quería ser una mujer buena, pero ya estaba muy dañada"
- No se de quién habla Franco. - Respondió Bárbara, haciéndose la desentendida.
Estaba nerviosa.
- Claro que sí sabe, lo mencionó estando dormida. - Franco se acercó más. - ... Y estaba llorando, ¿Qué pasó con él? ¿Es el hombre que tiene a Liliana?
El corazón de Bárbara se aceleró.
- ¡NO! No se quien es, déjeme en paz.
- Recuerde que usted y yo tenemos un trato. Bárbara, si ese hombre tiene a Liliana usted debe ayudarme... ¿No siente aunque sea un poco de lástima por esa chica?
Bárbara suspiró, muy en el fondo si sentía algo de remordimiento por Liliana, por Fernanda, y hasta por el niño que alejó de su madre hace tantos años; Eduardo. Pero cada vez que se daba la oportunidad de sentir, Artemio se lo hacía pagar muy caro.
- Yo ya no siento nada Franco, le tengo pavor a los sentimientos, a la debilidad. Una mujer como yo no debe doblegarse nunca.
- Y todo eso tiene que ver con Artemio.. - Sugirió Franco.
- Ya le dije que no se de quien me habla.
- Del hombre que hace unos minutos estaba nombrando, mientras lloraba. Yo se que es él a quien tanto esconde. - El hombre moreno tomó nuevamente sus manos, sólo se dejó llevar. - Por favor Bárbara, quiero ayudarla... Sólo dígame.
Bárbara se soltó de su agarre.
- Está bien Franco, usted y yo tenemos un trato, lo llevaré con Liliana, y... Con Artemio. Pero quiero saber en donde está Aurora. - Aceptó finalmente la pelinegra ojimiel.
- Así será. - Franco le ofreció su mano, invitándola a estrecharla para cerrar su negociación. Sonrió con sinceridad.
Ella la apretó, sonriendo de igual forma. Como hace mucho no lo hacía, con sinceridad y un poco de tranquilidad.
- Solamente no vaya a ser imprudente, diga sólo lo necesario, no pregunte cosas, diga lo que me ha dicho a mi todo este tiempo. A Artemio le agradará saber que Los Elizalde tienen más enemigos, quiero confiar en usted. - Bárbara suspiró cansada y siguió.
- ... Y si ve algo que no debe, no intervenga.
*
Valentina se había quedado dormida en aquella cabaña, hacía bastante frío pero aquello no había sido impedimento para caer en un reconfortante sueño, uno donde era felíz con él, su amor. Ignoraba las ventanas abiertas, la brisa helada que entraba, ignoraba que alguien la estaba observando mientras dormía semidesnuda sobre el heno y la paja seca.
Con una pequeña sonrisa dibujada en su angelical rostro.
Una sonrisa que a la vista de aquel hombre, denotaba puro y llano placer.
Enojado se retiró del lugar, haciéndose notar al tirar una de las ventanas, cerrándola con fuerza.
Valentina despertó.
Abrió los ojos cuidadosamente mientras dejaba escapar un pequeño bostezo, estaba asimilando todo lo que había pasado. Se sentía bien, muy bien. Aún estaba triste, decepcionada, pero había logrado desestresarse un poco, logró sentir cosas que sólo hace unos días había dejado de sentir, cuando él se fue.
Y todo lo había hecho ella sola.
Se puso de pie, observó su cuerpo nuevamente, observó su silueta desnuda reflejada sobre la ventana, y entonces todo volvió a empezar, pero con mucha más confianza que antes.
Pasado un rato, la dueña ya vestida y más tranquila, salió de la cabaña, su cabaña. El tiempo se le había ido volando y no se dio cuenta, sólo sabía que lo había aprovechado muy bien.
Mordió su labio inferior.
Se sentía segura, se sentía bella, se sentía amada. Por ella misma.
Aunque su corazón estuviese destrozado aún.
- Vendré otra vez aquí muy pronto, a recordarte, mi cielo... - Dijo mientras miraba la estructura de madera frente a ella. Y suspiraba profundamente.
Eran aproximadamente las 10:30 de la noche, para algunos tarde, para otros temprano. Para Valentina era algo sin importancia. Miró a su caballo que la esperaba paciente, decidió no montarlo, no sabía porqué, pero de alguna extraña razón se le antojaba llegar hasta su casa caminando, tranquilamente.
Seguro al día siguiente amanecería resfriada, pero habría valido la pena. Ahora se daba cuenta que ella por sí sola valía muchísimo, y aunque extrañara con el alma a José Miguel, debía reponerse de su partida, quería aprender a amarse, a quererse, a estar segura de si misma.
A consentirse.
Caminaba al lado de Altanero, mientras pensaba en lo que haría mañana, haberse tocado, explorado, conocido, le había dado un nuevo brillo a sus ojos, le quitaba un poco del peso de la dependencia emocional que tenía encima. Siempre había sido una mujer muy convencional, insegura, manejable, más luego, trató de demostrar todo lo contrario, y fue mucho peor. Convirtiéndose en una mujer altanera, soberbia, y llena de toxicidad.
Para colmo, la llegada de José Miguel a su vida hizo que cambiase, sintiendo que sólo era una buena y tranquila mujer si estaba con él. Y eso no estaba bien.
- Altanero, creo que quiero empezar a ser una mujer diferente. - Dijo acariciando el pelaje azabache de su caballo. - Quiero sentirme orgullosa de mí.
Por primera vez en días, sonrió sinceramente. Y su corazón se emocionó con ella.
Pero el semblante le cambió de manera drástica cuando este mismo le dio una punzada en el pecho. Valentina se llevó la mano rápidamente tratando de apaciguar el dolor, pero era imposible, tenía un mal presentimiento, sentía como si su corazón se hiciese más grande y quisiera explotar dentro de ella.
Le estaba doliendo con el alma.
Tal vez su deseo de hace días se estaba haciendo realidad, después de haberlo pedido con tanto fervor.
Moriría.
Sólo que ya no quería hacerlo.
El insoportable dolor fue cesando, dejándola casi sin aliento. Pero lo peor apenas había empezado.
- Dios... Casi me infarto Altanero. - Bromeó tratando de reír y recuperarse del momento.
- Me agrada la idea de que no lo haya hecho, señorita...
La mujer reconoció la voz de inmediato y sintió como la sangre se le iba del cuerpo. Trató de irse rápidamente, pero aquel hombre la tomó del brazo.
- ¿Qué quiere Rosendo?
- Pensé que eso ya lo sabía desde hace mucho tiempo. - El hombre la miró lujuriosamente.
- No sea imbécil y suelteme, no quiero nada con usted, ¡Entienda! - Valentina empezó a subir el tono de su voz, cansada por la insistencia de aquel hombre. - No soporto que se me acerque, va......
El aliento de Valentina fue apagado por aquel paño húmedo, y tratando de liberarse perdió las fuerzas que le quedaban, desvaneciéndose al instante.
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Veneno en la sangre
FanficUna víbora y una hiena juntas. ¿Qué podría salir mal?... Valentina y Bárbara han sido dos mujeres víctimas de las crueldades del destino y las maldades de la humanidad. Juzgadas de manera errada. Pero de alguna forma ambas se encontrarán en el camin...