—¿A dónde me estás llevando esta vez, Jungsoo Park? —pregunté, por décima vez, mientras me abrazaba a su cintura.
A pesar de que la temporada de invierno había dado su fin, el aire era frío, en especial, si ibas en motocicleta casi a medianoche. Jungsoo ignoró mis palabras y maniobró esta hasta las afueras de Northesden, fue entonces que reconocí el lugar al que íbamos media hora después.
Nos adentramos por la vía desigual que había recorrido por tercera vez contando aquella, y minutos más tarde, la motocicleta se detuvo a un costado del camino. Bajé de esta apreciando las estatuas que eran sutilmente iluminadas por la luna llena, a nuestro alrededor solo se escuchaba los grillos y demás seres nocturnos haciendo de las suyas.
Volví mi atención en aquel hombre de camisilla blanca con chaqueta de cuero, quien guardó las llaves en el bolsillo trasero de sus vaqueros y me alcanzó, ya que había avanzado un poco solo para apreciar algunas estatuas que estaban cerca.
—¿Qué hacemos aquí?, ¿vamos a visitar de nuevo tu altar? —bromeé.
Negó con la cabeza a la vez que entrelazaba sus dedos con los míos, sosteniendo así mi mano con firmeza.
—Te enseñaré algo más.
—Aigooo. Un lugar supersecreto e inexplorado, me gusta, me gusta. —Este negó con la cabeza mientras una sonrisa divertida se dibujaba en su boca delicada.
—Algo así. —Empezamos a atravesar el sitio, en el que de nuevo no pude evitar fijarme en las estatuas que íbamos dejando atrás, sintiéndome igual de abrumado a como me sentí la primera vez que visité aquel sitio.
—¿Vas a darme una pista por lo menos?
—No. —Bufé.
«Qué mal momento para tener una paciencia de mierda.», pensé.
—¿Queda muy lejos ese sitio tan especial? —rompí el silencio segundos después.
Desde que habíamos vuelto a Northesden, el intentar adaptarme al no estar en mi casa fue una gran travesía; a mi pesar, contaba con un cuerpo delicado a cambios abruptos como para que tener que lidiar con la dureza del colchón que tenía Hal en su residencia. Esa mierda era una maldita piedra, no sabía cómo demonios Jungsoo lograba conciliar el sueño en esa mierda. Por lo que debía que tomar pastillas de más al día siguiente para aliviar la tensión en mi espalda y ese solo hecho traía mi mal humor de regreso.
Maldita sea mi suerte. Maldito colchón.Maldita casa calcinada.Maldito Hal y sus ideas estúpidas.Maldito mundo.
—¿Todavía no llegamos? —me quejé varios minutos después.
—Aún no, Yeonsuk.
—Deberíamos ir volando, no sé, ¿Para qué tienes alas si no las usas? —volví a quejarme.
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EN DISTINTA SINFONÍA
FantasyUn escritor de romance con el corazón roto, decide escapar a Estados Unidos en búsqueda de inspiración. Allí, en un pueblo peculiar, conoce a cierto hombre, que es adorado por todos, pero esconde un secreto perturbador que, accidentalmente, el prota...