Bajo la luz de la luna.

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La brisa de la noche se encontraba tan tranquila como su apacible sueño, la luna iluminaba débilmente la habitación oscura, dejándola entre sombras y claros, acariciando con su ligera luz la piel de la mujer que ahí dormía. Fue en aquel momento en que la puerta se abrió ligeramente, haciendo un chillido, e interrumpiendo la paz que se había instalado en el cuarto.

Y entró.

Sus pasos avanzaban lentamente hacia la cama, luego se detuvo, miró hacia atrás y vio la puerta. Se aseguró de cerrarla. No sabía que demonios estaba pasando por su cabeza en esos momentos, no sabía si se arrepentiría luego, o si era una total locura lo que hacía. Pero sus piernas seguían caminando hasta el pie de la cama en donde descansaba aquella mujer. La miró por un momento, nunca se imaginó en esa situación, y tampoco se imaginó llegar hasta esa situación de desearla tanto.

Pero ya no tenía escapatoria.

Y la verdad, era algo que ya anhelaba.

Tal vez así, y sólo así, podía sacarse aquella espinita. Aquel deseo de besar a su hijastra que había madurado mal, y que la había llevado hasta a donde estaba ahora.

La pelinegra dio un largo suspiro, como cosa muy rara en ella, se sentía sin saber que hacer. Tampoco quería parecer una enferma ni una psicópata.

Sabía que para muchos lo que ellas hacían era aberrante. Bueno, lo que Bárbara quería hacer.

¿Y si se regresaba? Pensó. Tal vez era lo correcto, o lo más inteligente en esos momentos. Pues si alguien la veía ahí metida y mirando de aquella manera a la hija de su esposo, estaría en serios problemas.

Pero vio a Fernanda removerse en la cama, y aquel sentimiento de arrepentimiento desapareció al instante. La muchacha se estiró y quiso seguir durmiendo, hasta que se encontró con la imagen de la pelinegra allí parada, frotándose los brazos por el frío. El susto al principio fue descomunal.

Tanto que soltó un gritito y dio un respingo.

- ¿Qué haces aquí.. Bárbara? - Prefería no saberlo, aunque ya lo sospechaba. - Casi me matas de un susto.

- Tanto miedo doy.. - Dijo la morena sonriendo de lado. Puso una rodilla sobre la cama, amagando meterse en ella. - Y yo que venía a hacerte compañía en esta fría noche.

- Deberías oirte, esto... es una locura. -  Fernanda se incorporó y le habló con firmeza. - Vete.

Bárbara negó, y entró a la cama.

- Tú y yo sabemos que no quieres que me vaya. - Sonrió. Aunque el frío la estaba matando poco a poco, apenas llevaba con ella una bata negra con transparencias y muy sugerente.

- Bárbara por favor, sal de aquí. - La ojiverde trató de empujar a su madrastra lejos de ella. Error total. - Esto es...

- Es atracción.. entre dos personas. - Bárbara atrapó sus manos cuando intentaron empujarle. Con lentitud deslizó las suyas sobre ellas, acariciando la piel suave de la joven. - Es eso, mi amor.

Fernanda sintió su respiración volverse errática y acelerada. La morena se encimaba sobre ella y simplemente no sabía como reaccionar. Estaba paralizada.

- ¿Imaginas si alguien entra y nos ve así? - Preguntó muy cerca del oído de la muchacha, acomodándose arriba suyo. - Sería una imagen muy erótica, pero también escandalosa... Depende de quien la vea.

- Bárbara... Por favor. - Susurró la joven castaña.

- Nunca imaginé esto Fer.. - Le confesó la pelinegra, acariciando los brazos de Fernanda. - Para mí también es nuevo... Pero me es tan excitante.

Fernanda suspiró.

- Yo... me siento igual. - Respondió. - O sólo confundida, no se que es lo que siento...

- No estoy confundida mi amor, estoy decidida. - Bárbara besó su cuello con fervor. Olvidándose por completo del hombre al que había amado esta mañana.

- Aún creo que esto es un error. -  Susurró Fernanda, entre pequeños gemidos.

- Un error que vamos a disfrutar demasiado.

La joven se atrevió a tocar los brazos de la pelinegra, se aferraba a ellos, la abrazaba finalmente como dándole una autorización de que siguiera con aquello. Ver a aquella mujer tan cerca, tan encima, tan suya... Era algo que le estaba poniendo mucho más nerviosa de lo que ya estaba. Bárbara a veces lucía tan colosal, tan enorme, tan inalcanzable.

Y ahora estaba allí, con ella. Y le daba besos por todos lados..

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora