Capítulo 1

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"El amor es solo una fantasía idealizada de los escritores de romance, quienes quieren mantener en la eternidad de sus letras la idea viva de él, ya que en la realidad no existe"

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"El amor es solo una fantasía idealizada de los escritores de romance, quienes quieren mantener en la eternidad de sus letras la idea viva de él, ya que en la realidad no existe". Ese era mi lema cada que iniciaba una nueva historia y la mantenía en mi mente gran parte del tiempo.

Las coloridas calles y el olor de primavera parisina no pudieron aminorar el dolor punzante en mi pecho, aquel que aún persistía cuando estaba junto al individuo que tan enamorado estuve por años, y que gracias a ello, di mi apoyo incondicional dejando mi felicidad de lado. Este no solamente aseguró un refugio para su indecisión a mi lado, sino también tonteó con mis sentimientos mientras su inestable relación con su otro mejor amigo, que resultó ser la persona que más amaba en el mundo, se decidía si iban más allá de una amistad.

¿Irónico no? Enamorarme de alguien cuyo corazón estaba ocupado. Ponerme como distracción a la vez que este aguardaba a que su amor fuera correspondido y tomar decisiones estúpidas que al final del día nos trajeron a una habitación de hotel cerca de la Torre Eiffel. Todo inspiraba un aura refrescante, a diferencia de mis pensamientos en ese momento. 

Viajar con la persona que te gusta donde se compartirán momentos hermosos y memorables, lugar en el que se tendría sexo sin control y se harían promesas que, muy en el fondo, uno de ellos sabía que el ajeno no iba a cumplir. Sonaba doloroso. Una felicidad tortuosa que una persona estúpida y enamorada estaría dispuesta a soportar. Aun cuando era consciente de las secretas llamadas que hacía aquel amor, no correspondido a la persona que amaba, mientras fingía dormir, y en cierto modo, lo peor de todo era que me esmeraba en no hacerlo notar al día siguiente. 

Bastante patético y humillante. 

Expulsé el vapor después de retenerlo por varios segundos en mis pulmones, en el instante que Yujeong me arrebataba el cigarrillo electrónico para llevárselo a los labios, me arrastró fuera de mis pensamientos; mientras hacía eso, admiré su perfil. Sus cejas rectas enmarcaban unos ojos rasgados color chocolate; el puente de su perfil era recto y masculino, que hacían armonía con sus labios delgados. Mi tonto corazón se aceleró como loco ante su presencia, en especial cuando el aroma de sus pulmones invadió mis vías respiratorias. Su rostro giró a mi dirección; exhaló el humo contra el mío con una sonrisa lacerante en su rostro; más allá de enojarme, me hizo sonreír con debilidad. 

—Espero que no tenga nicotina, mandarías al diablo tus meses de rehabilitación —riñó de manera burlona. 

«Claro, la persona que me introdujo a las drogas se está asegurando que no vuelva a recaer.» Pensé, dibujando una sonrisa sarcástica en mis labios. 

—No sé si me lo preguntas por tu cargo de consciencia, bastardo, hipócrita, o porque finges que realmente te importo. —Fue mi turno de burlarme. Su sonrisa desapareció y su entrecejo se arrugó con notoria inconformidad. Me pregunté en cuál de las dos había acertado, quizás en ambas—. No. No tiene nicotina. 

EN DISTINTA SINFONÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora