Bajé del escenario para mi sorpresa, fui halagado por las personas que me encontraba en el camino de regreso a Yujeong, este me dio un abrazo apretado en forma de halago antes de que me arrastrara afuera del local. Una vez en el exterior, resoplé al mismo tiempo que observé como este sacaba el cigarrillo electrónico de su bolsillo mientras yo me alisaba el pantalón de vestir color negro que estaba usando esa noche. Había un cúmulo de gente en el exterior del local de lo que me imaginaba; algunos de ellos aguardando a que el hombre de mediana edad que se encargaba de la seguridad les permitiera entrar, otros estaban fumando al otro lado de la calle y, había más hablando, metidos en sus propios mundos disfrutando de la brisa nocturna.
El olor a acera mojada con un ligero aroma a marihuana me motivó a arrugar la nariz. La noche estaba más fría que de costumbre y eso me obligó a cruzarme de brazos contra el pecho mientras maldecía por no haber llevado conmigo un abrigo al notar que mi cuerpo se estremecía de forma ocasional cada vez que el aire golpeaba sin piedad la piel expuesta de mi cuello y brazos.
—Pensé que los odiabas —interrogué, al observar el vapor salir de sus labios después de mirar su cigarrillo eléctrico bastante extrañado.
—Y aún sigo odiándolos, te parecerá una locura, pero no miento cuando te digo que ya estoy limpio, esto solo lo uso para deshacerme del mal hábito de fumar. —No oculté mi sorpresa, algo que lo motivó a reír.
Había escuchado infinidades de veces la promesa de Yujeong de dejar las drogas; fueron tantas las ocasiones en las que me juró hacerlo que sus palabras perdieron validez conforme tropezaba una y otra vez contra la misma piedra, así que verlo «completamente limpio» era una novedad, y, estaba seguro de que Seongna tuvo algo que ver en ello.
—Me parece increíble que lo hayas hecho. Vaya...
—Sí. Hasta yo mismo dudaría de mi palabra, suena casi ficticio. —Asentí con una pequeña sonrisa—. ¿No vas a fumar?
Levanté mi mirada para encontrar la suya y negué con la cabeza en respuesta.
—También estoy limpio, ya no consumo nada. —Este hizo un ruidito de aprobación.
—Buen chico. —Lo miré mal.
—No me hables como si yo fuera un perro. —Escucharlo reír me motivó a darle un pequeño golpe en el hombro—. Idiota.
—En teoría lo soy, fui y soy un idiota que lastimó a una de las pocas personas que trajeron un bien a mi vida, lo siento. —Mi mirada se levantó al cielo donde diminutas gotas caían sobre nuestras cabezas.
—Una disculpa no va a borrar todo el sufrimiento que me causaste, ¿Lo sabías?
—Lo sé.
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EN DISTINTA SINFONÍA
FantasyUn escritor de romance con el corazón roto, decide escapar a Estados Unidos en búsqueda de inspiración. Allí, en un pueblo peculiar, conoce a cierto hombre, que es adorado por todos, pero esconde un secreto perturbador que, accidentalmente, el prota...