Capítulo 3

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Tom, el de la barba descuidada, presionó unas cuantas cosas en su computadora y diferentes efectos se escucharon mientras preparaban sus instrumentos. Guitarras, bajos, tambores… la batería estaba en un cuarto separado. – Ok, vamos – dijo Tom con una sonrisa que dirigió hacia donde yo estaba. Esto era simplemente, sencillamente genial. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero su imagen a mi no me dijo nada. Podría haber dicho que no a ésta banda. Podría haberme simplemente vuelto a Argentina y hacer de cuenta que ésta banda no existe ni existió su nombre en mi casilla de correos. Soy una apasionada por la música, pero más que por la música, por lo que ésta transmite. Éstos cuatro chicos poco arreglados, poco serios y, como había creido hasta hace solo unos minutos, poco profesionales, solo transmitían buenas vibras desde el momento en que los instrumentos comenzaron a sonar. Los miré, los escuché, presté atención a cada movimiento que daban. A la sincronización entre el guitarrista y el bajista al seguir el ritmo con sus cuerpos, a las miradas que el cantante les dedicaba y a los golpes que el rubio más bajo daba. Tal vez no estaba tan equivocada.

Ellos terminaron su canción y nos despedimos con un apretón de manos. Jost y Bill me acompañaron hasta la puerta

-          Fue un placer conocerlos – dije volviendo a tenderles la mano. – En los próximos días me comunicaré con ustedes para hacerles saber mi decisión final. – Ellos asintieron.

-          Si le parece, señorita Garcia, el jueves tenemos una conferencia de prensa. Si acepta trabajar con nosotros, me alegraría contar con su presencia antes de su vuelta a Argentina – dijo el señor Jost.

-          Lo tendré en cuenta – dije y retiré mi mano del apretón que nos dábamos.  Di un paso atrás y me dirigí a la calle. Tendría mucho que pensar. Tal vez y hasta lo hablo con Martin. Tener una respuesta para el jueves es más rápido de lo que esperaba. En el camino vi un taxi y lo llamé. Volví directo al hotel.

By Tom

-          Hey, David ¿Por qué no nos dijiste que era una chica joven? Me hubiese arreglado – dije revoleandole un almohadón mientras volvía de la puerta.

-          Callate, Tom, vos ya tenés novia y si te escucha, ella va a ser la que te revolee cosas

-          Que chistoso, Bill. En verdad ¿alguno sabía que no era una vieja? – Todos me miraron y levantaron los hombros en forma de respuesta negativa. - ¿Cuántos años tendrá? ¿23, 24?

-          A vos te gustan más grandes, no se que tanto problema te hacés – dijo Georg y yo salí en su busca, persiguiéndolo alrededor del sillón dónde acabábamos de tener la reunión.

-          ¿No les parece raro? – escuché a Bill otra vez

-          ¿Qué cosa? – preguntó Gustav

-          Según lo que buscamos es famosa mundialmente y arma unos recitales y festivales inmensos e impensables ¿cómo lo hizo siendo tan joven? Toda la gente con la que trabajamos hasta ahora no tienen menos de 30 años – lo escuchaba hablar. Yo estaba en el sillón encima de Georg, aún golpeándolo por su comentario anterior, más a las risas que cualquier otra cosa.

-          Vos te hiciste famoso con 15 años sin saber cantar – grité desde el living.

-          No es lo mismo, idiota.

-          A mi no me molestaría trabajar con ella – solté a Georg no sin antes tirarle otro almohadón encima – que sea joven no significa que no pueda trabajar – hablaba mientras iba a la cocina a buscar algo de comer.

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