Capítulo 13

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POV VALENTINA

Era como un Deja vu, era algo extraño, algo que me daba miedo, y a la vez me fascinaba. Vi como el fuego se apoderaba del pequeño lugar en donde había sido tan lastimada, humillada, y maltratada, uno a uno volvieron a mí los recuerdos de todos los días que había estado ahí, de la forma tan horrible en la que me dio la "Bienvenida" a ese lugar. Era tan doloroso y triste, pero ahora él lo estaba pagando todo.

Sentí el olor a carme quemada, ya no debía estar ahí.

Estaba sintiendo cosas raras, sensaciones pasadas, era como si ya lo hubiese vivido. Definitivamente no podía seguir un minuto más ahí.

Me estaba afectando.

*

POV BÁRBARA

Franco había invadido mi boca de una manera sublime, nunca imaginé que besara tan bien. Al principio me había quedado paralizada, sin saber que hacer, pero al pasar los segundos, le respondí igual o con la misma pasión con la que él había empezado. Ignoré que su paladar sabía a alcohol, lo que importaba ahora era lo que sentía, que por cierto, era muy placentero.

Franco se paró, yo lo seguí.

Caminó hasta más atrás del jardín mientras sonreía de una forma muy seductora, el tipo sabía como prender a una mujer. O solamente estaba ebrio. Pero eso no me importaba.

Volvió a besarme y esta vez sentí que arrasaba con todo mi ser, estaba presa entre sus brazos y dándole la espalda a la pared de concreto, era tan perfecto que podría darme por satisfecha sólo con eso. Pero él quería más, y yo también.

Sus manos bajaron hasta mi cintura y me acercó muchísimo más a él, pasé las mías por detrás de su cuello y profundicé el beso. Lo estaba disfrutando tanto, que no pude evitar suspirar un par de veces.

- Bárbara... Eres tan hermosa. - Me dijo besando mi cuello, acariciando mi espalda.

- Franco.... - Lo miré, estaba respirando aceleradamente. Le saqué la chaqueta de su traje, y abrí desesperadamente su camisa, y sí.... Justo como lo imaginaba, ese hombre tenía un cuerpo de ensueño, podía hacer doblar las rodillas de cualquier mujer. Pero yo no lo haría, eso aumentaría su ego.

- Mmm... Pues no estás tan mal. - Me mordí el labio inferior.

Franco rió disimuladamente, Dios... Esa voz ronca me estaba matando.

- Con que no estoy tan mal, Bárbara. - Confiado metió sus manos por debajo de mi vestido, estaba acariciando mis piernas con mucha delicadeza, parecía todo un maestro de la seducción.

- Tu tampoco estás tan mal, eh. - Dijo sonriendo.

- Sabes que soy perfecta. Aceptalo.

- Lo sé, y lo acepto. - Volvió a mis labios y me besó con vehemencia, con fiereza, y hambre de mí. - Me gustas muchísimo Bárbara.

- No sé si creerte. - Sonreí besando sus pectorales. - Demuestralo...

Franco me cargó sobre su pelvis, y deshizo mi ropa en menos de un segundo, sentí como la parte superior de mí vestido cayó sobre mi cintura, y él se apoderaba con total libertad de mis pechos, los besaba, acariciaba, y jugaba con ellos. Estaba loco, y yo mucho más loca de placer.

- Fran... - Estuve a punto de gemir su nombre, pero de pronto sentí una opresión dentro de mi pecho, y no era él. Me dolió la cabeza y tuve que alejarlo de mí.

No sé que pasó.

- ¿Qué sucede Bárbara? - Preguntó, y yo no sabía que responder. Estaba casi desnuda, tenía un dolor en el pecho, y había un hombre frente a mí con una gran erección.

- Disculpa, no me siento bien.. - Me cubrí el torso y acomodé mi vestido, quería irme de ahí. - No sé que me pasa... Estoy algo mareada.

Él se relajó.

- Tranquila, no vamos a hacer nada que tu no quieras. - Me dijo, y no supe como interpretar eso. Luego tomó mi mano y me guío nuevamente hasta las sillas del jardín, agradecía que Gonzalo estaba entretenido charlando con sus hijos. Franco me sentó. - Estás algo pálida...

Me quedé callada, viendo como en mi mente se reproducían recuerdos que no me gustaban. Me vi nuevamente quemando la casa de mis papás.

Y empecé a llorar, sin importarme que él estaba ahí, sin importar que se corriera otra vez mi maquillaje. Sentía la misma impotencia de hace tantos años, el miedo de ver a mis padres morir bajo mi propia mano, pero la satisfacción de saber que no me harían más daño. Que nunca más mi padre volvería a tocarme.

¿Porqué estaba sintiendo todo eso ahora? Y justo en frente de Franco.

- Pero... ¿Qué pasó, Bárbara? - El aún con sus tragos encima, asimiló la situación y su gestó cambio. Estaba preocupado, o sólo estaba actuando. - ¿Por qué lloras? ¿Qué sucedió?

Ni siquiera me di cuenta en que momento terminó abrazándome, mientras trataba de calmarme acariciando mi cabello. Nunca había sentido algo así, pero no le di importancia.

No estaba para sentimentalismos ahora, pero si necesitaba desahogarme.

- Sólo se que no quiero volver a esa fiesta, me siento muy mal. - Le dije entre sollozos. - Me duele horrible...

Noté como su expresión denotaba preocupación. Y ahora si le creía.

- ¿Qué te duele? Dime. - Secó mis lágrimas con sus pulgares. Lo acepto, se había sentido muy bien. - Dios... Bárbara, me estoy poniendo muy nervioso.

Era como ese dolor de hace unos días, era una sensación fea, era en todo mi cuerpo. La cabeza me quería estallar, y el dolor en el pecho había pasado a segundo plano.

- La cabeza. - Dije, para no provocar más drama.

Pero estaba muriendo por dentro.

*

Una hora más tarde.

- Sabino, ¡Sabino! - Gritó un hombre que portaba un casco amarillo. El mencionado se acercó a él.

- ¿Qué sucede hombre? - Sabino dirigió su mirada hacia a donde el hombre veía con cara de asombro, y tal vez de horror. - Dios mío... Es la señorita Valentina.

- ¿Usted cree?

- ¿Qué otra mujer ha desaparecido en estos días? Y sobretodo, que otra mujer podría tener Rosendo en esa guarida. A excepción de Leonor. - Esto último lo dijo casi para sí mismo.

Sabino corrió hacia la moribunda mujer, alertando a todos los hombres que estaban al rededor. Tras el fueron, Horacio, Alonso, y el comisario. Los demás se quedaron expectantes.

- ¡Valentina! - Gritó Alonso mirando perpelejo a la dueña. El también corrió a ella, pero antes de que pudiera llegar, la mujer se desplomó en el suelo. Aún consciente.

- Llevénme... a casa.

- Dios mío, ¿Qué le pasó? - Preguntó Horacio apenas llegando. Alonso la cargó en sus brazos.

Nunca imaginó ver a su ex prometida en ese estado.

Todos estaban sin palabras.

- Quiero ir a la hacienda. - Dijo con poco aliento Valentina. Suspiró.

Gracias a todas por apoyar este fic, de verdad lo agradezco y es algo que me motiva a hacer más.

Pd: ¿Vieron Alborada hoy? Que intenso...


Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora