Como lo dijo Hal, las pesadillas con el tiempo empezaron hacerse menos frecuente haciendo que mis horas de sueño volvieran a regularse, del mismo modo, mi apetito fue regresando con la ayuda de Jungsoo, ya que este por más que le pedía que no lo hiciera, terminaba preparando platillos exquisitos para mí, por lo que volver a mi peso no fue una tarea tan complicada.
Mientras ayudaba a Olivia en la biblioteca, gracias a mi insistente presencia pude lograr trabajar junto a ella como asistente donde algunas veces iban los niños de las escuelas más cercanas para que les narrara un cuento, aunque la idea no me agradó al principio debido a mi baja paciencia con los infantes, resultó ser una tarea bastante divertida. Las profesoras eran encantadoras y no iba a negar que los niños eran muy adorables.
Esa mañana me levanté como costumbre con la ayuda del despertador de Jungsoo sonando ruidosamente aquel tono preestablecido que el susodicho se negaba a cambiar, este se removió bajo las mantas atrayendo mi cuerpo al suyo al mismo tiempo que yo lo envolvía con mis brazos clavando mi nariz en su cabello mientras mi garganta emitía un gruñido.
—Cinco minutos más. —Pospuse su alarma a ciegas para esconder mi rostro en su cuello, lugar en el que su aroma se concentraba aún más. Mi esposo me rodeó con sus brazos después de ocultar nuestras cabezas bajo las mantas.
Sentí que solo pasaron unos cuantos segundos antes de que la alarma endemoniada sonara de nuevo, fui yo que terminó en apagarla por completo después de salir del calor confortable de las mantas y del azabache. En el momento que mis pies desnudos hicieron contacto con el suelo congelado, maldije apresurándome a ponerme las pantuflas dando brincos pequeños como si el contacto helado de esta me quemara.
—Seguramente lloverá hoy —vociferó Jungsoo asomando su carita entre las mantas. Su adormilado rostro era la vista más adorable que había visto en mucho tiempo.
—Seguramente —confirmé—. ¿Chocolate o café?
—Decisión difícil... —Una perezosa sonrisa se dibujó en sus labios—. Chocolate con malvaviscos.
—Buena elección.
Bajé a la cocina donde en un recipiente con agua le vertí las pastillas de chocolate, una vez que estás se derritieron les agregué endulzante, una pizca de sal y leche en polvo. Introduje dos rebanadas de pan en la tostadora y con un poco de aceite puse asar dos tocinos con cuatro huevos. Para cuando empecé a servir el desayuno, Jungsoo apareció en mi campo de visión usando pantalones oscuros con un abrigo que llegaba hasta sus rodillas, sus manos estaban ocultas en guantes de lana y su cabello del mismo modo en un gorro del igual material color rojo oscuro.
—Siéntate a comer —demandé dejando su desayuno en la isla de la cocina.
Este, como niño obediente lo hizo, tomó su cuchara y el pan tostado para romper la yema de huevo con una de sus esquinas y la untó con ella, después se la llevó a la boca. Sus pies se movieron haciendo un pequeño baile, me acerqué a este y después de dejar un beso en su mejilla me senté frente a él para desayunar utilizando su misma técnica.
ESTÁS LEYENDO
EN DISTINTA SINFONÍA
FantasyUn escritor de romance con el corazón roto, decide escapar a Estados Unidos en búsqueda de inspiración. Allí, en un pueblo peculiar, conoce a cierto hombre, que es adorado por todos, pero esconde un secreto perturbador que, accidentalmente, el prota...