El calor que existió alguna vez en mi cuerpo dejó de hacerlo en ese instante, lo que algún momento consideré una situación que solo ocurrían en películas de terror o en un video actuado, estaba sucediendo frente a mí. Era consciente que había gente caníbal en la sociedad, pero tenía entendido que hacían sus prácticas detrás de puertas cerradas, ya que esta era ilegal casi en gran parte del mundo, y sin mencionar que moralmente no estaba bien. Sí, quizás estaba sonando estúpido hablando de lo que era y no era correcto en ese instante, pero era lo único que me mantenía cuerdo y así podía guardar silencio en el lugar que estaba parado. Porque sí, allí me encontraba yo. Como una maldita verga erecta, sin saber qué hacer, siendo una inútil existencia.
Di un paso vacilante hacia atrás conteniendo el aliento sin apartar la mirada de Jungsoo, a mi segundo paso, este lanzó algo a su costado y mis ojos siguieron aquel "objeto" que resultó ser un brazo casi en sus huesos, no había rastros de piel ni músculo en aquel miembro. Apreté mis labios reteniendo un grito de horror, sobre todo, la bilis que ya quemaba mi garganta, en el momento cerré mis ojos sentí finalmente las lágrimas que retenía bajar por mis mejillas con rapidez.
«¡Corre, perra, cooorre!», mi disfuncional mente gritó.
Dos pasos hacia atrás y noté a Jungsoo detener lo que estaba haciendo de forma abrupta, mis pulmones exigían oxígeno, tomé una bocanada de aire al instante que el pelinegro miró a mi dirección con sus ojos azules brillando a través de la oscuridad y con su boca empapada de sangre. Giré sobre mis talones y emprendí mi huida. Corrí lo que nunca lo hice en todas mis clases de educación física juntas, mientras me metía entre los pasillos que me había llevado aquel lugar, me obligué a no mirar por encima del hombro, pero en el segundo que escuché como unos zapatos golpeteaban el suelo en rápidas zancadas detrás de mí supe que en serio estaba jodido.
Frené en seco al salir por el tercer túnel, en vez de cruzar al siguiente que se encontraba frente de mí, me pasé al pasillo de al lado para apoyarme contra la pared, cubrí mis labios y nariz para evitar hacer ruido, aguardé, ocultándome en la penumbra. Todo mi cuerpo palpitaba por la fatiga y la adrenalina, las lágrimas no dejaban de salir por mis ojos. El sonido de los zapatos se hizo más fuerte, y justo cuando pasó por mi lado desde el otro lado de la pared, el sonido se detuvo abruptamente segundos más tarde.
Silencio.
Temí que al moverme el sonido inexistente de mis zapatillas contra el suelo revelara mi escondite y, fue cuando agradecí al creador de aquellos túneles por aquella genial idea de haberlos creado. Fue entonces que escuché pasos acercándose desde el lado opuesto al que me encontraba, lo confirmé cuando distinguí varias voces masculinas junto a ocasionales risas. Dejando salir el aire que contenía, saqué mi ridículo lapicero con linterna del bolsillo con mis manos temblorosas.
—Agradecido con el de arriba por salir de esta mierda —susurré, asegurándome que aún funcionaba después de haber abusado de su uso por tanto tiempo.
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EN DISTINTA SINFONÍA
FantasyUn escritor de romance con el corazón roto, decide escapar a Estados Unidos en búsqueda de inspiración. Allí, en un pueblo peculiar, conoce a cierto hombre, que es adorado por todos, pero esconde un secreto perturbador que, accidentalmente, el prota...