Capítulo 16

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Él se acercaba rápidamente a la recepción del hospital, había tomado el primer vuelo para ir a verla. Por fin, y después de dos semanas, miraría a sus ojos de nuevo.

Lo que él no se imaginaba, era con la nueva mujer que hoy se encontraría.

Horacio no le había dado muchos detalles, sólo le mencionó que ella, su bonita, estaba muy enferma, y había sido trasladada a un hospital de mayor nivel que el que tenían en San Pedro. Estaba preocupado, ¿Que tan grave podía ser para que la enviaran a UCI? Tenía un presentimiento amargo, pero prefería ser positivo.

- Buenos días, ¿Está internada aquí Valentina Villalba? - Preguntó, sabiendo la respuesta. Sólo fue algo para tratar de canalizar sus nervios, y cerciorarse de que su bonita estuviese bien.

- Buenos días, creo que si... Pero déjeme revisar. - La amable muchacha empezó a leer con paciencia en su computadora, e inmediatamente miró al hombre con una cara poco tranquilizadora. - Ufff sí, entró ayer por urgencias, fue todo un caos anoche....

El corazón de José Miguel dio un tirón, estaba asustado.

- ... Estaba bastante grave, no sé si ya habrá mejorado.. - Continuó la joven. - Con decirle que aquí se desmayó una familiar suya como tres veces, llegó echa un mar de llanto...

El hombre se llevó la mano a la cabeza, se sentía terriblemente mal, se sentía culpable y con una pesadez que no lo dejaba respirar tranquilo. Los ojos se le empezaban a mojar. No debió de haberse ido, nunca.

- ¿Sabe por qué está aquí? ¿Qué le pasó? - José Miguel sabía que estaba preguntando demasiado, pero debía saber, tenía que informarse de lo que había pasado. La angustia no lo dejaba en paz.

Horacio sólo había mencionado un golpe en la cabeza o algo así, él también habló muy nervioso. Sentía que todos le ocultaban cosas.

- Es una información confidencial, pero como veo su sincera preocupación le diré... - La recepcionista volvió sus ojos al computador y con algo de tristeza en la mirada, miró nuevamente a aquel hombre desesperado. - Sufrió de varias contuciones en el cuerpo, parece que tiene heridas con objeto cortopunzante...

José Miguel escuchaba totalmente desubicado, anonadado, y horrorizado. Sus manos temblaban.

- Y también tiene una hemorragia severa producto de agresión sexual.

Su corazón pareció detenerse durante un pequeño lapso de tiempo, o tal vez uno muy largo. No podía creerlo, pero era cierto, lo acababa de oir. Quiso llorar como un niño, estaba realmente devastado, el sólo pensar todo lo que ella había sufrido y agonizado lo llenaba de impotencia, de ganas de descuartizar a quien le había hecho tanto daño, de regresar el tiempo y protegerla con su vida.

Imaginó a la Valentina que reía con él; La dulce, enamorada, y risueña. Lloró con desespero al sentir como si la hubiese perdido, porque sabía que ella no volvería a ser igual.

- Señor... - La joven, que lo miraba algo asombrada, pero comprendiendo la situación, llamó a un enfermero que caminaba cerca. Pero antes le preguntó. - ¿Es usted algo de ella? Su.... pareja?

José Miguel subió la mirada empapada de lágrimas, sentía como si le hubiesen arrancado el alma.

Pero el ni quiera podía imaginar como se sentía ella.

- Soy.. soy su prometido.. - Dijo convincente. Se limpió las lágrimas, y carraspeó aclarando su voz. - Quiero verla.

La recepcionista sintió pena por él, pero muchísimo más, por aquella mujer, la cual había despertado hace poco, ocasionando todo un caos en la unidad de cuidados intensivos.

Sólo que ella no había querido decírselo.

- Mi compañero lo llevará...

El devastado hombre caminó poco detrás del enfermero, quien también lamentaba la situación.

*

Grupo Lactos

Bárbara estaba detrás de su escritorio maquinando algún plan b para llevar a grupo Lactos a la quiebra. Franco no le estaba siendo de mucha ayuda, y aunque él decía que también los quería ver hundidos, estaba empezando a pensar que sus intereses estaban más centrados en el rescate de Liliana.

Se preguntaba, ¿Qué tenía que ver aquel hombre con la loca?

No le interesaba, y tampoco es que le causara mucha curiosidad, mientras él le estuviese ayudando, todo marcharía correctamente para ambos..

Aunque no podía negar que él se estaba metiendo cada vez más en su vida, y ni siquiera se había dado cuenta de lo mucho que ahora trataba con él. Ok, eran aliados... Eso estaba bien, pero aún no le terminaba de parecer la idea de que él estuviese tan cerca, no sabía a ciencia cierta que era lo que sentía.

Pero para nada era un presentimiento bueno.

No deseaba enredarse con nadie en estos momentos, y mucho menos empezar a sentir cosas por un individuo que hace muy poco conocía, y que no sabía si la iba a apuñalar por la espalda. Debía actuar con cautela, a pesar de que en el fondo deseara que la volviera a besar como aquella vez.

Y sobretodo, que sus brazos volvieran a rodearla, le transmitía tranquilidad y paz el estar así....

- No. - Inmediatamente censuró cualquier pensamiento que empezara a involucrar sentimentalismos. - Deja de pensar estupideces Rebeca.

... No puedo dejar que alguien vuelva a tener poder sobre mí, no puedo debilitarme ahora. Estoy muy cerca de lograrlo.

Bárbara tomó un papel del escritorio y con furia lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola, quería imaginar que era Artemio, y los malditos Elizalde. Quería acabar con toda esa gente al igual que lo hizo con sus padres.

¿Por qué el recuerdo de ellos últimamente estaba tan presente?

Se preguntó, sin saber la respuesta.

La puerta de su oficina se abrió e inmediatamente miro hacía ella.

Franco estaba ahí.

- ¿No le enseñaron a tocar?

- ¿No te enseñaron a saludar?

Bárbara rodó los ojos.

¿Por qué ahora ese tipo la tuteaba? Que iluso era al pensar que ella le daría más confianza sólo por lo que sucedió.

- Sólo a las personas con las que me place hacerlo. - Respondió secamente.

- ¿Hacer qué? - Franco se sentó en la silla frente a ella, y tomó un bolígrafo mientras jugueteaba con él.

Sonreía.

- ¡Maldita sea Franco! - Bárbara se puso de pie y golpeó el escritorio. - ¿Qué viene a buscar? ¿Qué quiere?

El hombre ignoró sus preguntas y observó detalladamente la silueta de la pelinegra, llevaba una falda lapiz que se acoplaba a sus caderas perfectamente, y aquello le hacía recordar lo que había pasado hace una noche.

Sus manos habían pasado por ahí, y quería volver a hacerlo.

Bárbara le atraía muchísimo, aunque sabía que aquello no estaba bien.

La ojimiel se dio cuenta de la forma en la que él la miraba, y no supo si sentirse apenada, sonrojada, o furiosa. Al parecer la última fue la opción por la que optó, y le dio una fuerte bofetada a Franco.

- ¡Deja de mirarme así! ¿Acaso viniste sólo a eso? - Bárbara volvió a tomar asiento, estaba furiosa.

- También me estás tuteando. - Dijo paciente Franco, sonreía relajado esperando otra bofetada.

- Ay ya, me cansé... - La mujer de nuevo se puso de pie y esta vez amenazó con irse. Tomó unos papeles y caminó hasta la puerta.

Pero la mano de él la alcanzó, y sujetó su brazo.

Ella lo miró para matarlo, entonces él la soltó.

- Está bien... Parece que lo olvidaste. - Dijo, viendo como ella arrugaba el entrecejo. - Hoy tenemos que ir a ver a Artemio.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora