III.

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Michelle Rojas

-¡Mi amor! – exclamó Alondra asombrada y fruncí el ceño –
- ¿Qué pasa? – pregunté quitándome las gafas y dejándolas en el escritorio –
- Nada, sólo no pensé verte tan temprano aquí – miré el reloj que tengo en la muñeca y seguía sin comprender –
- Son las 8 de la noche ¿Dónde debería estar? – pregunté, Alondra negó sonriendo para acercarse a mí y besarme –

Hay muchas cosas de mi esposa que me siguen fascinando, pero su manera de calmar mis demonios con sus besos es la principal de todas. Se me pasaron todo los malos pensamientos y subimos a nuestra habitación para irnos a bañar, porque me avisó que teníamos una cena y yo no podía faltar.

-¿Lista? – preguntó sonriendo y negué –
- Te dije que no tuviéramos relaciones mientras nos bañáramos, ahora espérate – respondí y seguí maquillándome –

Mi esposa se fue riendo y yo negaba para seguir en el maquillaje. Acepté hacerlo porque necesitaba sacarme de la mente a Hera, pero fue peor, más la tenía incrustada en mi memoria, cada toque me ardía más porque quería que fuera ella. Me detengo y me miro al espejo.

-¿Qué te sucede Michelle? Ella es una niña, y tú una señora, aparte casada – pensé viéndome al espejo y suspiré pesadamente –

Un rato más tarde bajé lista y mi esposa me miraba con aquel deseo como siempre cuando me coloco vestido o alguna prenda ceñida al cuerpo, sonrío y le doy un casto beso para que salgamos de casa. Nos subimos a su coche y nos colocamos los cinturones de seguridad, entrelazamos nuestros dedos y ella arranca hasta donde será la cena.

Las cenas con sus colegas no es mi sitio favorito, pero ella es feliz plenamente y con eso me conformo, siempre estamos dentro de la rutina, así que salir es un punto tan acertado a veces para avivar la llama de nuestro amor.

-¿Amor? – pregunta mi esposa y volteo a verla –
- ¿Qué sucede? – pregunté y se reía –
-  Ya llegamos – responde y se quita el cinturón para bajarse de la camioneta –

Me ayudó a bajarme y caminamos hasta la entrada de la casa, Alondra tocó el timbre y salió Lana dejándome paralizada, no recordé que aquí traje hace horas a Hera. Nos saludó y nos dejó entrar a casa, saludamos a Judith y Lana me pidió acompañarla a buscar un vino.

-¿Y qué tal el primer día de Hera? – preguntó buscando el vino –
- Muy bien, todos estaban pendiente de saber de ella – respondí tranquilamente –
- ¿Hasta usted? – preguntó mirándome sobre el hombro y me reí para bajar la intensidad –
- No tengo nada que averiguar y de ser así les pregunto a ustedes – le guiño un ojo y se ríe agarrando el vino y unas copas – yo llevo el vino – dije y aceptó –

Íbamos saliendo de la cocina entre risas cuando nos topamos con Hera y no tuve voluntad de no detallar como estaba, me prendía sólo verla en short y blusa de tirante, su cuerpo voluptuoso, sus pechos grandes, no Michelle, no puedes verla así.

- Hola Hera – saludé y se quedó paralizada hasta que su madre habló y volvió en sí –
- Buenas noches, señora Rojas – saludó educadamente y sentí una revolución por dentro, quería escucharla decirme así en otro lugar, pero solamente sonreí –
- De Ashton – me interrumpió Alondra y la cara de Hera no era normal, su tristeza se notaba –

Estaba odiando ser casada en estos precisos momentos y que mi esposa estuviera aquí, Hera duró un rato con nosotras y luego se despidió para irse, me sentí tan inquieta de verla así, no sé porqué, jamás he sido de negar mi matrimonio.


-Bueno Judith fue un placer venir con ustedes – dijo Alondra y sonreí de lado –
- No estés muy cerca del fuego Michelle, te puedes quemar y hay cosas que es mejor evitar – me susurró Lana y se separó sonriendo – Hasta luego señora Rojas – se despide estrechando nuestras manos y me quedé sin saber que decir –
- Hasta luego a ambas – me despido sonriendo después –
- Hasta mañana que lleve a Hera – dijo Judith y asentí –

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