LXIV.

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Hera Mitch

Veo el atardecer y el mar en calma que me hace suspirar, veo el reloj que llevo en mi muñeca y mi alma se desvanece un poco cada vez más, Michelle llega, es mi única frase en estos momentos, es como un disco rayado, es como una oración hacía el infinito, algo que no está sucediendo y me da muchos nervios, suspiro pesadamente y siento un cuerpo sentarse a mi lado, más no volteo a ver, su perfume invade mis fosas nasales y recuerdo que es el perfume que mamá le regaló de aniversario, sonrío triste y a la vez sólo estoy mirando el mar.

- No vino, ¿verdad? – pregunto y la oigo suspirar –
- Lo siento – susurra Regi y asiento mirando el mar, un par de lágrimas corren por mis mejillas –
- Esta bien – son las únicas palabras que me salen –

Y allí frente a aquel inmenso mar, recuerdo muchos momentos a su lado, sonrío y también siento la cabeza de Regina apoyarse en mi hombro, suspiro suavemente entrelazo nuestros dedos y finalmente lloro, recuerdos vienen a mi memoria.

Flashback

Estábamos hablando mientras esperábamos a la famosa directora, unos minutos después empezaron a sonar unos tacones en todo el pasillo y las tres volteamos a ver a la dueña de aquel sonido y me paralicé al ver aquella diosa, no podía quitarle la mirada de encima, empezó a hablar con mis madres y dijo su nombre, Michelle Rojas.

Tragué saliva de sólo imaginar mil escenarios con ella entre mis sábanas y mi cuerpo empezó a vibrar, pero cuando estrechamos las manos todo mi cuerpo se estremeció.

- Un placer, Michelle Rojas – se presenta estrechando nuestras manos mientras una sonrisa aparecía en sus labios –
- Hera Mitch – me presento y me estremecí al sentir contacto con su mano, ella me pone nerviosa –

- ¿Necesita algo más señorita Mitch? – preguntó la directora y volteo a verla, pero esta vez la veo de abajo a arriba sin disimulo –

Describir a Michelle no era sencillo. Es una mujer alta, tez bronceada, ojos color entre marrón y amarillos, cabello color chocolate, lleva un vestido blanco ceñido al cuerpo, zapatos altos a juegos y su cabello suelto la hacían ver más perfecta y elegante.

- ¿Le gusta lo que ve? – preguntó cínicamente y finalmente la vi a los ojos y ella alzó una ceja –
- No querría saber mi respuesta, pero ¿puede decirme a que salón pertenezco? – me mira unos segundos y se da la vuelta –


Un rato más tarde llegamos a casa, ya había caído la noche y cuando estábamos apunto de entrar a casa un coche nos hizo voltear a ver, era un Mazda blanco que conozco un poco, sonreí a mis adentros cuando lo vi estacionarse frente a nuestra casa.

Era ella, quién se bajaba como si fuera una princesa de castillo, al alzar la mirada sonrió al vernos, yo babeaba por esa mujer, pero un costillazo me hizo reaccionar miré mal a mi mamá Lana y ella volteó a ver a mi directora como si nada paso.

- Señora Rojas que bueno tenerla aquí – dijo mi mamá Lana y Michelle sonrió amable –
- Es un placer venir, pero me enteré que ya habían dado de alta a la señorita Mitch y quería saber que estaba bien – dijo mirándome y sentía que me desnudaba el alma, hoy sus ojos eran sólo como amarillos –
- Con la ayuda de Alondra estuvo muy bien, sólo tendrá que usar muletas, pero dos meses pasan rápidos – Michelle asentía viendo a mi madre y yo suspiré –
- Estoy cansada, si me disculpan – dije y la voz de ella me detuvo –
- ¿Puedo ayudarla? – preguntó y miré a mis madres quiénes se miraban mutuamente –
- No tengo problema – responde mi madre Judith y mamá Lana cerró los ojos fuertemente –
- Gracias Judith – dijo Michelle y asentí para sentir la mano de Michelle en mi brazo –

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