Capítulo 23

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"No confundas el placer con la felicidad. No se les distingue a veces. Unos encuentran placer en lo que les da su propia felicidad, y otros no ponen su felicidad más que en su placer."

En aquel cuarto amplio y levemente iluminado por el sol de 4:30 de la tarde, jadeos y gemidos por doquier parecían hacer eco en todos los rincones de la habitación. El olor a sudor y otros fluidos corporales invadían el ambiente, el cual era toda una oda al erotismo y a la sensualidad.

Franco entraba y salía con desenfreno del cuerpo de su amante, mientras ella se movía con una energía casi desesperante, ambos parecían estar poseídos por la lujuria y presos de sus propios cuerpos. Se besaban sin limitaciones, con brusquedad, salvajismo, y una necesidad angustiante. Las manos de Bárbara se aferraban a la espalda de él, hundiendo sus dedos en la carne dura y musculosa de su lomo, arañando con desesperación cada que lo sentía hundirse en su ser.

Pronto sintió como una corriente la descolocaba de su centro y hacía su cuerpo estremecer; Se sintió llena, plena, y satisfecha, al tiempo que él se hacía más grande en su interior y luego se derramaba dentro. Gritó extasiada para luego escuchar un jadeo profundo de parte de él, y sentir como caía sobre su cuerpo húmedo.

- Eres... increíble.. - Escuchó decir a aquella voz ronca y jadeante, podía escuchar el cansancio en él, pero también mucha satisfacción.

Estaba sin aliento, él se lo había robado todo. Fue por eso que no le dijo nada, sólo sonrió. Vio como él con cuidado acariciaba sus labios, los delineaba con sus pulgares, seguramente estaban rojos e hinchados... Así lo sentía. El hombre luego sonrió igualmente y depositó un corto beso en su boca, un beso diferente a los muchos que se habían dado esa tarde. Pero no iba a ilusionarse con nada, aquello sólo había sido un desliz por parte de ambos, un descuido, y el resultado de haber bebido tanto.

Aunque así pensara, nada pudo hacer cuando él la apretó en sus brazos y cerró los ojos en disposición para dormir. Ella lo siguió más tarde, quedándose rendida ahí, en aquellos brazos que hasta hace poco le resultaban desconocidos.

*

POV Valentina

Vi a Alonso entrar a mi habitación, Jose Miguel se había ido a comer algo junto con Gaby, mi tía aún seguía afuera, realmente no me gustaba verla tan deprimida y sola, pero entiendo que ya no quiera entrar a verme por temor a que vuelva a ser tosca con ella.

Debía reconocerlo, hasta yo misma a veces me desconocía.

- Valentina. - Dijo en voz baja, se que tiene miedo. Lo puedo sentir. - Sé que no soy una buena compañía en estos momentos, pero no quería que estuvieras sola.

Le miré sin ninguna emoción, ¿Qué le hacía pensar que quería compañía?

Aunque viéndolo bien, no me molestaba su presencia. Al contrario, me parecía una manera de distraerme un rato.

- ¿Qué tal Alonso? - Pregunté, antes de que él preguntara por mi primero. Estaba harta de que me interrogaran acerca de como estoy, o como me siento. La respuesta siempre resulta dolorosa para mi.

- Bien... - Dijo, podía sentir algo de timidez en sus pocas palabras, ahora todo el mundo decía muy poco al verme. ¿Qué era lo que pretendían? - ¿Cómo vas con esas heridas?

Señaló mi pierna vendada y algunos golpes que tenía encima. No sé porqué, pero lo sentí relajado, y agradecí su sinceridad.

- Ahí van mejorando. - Respondí tranquila. - Algunas ya no me duelen, pero la pierna si me ha dado muchos problemas.

- ¿Ya lo sabes? - Preguntó, y yo no sabía realmente a que se refería. Señaló mi pierna. - Lo de tu pierna...

Ah, era eso.

- Sí, creo que se rompió un tendón o algo así... - Miré mi pierna derecha, estaba desinchándose con el tiempo, pero aún no me podía parar bien con ella. - El médico dijo que tendré que usar muletas durante un mes o más...

Vi como resopló con lástima.

- Lo siento, de verdad.

- Yo lo siento mucho más... - Lo miré igual de seria que cuando había entrado. - Pero cambiemos de tema, ¿Cuando vuelves a México?

Creo que mi pregunta había sido algo áspera, pero no quería que el lo pensara así.

Pareció no importarle, porque inmediatamente se disculpó y sacó su teléfono celular de su bolsillo. Aparentemente lo estaban llamando.

- "Aló, holaaa! ¿Cómo estás hijo? "

Miré concentrada, era su niño, Santiaguito. De pronto sentí un tirón en mi pecho, me dolía mucho lo de mi bebé, pero no quería llorar, y mucho menos frente a Alonso.

- "Me alegra muchísimo eso campeón" "Pronto te veré" "Ella.. Ella está bien" - Vi como se giró hacia mi, me señaló su celular, mientras sin hablar trataba de decirme que el niño preguntaba por mi. Sonreí al saber eso. - "Sí, ¿Te gustaría hablar con ella?" "Está aquí conmigo"....

Alonso se acercó a mi y me ofreció su teléfono, me hacía señas de que Santiaguito quería hablar conmigo. Aquello me conmovió muchísimo, hasta sacarme las lágrimas, pero no quería que el niño me escuchara triste, así que aclaré mi voz y atendi la llamada.

- Hola... - Ni siquiera supe el porqué de mi timidez. Era sólo un pequeño, a quien ya había conocido. - Estoy muy bien cariño, gracias... Yo también te extraño, me caes muy bien....

Vi como Alonso me observaba algo extrañado por mis lágrimas. Probablemente él no sabía.

- ... Me encantaría eso... Ok corazón, te estaré esperando.... Adiós Santiaguito... Yo también, hasta pronto...

Mis lágrimas no tardaron en hacerse más y más abundantes, el haber hablado con aquel niño había movido todas las fibras de mi alma. Sólo imaginaba cómo sería el mío, si sería igual de curioso y tierno, o si tal vez era una hermosa niña... Quería gritar y desahogarme, pero ya el tiempo para eso había pasado. Ahora debía estar tranquila.

- ¿Qué pasó Valentina - Escuché a Alonso preocupado mientras recibía mi teléfono.

Levanté mi rostro mientras secaba mis lágrimas, luego puse una de mis manos en mi boca, no sabía si él ya estaba enterado, pero de igual manera quería decírselo.

- Perdí a mi hijo Alonso, lo perdí.... - Lloré inconsolable, me sentía terriblemente mal. Él se acercó a mi algo triste, sin decir nada ni mostrarse asombrado, al parecer ya lo sabía..

- Se que no hay palabras para hacerte sentir mejor es este momento, es una pérdida irreparable... - Él me abrazó, y aunque en un principio rechacé un poco su cercanía, luego terminé aceptando aquel abrazo sincero. De alguna forma me hacía sentir mejor.

- Trato de estar tranquila, pero este maldito dolor no me deja en paz. Ni siquiera todo lo que me han hecho me duele tanto como la pérdida de mi bebé, si pudiera cambiar las cosas...

- Ya no hay nada que hacer, ya las cosas pasaron de esa manera.. Y tu tienes todo el derecho de llorar y desahogarte. - No vi cuando besó mi cabello y sostuvo mi mano, hace algunas horas quien había estado haciendo eso era mi cielo, al igual que limpiaba mis lágrimas. Pero no le quise dar importancia, no en ese momento.

- ... Si quieres cuando te den el alta, llevo a Santiaguito a los Cascabeles, sólo si tu quieres... - Dijo mientras me abrazaba. - Tal vez verlo te hará sentir mejor, y como se llevan tan bien..

- ¡Sí! - Respondí casi gritando, aquello me había entusiasmado.

No me di cuenta cuando sonreí emocionada, por un instante me había sentido dichosa.

Y Jose Miguel notó eso, viendo desde el otro lado del cristal de mi habitación.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora