XLIII.

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Michelle Rojas

- ¡Llegué! - gritó Regina y quería matarla Charlotte se puso a llorar - perdón - susurró y la fulmine con la mirada -
- No pasa nada - dije y se acercó a cargar a mi bebé -
- ¿Cómo va tu día? - preguntó y me acosté nuevamente -
- Alondra volvió a hablar de "nosotras" - hice gestos de comillas y Regi se ríe - pero aquí no hay retorno - mi mejor amiga asintió hablándole a Charlotte -
- Me llevaré a Charlotte, pero debo darte algo por tal te dejaré sola - dijo Regina con mi hija en brazos y fruncí el ceño -
- ¿Qué? - pregunté mientras Regina buscaba algo en su cartera -
- Primero - dijo volviendo a mí - ¿Te llamó Hera? - preguntó y asentí confundida - yo le di tu número - asentí lentamente -
- Gracias - susurré y ella asintió -
- Ahora sí, toma, ella me la dio cuando la lleve a casa pero me pidió dártela después del parto, sólo que todo ha sido una locura pero allí está - recibí la carta y mi corazón empezó a latir rápidamente -
- Gracias - dije viendo el sobre -
- Me llevo a esta preciosura - dijo Regina y salió con mi bebé -

Delinee su caligrafía que dice Michelle y un nudo se hizo en mi garganta, suspiré suavemente y me mordí el labio para no llorar, abrí lentamente el sobre y saqué una hoja, la abrí y sentía que me faltaba el aire, cerré los ojos fuertemente y los volví a abrir para leer la carta.

"Michelle:

Hay veces en la vida que debemos tomar decisiones aunque nos hagan daños, amarte fue mi más hermosa casualidad y prometo hacerlo para siempre, sé que la vida nos dará la oportunidad de reencontrarnos y por ello lucharé para estar a tu altura.

Me imagino que si estás leyendo esta carta, es porque tu bebé ya habrá nacido y me siento feliz por ello, sé que serás la mejor madre que tendrá, me siento orgullosa de ti mi amor, serás una maravillosa madre, nunca dudes de eso.

Quiero que sepas que antes de ti, sí amé, pero nunca he amado como te amo a ti, por eso decidí irme antes, disfruta tu embarazo sé que es tu sueño, ahora disfrútalo y sé muy feliz, que nada te detenga nunca y no te dejes hacer daño.

Te amaré pase lo que pase, esté con quién esté, viva donde viva, te amaré lo que me reste de vida.

Hera Mitch"

Mis lágrimas parecen un río, pego la carta a mi pecho y lloró porque yo también la amo como nunca he amado antes, porque es ella con quién deseo rehacer mi vida, no necesita estar a mi altura, ella es demasiado y eso es lo que ella nunca se dio cuenta, me acuesto y lloró hasta quedarme dormida.



- Cariño - susurran y abro lentamente los ojos -
- Hola mamá - digo con voz ronca y frunce el ceño -
- ¿Por qué llorabas? - negué y me levanté para llegar hasta mi biblioteca y guardar la carta en mi libro favorito -
- ¿Qué ha pasado? - pregunté y mamá sonrió -
- Abajo te buscan - fruncí el ceño y asentí -
- Me baño, arreglo y bajo ¿Regina no ha llegado con mi hija? - mamá negó y suspiré para ir a bañarme -

Treinta minutos más tarde salí de mi habitación y caminé lentamente el pasillo, me hice una coleta alta y bajé las escaleras, cuando cruzo a la sala me quedó paralizada y fruncí el ceño, me cruzo de brazos y miro mal a mamá, ella sonríe angelical y niego.

- Hola Camilo - saludo sin ánimos -
- Cariño, supe que eres madre, tu mayor sueño, felicidades - dijo acercándose a abrazarme y sonreí de lado -
- Gracias - digo y me disculpo para ir a la cocina -

Me sirvo un vaso de jugo de fresas y mamá llega enfurecida pegándome gritos, la ignoré hasta que me tomé todo el jugo, papá se acercó asustado y vire los ojos, abracé a papá y me levanté para encarar a mamá.

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