Capítulo 30

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De una camioneta imponente se bajaba una mareada mujer con pasos algo tambaleantes, sus tacones altos y elegantes parecían ser de gelatina escurridiza, al igual que ella. Las piernas torneadas y bellas que poseía andaban con algo de dificultad, no tenían firmeza y mucho menos fuerza, pero aún así se esforzaban por llegar hasta su destino.

El perfume caro y exquisito que ella solía usar se había perdido entre el olor a alcohol que provenía de sí.

Bárbara caminó por el pasto con paciencia, algo confundida y con la cabeza revuelta, recordaba poco lo que había sucedido, y desconocía la hora que era, aunque seguro debía ser bastante tarde. Lo único que añoraba era darse un baño y echarse a dormir. Se había olvidado de su esposo, y de los problemas que seguro le esperaban.

Tocó la puerta y esperó recostada en el marco de la misma.

POV Bárbara

Entré a la hacienda, me sentía fatal, y la cabeza me iba a estallar, pero a la vez me sentía extasiada y eufórica, no sabía que era lo que realmente sucedía. No recordaba nada después de que Franco Santoro y yo habíamos estado juntos.

Miré con la vista desenfocada a varias personas frente a mí, parecían ser los Elizalde... Maldita gente.  Me miraban confundidos, extrañados, y decepcionados, pero eso me daba igual. Miré hacia aquel viejo; Gonzalo, su expresión no era muy amable, se veía enojado y molesto, pero eso tampoco me importaba.

- Buenas noches. - Dije y me abrí paso entre ellos, quería ir a mi habitación.

De pronto sentí la mano de alguien hacerme retroceder, me sujetaba muy fuerte, me dolía, me lastimaba, últimamente me sentía más susceptible a cualquier cosa. Gonzalo me miró fijamente mientras me sostenía, sus hijos lo hacían igual, aunque a decir verdad sus expresiones no podía interpretarlas bien.

Me estaba cayendo de la ebriedad.

- ¿A donde estabas Bárbara? ¿Por qué carajos vienes así? - Me preguntó furioso.

Que estúpido, ¿Pensaba acaso que le dijera en su cara que había estado con otro hombre? Iluso.

- Vida... - Fue lo único que se me ocurrió decir, aunque en mí mente se estaba cociendo una buena excusa.

- ¡Vida nada! ¡Esta vez no Bárbara! Dime donde demonios estabas...

- Pues pasandola muy bien al parecer. - Dijo una voz que me resultó conocida, y fastidiosa. Era él, el malnacido de Camilo.

¿Qué hacía ese aquí?

- ¡Tu cállate! ¿Qué hace este tipo aquí Gonzalo? - Pregunté indignada y empezando a llorar, de alguna forma tenía que mediar la situación.

- ¡El que hace las preguntas aquí soy yo! ¿Dónde estabas? - Me gritó el muy desgraciado. Lo odiaba tanto.

- Me asaltaron... - Susurré, pero parece que todos me escucharon. Era el momento de contarlo todo. - Estaba con unas amigas que vinieron de lejos... Nos fuimos a pasar un rato divertido, bebimos... Ya yo venía para la casa vida, pero... Me asaltaron.

- ¡Maldita embustera, tienes todas tus cosas! Tus joyas, tu cartera... - Camilo volvió a intervenir, definitivamente quería hacerme quedar mal. - Seguro estuviste revolcándote con uno de tus amantes.

Maldita sea! ¿Quién demonios se creía para hablarme así?

- Y esto... - Añadió Gonzalo tocando mi cuello, seguro vio las marcas que me dejó el bastardo de Franco. A ese también tenía que darle una buena lección. - Me tienes decepcionado Bárbara..

- Consecuencias de haberte metido con una mujer joven papá.. - Agregó Aníbal cruzado de brazos.

- Que maldita eres Bárbara, de veras, ¿No te da vergüenza? - Camilo le echó más leña al fuego. Lo miré con desprecio.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora