Capítulo 36

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Por fin logré terminar un capi al menos! Disculpen la falta de actualización chicas, es que he estado muy ocupada, y he tenido la mente en cosas del estudio y eso. Por lo que también pues me ha fallado la creatividad, espero poder actualizar seguido como antes.

Las quiero! <3

*

Valentina volvió a caer dormida luego de tomar algunos medicamentos que el doctor le recetó para estar más tranquila. Su sueño parecía ser pesado y denso, haciéndola presa dentro de su propia subcontinente. Estaba sola en su habitación, dormía como si de un bebé se tratase, serena y sin que nada en el exterior pudiera perturbarla.

Sólo su propia cabeza.

La mujer empezó a caminar por un sendero largo y solitario, acompañada solamente por el sonido que hacían sus pisadas sobre el vasto pajar. Se sentía confundida y contrariada, cargando un peso exacerbado sobre sí, algo que le dificultaba avanzar. Miraba hacia todos lados tratando de encontrar compañía en ese lugar tan inhóspito, dándose cuenta que estaba totalmente sola.

Hasta que lo vio a él.

La castaña abrió sus ojos y sus labios dibujaron un gesto de asombro, antes de empezar a correr como si la vida se le fuese en ello.

Nada tenía sentido, y cada vez entendía menos.

Sentía que no estaba avanzando nada y que aquel hombre cada vez estaba más cerca suyo, el peso que cargaba sobre ella le impedía correr normalmente, su espalda estaba cansada y sus piernas mucho más. El sudor y las lágrimas mojaban su rostro.

Y seguía sin comprender la situación, sólo quería huir.

Sus piernas le fallaron haciéndola caer en el suelo, sintiéndose pesada e inmóvil, con un dolor atacándola sin piedad por todos lados, concentrándose en su columna y vientre. Pero simplemente no lograba gritar, ni pedir ayuda. Estaba paralizada.

El miedo la hizo débil y fortaleció su dolor, volviéndola un mar de llanto sin consuelo, y agudizando los latidos de su corazón. No quería perder a su bebé, se negaba a aquello.. Mientras veía por última vez aquel vientre soplado, y la sombra de ese tipo la envolvía en una oscuridad irremediable.

La mujer se revolvía en su cama tratando de despertar de aquel terrible sueño, pero su subconsciente parecía querer atacarla más.

Gritaba llena de desesperación y miedo, pero nadie parecía poder ayudarla. Hasta que una muchacha del servicio logró escuchar sus llamados de auxilio y los gritos incesantes en la planta superior.. La chica buscó al hombre que estaba en el despacho y le comunicó lo que sucedía, ambos corrieron hacia la habitación de donde provenía el ruido, encontrándose con una escena impactante.

- ¡Valentina, hija! - Don Ernesto se quedó inmóvil viendo como ella lloraba desconsolada apretando sus ojos. La pobre mujer estaba presa dentro de su propio sueño.

Le dolía presenciar aquella situación, a pesar de que no era la primera vez que sucedía.

*

Bárbara se había alejado de Franco, había caldeado todas las sensaciones que pasaban por su cuerpo hace un momento. Estaba angustiada, y ni siquiera sabía por qué. De un momento a otro la excitación había abandonado su cuerpo para ser reemplazado por un sentimiento muy poco positivo, hasta el grado de provocarle un leve dolor de cabeza.

Franco la observaba detalladamente, había una evidente expresión de decepción en el rostro de ambos. Sobretodo en el de él, que hace nada le había tocado meterse al baño para intentar calmar sus deseos primitivos.

- ¿Qué miras? - Ella le miró, poniendo en orden hasta el último botón de su chaqueta.

- No se porque siempre tienes que interrumpir...

- Ya te dije que me sentía mal.

- Está bien. - Y la frialdad de Franco volvía a ser la misma de antes, ella realmente no lo entendía.

- Han pasado muchas cosas hoy, siento que en cualquier momento voy a colapsar. - Dijo mirándolo sincera.

Franco hizo caso omiso a aquello, y en cambio le respondió con otra cosa. Una que seguro la haría molestar.

- La señora Villalba es muy guapa, ¿No crees? - El hombre vio como Bárbara lo miraba decepcionada y luego se sentaba en la silla de su escritorio. Ella le respondió desalentada.

- Tiene que serlo, es igual a mí. - Añadió tratando de contrarrestar su ironía. Pero realmente no estaba de ánimo.

- Pero ella parece tener algo muy especial, es diferente.. - Franco sonrió esperando la reacción de ella, pensó que podía enojarse, o burlarse. Pero aquello no sucedió, Bárbara perdió su mirada en el computador.

- Que bueno... - Dijo en voz baja y sin ponerle mucha atención, aunque en realidad si le afectaba todo eso.

- Mañana quiero ir a ver a Liliana. - Agregó él, ya había tomado una postura más seria.

- No lo sé Santoro. - Bárbara quitó su mirada del computador y observó a Franco. - Mañana voy yo y no creo que sea conveniente que estés ahí.

- ¿Por qué? - Preguntó curioso él, y nuevamente irónico. - ¿No quieres que vea como Artemio te estrangula porque no hiciste las cosas bien?

- ¡Ese es mí problema! ¡Y no te permito que te burles! - Gritó la pelinegra levantándose furiosa de la silla.

- No me burlo, te compadezco. - Dijo tranquilamente sonriendo.

- No digas estupideces, tu mismo intentaste matarme una vez.. ¿Ya lo olvidaste?

Franco se removió en su lugar algo incómodo, no se sentía orgulloso de eso mi mucho menos. Al contrario, estaba arrepentido.

- No pienses que me afecta eh! Sólo te lo recordaba. - Bárbara caminó hacia él, y lo miró profundamente. - Ni tu ni Artemio han sido, ni serán los únicos que quieran ver rodar mi cabeza.

Él quiso refutar algo, pero ella inmediatamente volvió a tomar la palabra.

- En fin, mañana no vas a ver a Liliana y punto.  - La ojimiel dejó su bolígrafo en la mesa y amenazó con salir de la oficina. Pero Franco fue más rápido que ella y le tomó por el brazo.

- ¿Para donde vas Bárbara? - Preguntó casi indignado viendo como ella tomaba su bolsa para irse de ahí.

Ella puso los ojos en blanco y se safó de él, no le respondió absolutamente nada. Ya estaba apunto de salir de su oficina cuando la puerta fue cerrada casi en sus narices y de nuevo puesta bajo llave.

- ¿Qué haces idiota? - Preguntó enojada volteándose a ver a Franco, y caminando hacia él para darle un par de cachetadas. Ni siquiera alcanzó a tocarlo cuando inmediatamente él interceptó sus manos. - ¡Eres un estúpido Franco! ¡Suéltame!

El hombre sin escuchar de razones la empujó estrepitosamente contra la pared y luego la cubrió con su cuerpo, aún sin soltar sus manos.

- ¿Qué te pasa imbécil? ¡Déjame! - Bárbara forcejeó con él un buen rato, dándose cuenta de que era inútil. Franco parecía observarla solamente, ni siquiera hacía algo más y aquello realmente estaba poniendo muy nerviosa a Bárbara. - ¡Maldita sea suéltame!

- Sí, soy un imbécil... Un idiota.. Lo que quieras. - Dijo por fin viéndola bastante molesta, ni siquiera él sabía porqué se empeñaba en quererla fastidiar. Era algo que le había nacido de repente. - Pero te quiero.

Dicen que a veces el amor se empieza a manifestar con una especie de odio.

Las palabras que salieron de sus labios ni siquiera las había pensado, pero en el fondo las sentía. Y mucho. Bárbara lo miró extrañada y con una expresión incrédula, no creía absolutamente nada, pero aún así, fue cediendo.

Y como si de un episodio de bipolaridad en ambos se tratase, los ánimos se calmaron, y sus cuerpos continuaron cediendo. Hasta que inesperadamente se vieron fundidos en un abrazo apretado y necesario.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora