Capítulo 12

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POV BÁRBARA

Definitivamente era algo que no podría olvidar.

Y que tampoco podía permitir que sucediera de nuevo.

Se me formó un nudo en la garganta, y sin darme cuenta empecé a llorar, como hace tiempo no lo hacía. Una lágrima caía, y luego otra, y otra... Estaba realmente cansada y agotada de todo esto, quería ser libre, quería no volver más con Artemio, y dejar esa maldita casa.

Pero no podía.

No podía poner en riesgo a Aurora sólo por mi beneficio. Toda la vida llevo soñando con encontrar a mi bebé, y ahora que por fin la tendré conmigo, no puedo arriesgarme a perderla.

-  Bárbara... - Escuché la voz de aquel entrometido, ese hombre me tenía cansada. Pero por Aurora haría hasta lo indecible, si me tocaba enfrentarme a Artemio para llevarme a Liliana, lo haría. Quería a mi hija de vuelta. - ¿Qué le pasa? ¿Está llorando?

No, estaba sudando por los ojos.

- Es por la emoción... - Dije. Esperaba convencerlo y que dejara de molestar.

- No creo que esa cara sea precisamente de emoción. Dígame que le sucede Bárbara, quiero que confíe en mi como yo estoy confiando en usted.

Iluso.

- No Franco, usted y yo tenemos un trato, sólo eso. Liliana por Aurora, eso es todo.

- Yo quiero que confíe en mi.

Bueno, este estaba borracho o qué?

- Yo no quiero confiar en usted.

Franco se sentó a mi lado, ¿Pero que no tiene dignidad ese hombre?

Con cara de pocos amigos lo seguí, y me senté con él, lo estaba entendiendo muy poco. Y sí, parecía borracho, o por lo menos, con unas copitas encima.

- Debería estar con Fernanda y no aquí conmigo Franco. - Lo miré. - Yo quiero estar sola.

- Fernanda tiene su esposo Bárbara, no insinue cosas.

- Esposo que era mi amante, ¿O ya lo olvidó? - Dije descaradamente.

- Y lo dice tan tranquila y cínicamente.  - Rió. - Usted realmente me sorprende.

- Lástima que no puedo decir lo mismo de usted, Franco.

Sonreí.

Miré hacia él y me di cuenta que me estaba observando, deseaba realmente saber que era lo que pensaba, que era lo que estaba sintiendo en estos momentos donde su mirada de ojos marrones no dejaba mi rostro. Bueno, olvidaba que yo no pasaba desapercibida nunca, y que podía tener a cualquier hombre que quisiese.

Ahora lo quería a él.

Era guapo, era mi aliado, y tenía cuerpo de adonis.

Rápidamente descarté el convertirlo en mi amante, no podía desconcentrarme de mis planes, tenía que salir de esto rápido y largarme lejos con Aurora. Además, era evidente que a él le gustaba Fernanda, y yo ya no quería actuar de mala fé con ella.

Ya no.

Justo cuando había decidido no meterme con más tipos, llegaba este, que de alguna u otra forma, me resultaba interesante. Y me gustaba la forma en la que observaba mis labios.

*

POV VALENTINA

Estaba afilando un cuchillo que encontré en la mesa, era grande, amenazante, capaz de cercenar a lo que se le atravesara. Y yo quería la cabeza de Rosendo.

Si fracaso, por lo menos lo habré intentado.

Ese hombre me pagaría hasta el último rasguño, y hasta la última humillación. Me rogaría por su vida, y en ese momento lo volvería comida para los cerdos.

Lloré tan desilusionada, ese tipo había hecho de mí una mujer que no conocía, una que seguro hasta el mismo José Miguel, temería.

Mi cielo...

¿Qué estarás haciendo en este momento? ¿Qué estará pasando por tu mente ahora? Ahora, que yo estoy tratando de sobrevivir.

Sólo quería volver a ser felíz, volver a ser la mujer que era cuando estaba con él. Vivir tranquila, sin tormentos, sin heridas, porque él las había curado todas. Pero eso ya no era posible, no podría estar tranquila nunca más, eso sólo lo tendría al morir.

Escuché un ruido en la puerta, había llegado el momento de salir de aquí. Porque lo haría, me enfrentaría con Rosendo, así muera en el intento. Uno de los dos se va a quedar aquí, y esa no seré yo.

Me escondía detrás de lo que parecía una pared, me dolían las piernas, los brazos, las manos, me dolían las entrañas, pero saldría de ahí. Sentía mi sangre escurrir por todos lados, tenía un golpe en la cabeza bastante profundo, y una cortada a un costado de mi abdomen, otra en la pierna, todo había sido forcejeando con ese animal, tratando de sacarle hasta las tripas, pero había fracasado.

Además, la sangre no dejaba de escurrirse entre mis piernas, y aquello me tenía muy débil, pálida, desvanecida. Si seguía ahí, esa hemorragia me mataría antes que cualquier cosa.

Y mi muerte la decidiría yo.

Aunque pareciera una locura, me sentía con la fuerza suficiente para acabar con él, me brotaba desde adentro, desde el alma, desde la ira que estaba consumiéndome.

Escuché los pasos acercarse, dejó algo en la mesa, y le oí decir:

- Ya tengo todos los papeles necesarios para que nos larguemos de aquí, tu prima me facilitó el pasaporte.. - ¿Qué? No era posible, Ivana no podía hacerme eso. Pero si lo había hecho, me lo pagaría con creces. - Venga mi señora, no se esconda. Ya pronto nos iremos, y empezaremos una nueva vida.

- El que se irá, de este mundo, y para siempre... serás tú. - Era ahora o nunca. Salí de mí escondite y le ataqué por atrás, lo apuñalé una y otra vez, con la fuerza que según yo, tenía.

Él se volteó sorprendido y me contratacó. Apretó mi cuello con fuerza, mientras que con la otra mano trataba de arrebatarme el cuchillo, en ese momento aproveché para atacar, con ira, locura, y brutalidad; El me soltó, y anonadada vi como sangre caía como torrente a mis pies, seguida de algo sólido. Miré el gesto de dolor en el rostro de Rosendo, y no le di tiempo para que volviera a mí, con las dos manos me lancé sobre él y le apuñalé dos veces, hasta que la fuerza me alcanzó.

Me puse de pie y lo contemplé todo, había sangre, y más sangre. Me asusté mirando todo lo que había hecho, y empecé a llorar llena de pánico, la mano cercenada de Rosendo estaba casi sobre mis pies, grité horrorizada.

Pero era él o era yo.

Y obviamente no podía dejar vivir a un violador.

Me retiré de la escena sin verificar que había muerto, me daba terror acercarme a él, pero a la vez me daba regocijo saberlo vencido. Con el mismo cuchillo forcé la puerta que gracias al cielo, si es que existía, estaba sin seguro. Y entonces vi como se abría frente a mis ojos, sentí el aire de la libertad.

Y sonreí llena de paz.

Aunque ahora sólo me quedaba saber que camino tomar para llegar a casa.

- Gracias... Benita.

Lloré mientras me apoyaba en la pared de esa cueva, y recordé que no podía dejar todo así. Yo no era una asesina, no iría a la cárcel. Rosendo debía desaparecer, y yo tenía la solución para aquello.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora