Capítulo 9

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POV VALENTINA

No sabía que hora era, si aún era de noche, o si ya había amanecido. No sabía nada, sólo que me habían violentado de la manera más terrible. Abrí los ojos de la forma más delicada posible, con la percepción de que cualquier movimiento que hiciera, me dolería hasta los huesos.

Me sentía vacía, y al mismo tiempo, llena de dolor.

De sufrimiento, impotencia, y traumas.

Si antes quería salir adelante, ahora ya nada valía la pena. Rosendo lo había terminado de arruinar todo, él había logrado hundirme más en mi miseria.

- José Miguel... - Susurré por enésima vez. Su nombre era tan placentero de pronunciar, era tranquilizante, especial, esperanzador. Era lo único que me quedaba, porque su recuerdo sobre mi cuerpo había sido brutalmente borrado.

Volví a llorar de desdicha, de tristeza, de dolor, pero más que físico, de un dolor en mi alma. Aunque sintiera que mi cuerpo estaba roto a pedazos.

Escuché unos pasos acercarse, sabía que era ese hombre, cerré los ojos para fingir que estaba dormida, para ignorarlo y evitar que se acercara a mí. Pude sentir que dejaba un plato con comida enfrente mío, no hice caso.

- Buenos días, mi señora... Tiene que comer... - Dijo, y yo traté de hacer creíble mi actuación. Pero luego me di cuenta de que era muy notorio que estaba despierta. - No se haga, y coma.

- No quiero nada. - Abrí los ojos y lo encaré, ni siquiera sabía si estaba vestida, pero por el frío que sentía, deduje que no. - Quiero que me deje en paz, que no me haga más daño... O mejor, que me mate.

Rosendo tensó la mandíbula.

- Yo no haría eso, porque la amo. - Me miró mientras me volvía a tocar, esta vez con suavidad, con la delicadeza que no había tenido ayer. Me alejé lo más que pude. - La necesito como el aire para respirar.

- ¡NO! ¡No! - Grité alterada. - Usted no puede amarme a mi ni a nadie Rosendo, no se equivoque.

Y era verdad, si me amara no me hubiese atacado como un animal.

- Por su culpa las malditas ganas de vivir se me fueron. ¡No he podido dejar de llorar sintiéndome peor que una basura! - Estaba muy desesperada, alterada, pero sobretodo furiosa. Llena de ira hasta el tope. - Me robó la poca dignidad que tenía.

- Pronto usted y yo nos iremos de aquí, y le voy a enseñar a amarme, yo se que así será.. - El muy desgraciado hablaba con tanta seguridad que me enervaba. - A ambos se nos olvidará todo lo que pasó, y empezaremos una nueva vida. Muy lejos de aquí.

Ignoré sus absurdos planes, porque sabía que sólo saldría de aquí a morirme, pero sin él.

- Yo no voy a ir a ningún lado con usted, prefiero morirme antes, o quedarme sepultada aquí. Pero de ninguna manera, escuche muy bien... ¡De ninguna manera voy a permitir que me toque otra vez Rosendo! Y asegúrese de acabar conmigo, porque sí salgo de aquí, no me alcanzará la vida para hacerle pagar lo que me hizo...

... Así tenga que desollarlo vivo.

*

Hacienda Elizalde

Tres días después.

POV BÁRBARA

Ya habían pasado tres días después de haber sido hospitalizada de urgencias por mi "Intento de suicidio", y aparentemente, estaba muchísimo mejor. De alguna manera me sentía más tranquila al saber que tenía comiendo de mi mano a toda esa manada de imbéciles en la familia. Hasta al mismísimo Franco.

Al parecer, al muy idiota se le ablandó el corazón como a todos.

Era un estúpido si pensaba que me arriesgaría por él, y por la loca de Liliana.

No podía debilitarme, no ahora, y cuanto menos en estos momentos en los que sentía que algo raro sucedía, que algo malo iba a pasar. Estaba muy bien físicamente, eso lo había dicho el médico, pero seguía con un dolor raro en el pecho, en las extremidades, y sobretodo en las caderas y el vientre.

Era como...

No, no era nada. Sólo estaba aún débil por la pérdida de sangre, sí.

Además, no era una cosa con mucha importancia, a veces lo sentía, y más luego solía desaparecer. Traté de ignorar aquello, así como muchas otras cosas.

Hoy habría una cena, organizada por mi flamante marido, celebraban que ya estaba totalmente recuperada y de nuevo en casa. Que ridículos, si tan sólo tuviese la oportunidad, los mataría a todos mientras roncan. Bueno, tal vez a Fernanda no, ella era la única que de verdad veía preocupada por mí, atenta, y sobretodo que no me había dado ningún motivo para odiarla.

Era la hijastra ideal.

Sonreí de lado.

A veces pienso que contratar al bastardo de Damián fue una pérdida de tiempo, cuando todo su trabajo lo pude haber hecho yo.

Maldito imbécil, ni siquiera seducir a una mujer sabe.

Me miré en el espejo del tocador, mientras terminaba de arreglar mi maquillaje, nada especial ni diferente, sólo el mismo gloss de siempre y un poco de sombra negra. Bueno, mucha sombra negra.

Llevaba puesto un vestido color vino, mangas largas, para que esos idiotas no se la pasaran toda la noche observando mis antebrazos. Era nuevo, Gonzalo lo había comprado para compensar todo lo que ocasionó.

Que iluso, que ridículo, y que chocho.

Pero debía aceptar que el viejo por fin le había atinado con un regalo. Que no pensara el muy pendejo que me lo iba a quitar, sólo a él se le ocurriría querer acostarse conmigo después de lo que hizo.

Como lo odiaba, igual que a su hermano.

A quien mañana debía visitar, y con Franco. Sólo espero que ese no abra el hocico de más.

- Ya estoy lista, lista para levantar... el ánimo de todas esas cucarachas. - Sonreí de manera cínica, admirando mi silueta en el espejo.

Me puse un poco de perfume y salí dispuesta a llevarme todas las miradas, a disfrutar aunque sea una noche, de todo lo que Gonzalo había preparado para mí. Aunque debería seguir actuando como que aún me dolía lo que había hecho, tenía que hacerlo sentir mucho más miserable de lo que ya era.

Porque faltaba muy poco para que su empresa y familia, se fuera a la ruina.

- Buenas noches, Bárbara... - ¿Por qué nadie me había dicho que también habían invitado a Franco? Últimamente ese tipo andaba más cercano a mí que de costumbre, y eso no me gustaba, no quería confiar en él y después salir perdiendo.

Su preocupación por mí no me la creía nada, pero sólo por esta noche, disfrutaría su presencia con todas las reglas.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora