Daba una vuelta por la aldea asegurándome de que todo fuera bien, desde temprano había bastante movimiento.
Con mi mirada buscaba a mi persona especial y no fue una sorpresa encontrarla en el pequeño jardín que ella misma había creado lleno de flores de colores vivos y radiantes, adoraba la dedicación que ponía en ello y como se entristecía cuando alguna de sus plantitas parecía ponerse en mal estado teniendo que usar sus poderes para recuperarla ya que de manera natural no seria posible.
Siempre recorríamos esta selva y en la mayoría encontraba una nueva flor que luego la recrearía para su propio jardín.
Todo iba de maravilla hasta que note la presencia de un aldeano acercarse a ella con completa confianza, aun mas de la que Nala le daba. Respire profundo mirando desde una buena distancia como hacia todo lo posible por acompañarla.
Mas que nadie sabia que ella adoraba estar a solas con sus plantas, mas de una vez la escuche hablando con ellas y es su momento de relajación por eso se que prefiere estar a solas, solo espero a que me invite y pasar largos ratos rodeados de plantas que parecen apuntar en nuestra dirección, después de todo entiendo porque les habla.
Note como se puso de pie, su ropa resaltaba contra la del chico, estaba vestida muy parecida a mi solo que iba descalza y el cobertor superior era mas fino y largo, una camiseta blanca por debajo de los pantalones que hacia delinear su figura, adoraba apreciarla cuando no se daba cuenta, todo en ella me resultaba divino y delicado.
El chico parecia no entender los intentos de Nala para que se fuera y no queria ser brusca o descortes, me gustaba que fuera tan dulce con todo el mundo pero debia de aceptar cuando algo le molestaba a tal punto de decirle en su cara que se largara.
Al final decidió hacer como que ya no tenia nada mas que hacer allí y se despidió del chico quien aun no dejaba de sonreír como idiota, no pude evitar interferir para que se concentrara en algo mas.
Al parecer no había notado mi presencia cerca de ella por lo que siguió su camino al interior de lo que ahora podíamos llamar casa y no cabaña.
La seguí hasta la casa para hacerle compañía, algo gracioso es que había adoptado mi manía de comer en cualquier momento y sobre todo cuando estaba molesta.
Me dedicaba a verla cortar verduras para el almuerzo con algo de fuerza innecesaria, creo que para quitarse la frustración de no haber podido tener su tiempo de tranquilidad, su cabeza a veces dolía como el infierno y necesitaba ese tiempo de paz, prefería eso porque creía que me molestaba si podía ayuda y lo cierto es que es una gran mentira, no había nada que me molestara pero tampoco quería estar en todo lo que pensara. .
Definitivamente tenia un problema y las verduras no tenían la culpa.
―El señor sonrisas hoy estaba mas amable de lo normal ¿no crees, preciosa? ―la rodee con mis brazos pegándome a su torso mientras acomodaba mi mentón en su hombro, dejé un beso en su mejilla a un lado de la oreja.
Aun seguía preparando la ensalada mientras contestó.
―Yo lo vi igual que siempre. —jamás admitiría que estaba molesta por eso.
―Pero no lo estaba. —continuo con lo suyo tomando otros utensilios que tenia a la mano— Oye, deja de ignorarme. ―rodó sus ojos sin disimular y alce mi ceja.
Di la vuelta a su cuerpo para quedar frente a frente y escuche muy bien como suspiraba pesado.
―¿Qué tiene de malo que estuviera feliz? Quizá le haya ocurrido algo bueno.
―¿Olvidas que puedo leer mentes? ―alejo mis brazos de su cuerpo y comenzó a caminar en busca de algo.
―No quiero saber que pensaba, no soy una metiche. ―se volteó para verme y decírmelo a la cara, la verdad es que amaba tanto su manera ser.
―Tu no pero yo si, mas aun cuando tratan de conquistar a mi chica. —volví a tomar su cintura para atraer sus labios a los míos, al principio sentí como golpeaba mi pecho pero luego siguió el beso haciéndolo que fuera aun mas intenso y fogoso, sus besos eran mi perdición y lo sabía.
―Llevamos juntos hace... mas de seis mil años y no recuerdo que alguien más me hiciera dudar de mi amor por ti, eso no va a cambiar ahora. ―tomó mi mentón para dejar un tierno beso.
―¿Te he dicho que eres el amor de mi vida? ―sonrió con gracia y ternura mientras asentía levemente— No puedo describir lo mucho que te adoro. ―escuchar su adorable risa cuando mi nariz causó cosquillas en su cuello fue maravilloso― Estoy agradecido por siempre haber buscado mi felicidad.
―Y tu la mía, y tampoco puedo describir con palabras semejantes lo que significas para mi. ―nos fundimos en un abrazo― Lo que si puedo describir es el hambre que siento y tu no me dejas terminar. ―quería reír por su expresión pero valoraba mi vida y deseada descendencia en caso de poder tenerla.
―Esta bien ¿Qué necesitas? ―sonrió a gusto ante mi cooperación.
Luego de terminar de preparar todo y pasar a la mesa para comer, nos tomamos un tiempo para conversar de nuevo.
―Sabes, no tienes porque ser tan comprensiva con todos y dejar que iban tu espacio, no esta obligada a tratarlos siempre.
―Lo se pero me sabe mal ser un poco mala con alguno de ellos, aun cuando se que a veces me irrita, de hecho estoy un poco mas irritante desde hace unas semanas, bueno lo sabes bien.
―No eres mala por pedir tu espacio, yo también mantengo cierta distancia aunque me guste compartir tiempo con ellos. ―noté su mueca de malestar y tomé su mano― ¿Qué ocurre?
―No me siento muy bien, siento la cabeza a reventar. Creo que la comida me haría bien pero no fue así, seria buena idea que vaya a descansar un rato ¿me acompañas? Me gusta cuando me haces mimos y abrazas de forma protectora. ―dejamos los platos y cubiertos en el fregadero.
―Me parece una idea fantástica pero que tal si antes de eso podamos hacer algo que quizá calme tu dolor de cabeza. ―alce mis cejas sin evitar sonreír, Nala sonreía también divertida― Creo que podría ser muy bueno para ambos, sobre todo para ti. ―nos iba encaminando a la habitación mientras tomaba su cintura tapada por la fina camiseta que dejaba sentir el calor de su cuerpo.
―Pero trátame con cuidado hoy estoy algo frágil. ―comento cerca de mis labios una vez que la levante por los muslos, enrollando sus piernas en mi cadera.
―No te preocupes mi amor, después de todo no creo que estés despierta para los arrumacos y mimos. ―deje su cuerpo caer con suavidad sobre la cama y deje que el fuego que invadía mi ser nos quemara a ambos.
—
En mitad de la noche desperté sintiendo algo de frío, algo extraño ya que siempre me acompañaba el calor de mi preciosa Nala pero ahora estaba completamente solo y la puerta de la habitación abierta.
Me vestí rápidamente.
No parecía estar en toda la casa y no se escuchaba un solo ruido, de nuevo me encontré con la puerta principal abierta de par en par y noté su figura en medio de la oscuridad mirando a la nada.
―¿Nala? ―me acerqué despacio para no asustarla, de seguro vivida a tener dolor de cabeza.
―No importa el bien que queramos hacer a estas personas, terminaran muriendo de todos modos. ―sentía mi cuerpo comenzar a temblar y mi respiración atascarse.
No podía ser, no podía pasarle a ella.