De nuevo me había escapado para pasar tiempo con la niñas de esta aldea que poco a poco iba creciendo, Ajak decía que iban por buen camino.
Iba abrazando a las pequeñas de una en una conforme se iban abalanzando sobre mi, las mimaba provocando risillas encantadoras.
Había un detalle de hecho y es que Druig me siguió hasta aquí, al principio se mantuvo en una esquina pero luego se acercó a nosotras.
Me miró entrecerrando sus ojos cuando tome su mano y di un mordisco a la manzana que traía.
Aparté mi mirada de él cuando sus ojos se detuvieron en mis labios.
—Creo que el señor Druig a puesto nerviosa a la señorita Alaiha. —rieron cómplices y las reprendí apenas con la mirada.
El tema no se tocó ya que lo impidí por todos los medios, estas niñas saben demasiado y no son para nada discretas.
De nuevo quisieron que las abrazara, decían que había algo en mi que les daba calma y les hacía sentir muy bien. Druig sabia de ese extraño “don”
—Ahora a mi, a mi.
Druig se acercó a donde estaba, estaba un poco inclinado así que si rostro estaba mas bajo que el mio mientras me miraba fijamente, tenia una mirada tan hermosa.
La niñas se rieron cuando tuve a Druig y lo abrace comenzando a acariciar su cabeza con suavidad pero sin dejar de reír por su expresión gustosa.
Dejé un beso en su coronilla y vi como sonreía. Las niñas se mantenían mirando la escena con atención mientras él y yo parecíamos estar en otro mundo, sobre todo él quien no parecía querer separarse de mi.
Al parecer estaba cansado pues luego de unos minutos se quedó dormido, las niñas de forma educada se fueron marchando del lugar pero no sin antes dejar un beso en la mejilla de Druig y otro para mi.
Ahora quien me hacia sentir paz era él así que le seguí con el sueño, no se si esto le caería bien al despertar y verse abrazado a mi pero lo disfrutaría por el momento.