Capítulo 33

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Bárbara estaba de vuelta en Lactos, luego de dejar a Valentina en su casa, no había imaginado jamás que ella tuviese tanto dinero, pero a juzgar por la mansión en donde se estaba quedando y que ella misma le había dicho que era suya, parecía ser dueña de una cuantiosa fortuna. Por el momento, ambas habían limado un poco las asperezas, y quedaron en volverse a ver, fuera de las oficinas claramente.

Imaginó de nuevo a aquella mujer, No podía sacarsela de la cabeza. Tenía unas ganas infinitas de saber todo de ella, hasta la razón de sus ojos tristes y casi inexpresivos.

Pero sobretodo, quería saber a qué se debía su parecido con ella, y no iba a parar hasta averiguarlo.

La mujer de cabello negro y lacio entró nuevamente a las instalaciones de la empresa, mientras por su mente pasaban miles de cosas. Escuchó murmullos y habladurías al entrar, además de muchas miradas observandola, el eterno gesto de soberbia en su cara, se hizo más evidente.

- ¿Qué sucede? - Preguntó mirándolos molesta. - ¿No tienen nada que hacer?

- La señora de hace rato se parece mucho a usted... ¿Son familia? - Se atrevió a preguntar uno de ellos.

- Eso no te importa, ¡Ahora largo de aquí! - Ordenó alzando la voz, cosa que hizo que todos se fueran en menos de un segundo.

Pero Flor aún la miraba, y a Bárbara aquello le retorció el hígado.

- ¿Que miras Florecita? - Le preguntó entre dientes, demostrando su enojo. Hoy más que nunca, se sentía a punto de explotar de histeria y rabia.

- Nada.. señora.. - Con voz inestable respondió.

La ejecutiva la miró con desprecio y se retiró a su oficina, esperando por fin tener un momento de paz.

Pero el deseo se le vino a bajo al ver a su galante marido ahí, sentado en la silla frente a su escritorio, esperandola. Hubiese preferido a Franco ahí, antes que a aquel viejo.

- ¿Qué haces aquí Gonzalo?

Él se puso de pie y se acercó a ella con intención de abrazarla, pero Bárbara evitó su cercanía, y caminó a su lugar de trabajo.

- Vine para invitarte a almorzar mi alma... - Dijo forzando un arrepentimiento que no sentía.

- Ya comí... - Respondió Bárbara sin mirarlo. - Y te puedo asegurar que en estos momentos saldría a almorzar con cualquier persona, menos contigo.

- Bárbara...

- Sal de aquí.

- Estoy arrepentido mi alma, no sabes cuanto me duele verte así.

- Me importa un comino tu arrepentimiento, lárgate de aquí Gonzalo. No quiero verte. - Le dijo secamente.

El hombre no se dio por vencido y volvió a acercarse a ella, logrando esta vez sujetarla en sus brazos, tomándola desprevenida.

- Déjame, y vete. - Habló con total calma la pelinegra, pero por dentro era un mar de nervios.

- Bárbara, perdóname por favor... No podemos estar más así mi alma.. - Imploró Gonzalo.

- Por mi culpa no ha sido, ¡Es por ti, por tus celos absurdos! - Bárbara intentó soltarse de él pero no lo logró. - Yo jamás he dado pie para eso..

- Sabes que te amo mi alma, pero reconoce que estoy en lo cierto.. ¡Tienes un amante!

- ¡Claro que no! ¡Y ya sueltame! - Gritó molesta y desesperada. - Yo siempre me he dedicado a ti, a esta empresa, A tus hijos.. Y sólo he recibido reproches y golpes.

Veneno en la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora