Capítulo 70

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POV Valentina

Aún no terminaba de aclararse el día, así que aproveché la oscuridad que todavía quedaba y bajé a las caballerizas a buscar a Altanero. Claro, no sin antes tomarme mis calmantes para garantizar que estaría tranquila en lo que restara del día.

Algunos trabajadores se me quedaban viendo, ¿Realmente era tan temprano? Igual no me importaba, les di el buenos días para no sonar maleducada ni arrogante, y seguí el paso. Pronto llegué a las caballerizas y busqué a mi caballo.

- Hola precioso.. - Dije al verlo, y acaricié su pelaje color azabache. - Hoy sí nos vamos de paseo.

Le di un beso, y lo saqué de su cubículo.

- Vamos chiquito, ándale..

Cuando ya estuve afuera con él, llamé a uno de los trabajadores para que me ayudara a subirlo. Con el bastón y el ligero dolor que me había quedado en la pierna, no podía hacerlo por mí misma.

El hombre me cargó por la cintura y el solo tacto me provocó un respingo. Voy a acabar loca.

- Gracias.. - Dije seca. Él asintió y me miró, yo me arreglé la falda.

- ¿Algo más señora?

- No, ya puedes seguir con tus labores. - Afirmé. - En un rato vengo a supervisar algunas cosas, así que procura tener todo listo.

Asintió nuevamente.

Y yo partí en el caballo. Felipe me había dicho que para recuperarme bien tendría que dejar de montarlo durante un tiempo prudente, no le hice caso y lo monté antes de lo permitido, ahora de nuevo estaba con aquella incapacidad y además el dolor fastidioso en mi pierna.

- ¿Cuando dejarás de actuar como una estúpida Valentina? - Dije suspirando mientras negaba con la cabeza.

Ah, voy a olvidar por un momento todo. El aire un tanto frío me golpeaba la cara, y aquello era tan placentero, llenaba mis pulmones, mi alma, el viento me envolvía mientras corría a toda velocidad en mi caballo, ¿Hacia dónde? No lo sabía, sólo andaba y andaba, me sentía libre, y en ese momento me cuestioné si realmente todo este tiempo me había perdido del verdadero significado de vivir. Me sentía libre, incluso libre de mí misma, de las ataduras que había puesto, de los miedos que habían nacido en mí, de mis recuerdos, y de todo lo que sentía que me tenía cohibida.

La vida era bella, sólo que no la había estado viviendo todo este tiempo.

Sin saber como, llegamos al ojo de agua, a esa hora del día tenía una magia especial, parecía un espacio puro y místico. La oscuridad del alba aún se cernía sobre el agua, y el sol que apenas empezaba a salir era lo único que no nos dejaba en penumbras.

- Que bello... - Susurré al ver el agua cristalina. Una idea fugaz pasó por mi cabeza. Sonreí.

Al diablo si ya me había dado un baño, el agua de este sitio siempre me llamaba con alevosía. Pero como siempre, no tenía más ropa para ponerme luego, o me iba mojada y me resfriaba con la brisa, o me daba un chapuzón sin nada. Opté por la segunda opción.

- Quédate aquí.. - Dije acariciando a Altanero, y bajé al pozo. Luego me quité la camisa con la cinturilla, la falda y las botas, aún un tanto paranoica miré por todos lados fijándome que no hubiera absolutamente nadie por ahí. Y fue cuando terminé de quitarme el sostén.

No era capaz de quedarme absolutamente desnuda así que me quedé con las bragas. Creo que esto no había sido una buena idea pero ya qué.

Entré al agua, y estaba verdaderamente helada. Pero no me quejé por aquello, aunque al principio si era incómodo y fastidioso.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora