Cinco años. Cuarenta y ocho maravillosos meses de matrimonio. Dieciséis cambios de estaciones de constante aprendizaje sobre la comunicación humana. Mil cuatrocientos sesenta y un días en los que me obligué a extender mi paciencia a niveles necesarios para no terminar dejando calvo al hombre que tenía como esposo.
Aun así.
Cada día seguía igual de enamorado como los primeros meses, algo fantástico, porque había visto en el algún sitio de internet mencionaban que si después de la etapa del enamoramiento, aún querías estar con esa persona. Era allí aquel lugar donde en verdad pertenecías. Y voy a ser sincero, no fue nada fácil, no todo fue color de rosas; tuvimos que aprender a lidiar con nuestras peores facetas, en especial, a manejar nuestros conflictos teniendo conversaciones que en algunas ocasiones duraban horas, eso sí, antes de ellas. Nos asegurábamos de calmar nuestras emociones negativas, para así poder evitar posibles discusiones nuevas.
Porque vamos, Seamos honestos. A nadie le gustaba discutir con la persona que amaba.
El timbre de la casa resonó dando anuncio a que teníamos visita, aparté por un instante la mirada de la pantalla en la que estaba en una llamada con mi mánager para mirar a esa dirección, ambos estábamos teniendo una reunión con los correctores sobre los cambios en el nuevo borrador que había enviado semanas antes, apagué el micrófono soltando un bufido cuando volvieron a llamar, pero Jungsoo ni siquiera se inmutó desde donde se encontraba.
—Park Jungsoo, ve abrir la puerta, no puedo hacerlo yo ahora mismo. —Volvieron a llamar con insistencia—. ¡Jungsooo!
—¡Estoy sacando algo del horno, Suk, ve a abrir tú! —Volví a bufar.
Soltando malas palabras por lo bajo me levanté a regañadientes y me apresuré a ir a la puerta, al abrirla, mis orbes se abrieron en toda su capacidad ante lo que tenía en frente. No eran nada más ni nada menos que Yongban con su mujer y su pequeña hija. Casi dando brincos pequeños de felicidad, me acerqué a estos para fundirnos en un apretado abrazo grupal.
—Siento que ha pasado una eternidad desde que te vimos —comentó con un deje de nostalgia mi mejor amigo.
Asentí de acuerdo intentando de forma fallida tragarme las lágrimas.
Había pasado un tiempo, demasiado, desde que los habíamos visto en persona. Para ser más específico, desde que había sacado el último borrador y el tour por Norteamérica, me había centrado en mejorar mi trabajo haciendo cursos y asistiendo a seminarios de importantes escritores. Jungsoo me acompañó en la gira, para sorpresa de todos, por lo que al pasar tanto tiempo juntos también resultó en nuevas canciones para la banda y no iba a negarlo, peleé con sus amigos para que esta vez le dieran más protagonismo a la voz de mi esposo adorable.
Volvimos a nuestra nueva residencia casi dos años después, el diseño de esta era muy diferente a como era antes, era majestuosa y moderna, definitivamente el arquitecto se había lucido. Su interior era una mezcla minimalista con un toque romántico que me recordaba a Dark Academia. Era, en pocas palabras, hermoso. Jungsoo tenía su propio estudio donde practicaba y grababa canciones, yo tenía el mío para pintura y en el primer piso —ya que la casa era de dos plantas—, Estaba mi preciada biblioteca, lugar en que empecé a recolectar mis novelas favoritas, teníamos un área de ejercicio, allí el azabache hacía boxeo con la ayuda de Hal, él más que nadie sabía cómo gastar la energía del híbrido, por otro lado, las chicas y yo nos hacíamos Pilates con personas capacitadas que venían desde la ciudad más cercana.
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EN DISTINTA SINFONÍA
FantasyUn escritor de romance con el corazón roto, decide escapar a Estados Unidos en búsqueda de inspiración. Allí, en un pueblo peculiar, conoce a cierto hombre, que es adorado por todos, pero esconde un secreto perturbador que, accidentalmente, el prota...