Capítulo 26

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Al fin era domingo. Creo que nunca había estado tan feliz de volver a ver a Martin. Al final descubrí que todo era que me hacía falta, sí. Peleamos mucho y estuvimos mucho tiempo lejos y sé que volver a verlo me va a hacer dar cuenta que es el único hombre en mi vida.

Nunca contestó si debía pasar a buscarlo al aeropuerto, así que decidí no hacerlo y quedarme en casa cocinando y preparando todo para una buena bienvenida, pequeños detalles que siempre lo hicieron feliz. Va a llegar por la noche así que también puedo usar parte del día para preparar todo para ir a la oficina mañana. Sé que también va a estar contento con mis nuevos cambios de horarios.

Miraba la hora cada cinco minutos, el día parecía no pasar, el sol parecía no querer irse y yo me sentía igual que en nuestra primera cita... nerviosa, aunque no debería. Tengo miedo que todo lo que creo que hoy va a pasar cuando lo vea no pase. ¿Qué si lo veo y ya no es lo mismo? Cerré los ojos con fuerza – Eso nova a pasar – me dije a mi misma.

Tomé mi notebook, preparé algo para la merienda y me puse a ver los mails que había recibido y todavía no contestado... al menos mantendría mi cabeza ocupada. Bajé uno por uno y fui respondiendo hasta que llegué a uno que no había notado... llevaba varios días ahí ya

"Señorita García:

Nos complacería contar con su presencia en la gala de los premios Telehit el 12 de Noviembre del corriente año, dado que gracias a su intervención contamos con la actuación de una banda internacional tan demandada en nuestro país.

Queda de más recordarle que los gastos serán cubiertos en un cien por ciento y que le brindaremos dos entradas a la gala.

Por favor, confirme su asistencia antes del 1° de noviembre.

Saluda atentamente,

El equipo de Telehit."

Ajam... viajar por solo un día, volver a las corridas a Argentinapara el próximo show, eso no me convence tanto ¿Y Jost? ¿Lo habrán invitado también? Al fin y al cabo él es el manager de la banda y si voy yo en su lugar... Eso no podría ser malo para mí ni para la agencia, pero sí para él... Pensé... Si quiero el management de ésta banda tengo que ir y empezar a preocuparme más por ellos... Reí... como si fuera eso posible, ya les estaba bastante encima. Voy a ir, sí. Les contesté.

Seguí trabajando en los mails hasta que fue la hora de preparar la cena. En solo dos horas Martín estaría en casa.

By Martin

Era hora de volver a mi vida normal. En menos de una hora iba a estar en casa.

Ya estaba en el aeropuerto esperando mi maleta y solo tenía una imagen en la cabeza y un sentimiento recorriendo por todo mi cuerpo: soy la peor persona del mundo. No solo traicioné la confianza de Samanta sino que también, sin saberlo ni quererlo, jugué con otra persona, solo pensando en cómo yo me sentía.

Salí esperando encontrar el auto de Samanta en la puerta pero claro ¿cómo iba a estar ahí si la mandaste a callar cuándo te preguntó si hacerlo o no? Pedí un taxi. Veinte minutos y llego. Me subí. Intenté respirar con tranquilidad, calmar mis nervios, bajar ese auto-desprecio. Quince. ¿Estará enojada? Diez. No podía dejar de mirar el reloj. Quisiera verlo a Bill. Cinco. Todo va a salir bien, más que bien. De lejos vi las luces del portal encendidas. Más cerca noté que por dentro también lo estaban a pesar de ser ya media noche. Le pagué al taxista y tomé mi maleta. Antes que éste arrancase, siquiera, la puerta ya estaba abierta y Samanta estaba ahí, descalza, con un saco que le quedaba muy grande... o era grande a propósito. Me miró y sonrió, cruzada de brazos. Le sonreí de vuelta. Ella no tiene la culpa de nada. Llegué a la puerta para ser recibido con un cálido abrazo que rodeaba mi cuello con fuerza. Hacía fuerza para estar en puntas de pie y llegar a esa altura. Con uno de mis brazos rodeé su cintura, sin soltar de mi otra mano la maleta. En esa posición nos quedamos y siento que ella me extrañó más de lo que yo hice. Sentí su cabeza hundirse en mi hombro con fuerza y apreté mi brazo aún más. Todo va a salir bien. Sentí su respiración entre cortada y su cuerpo temblar en mi abrazo falto de cariño. Nos separamos y ella pasó la manga de su brazo por sus ojos. No estaba llorando. No podía estar haciendo eso. Bajó la mirada y luego la volvió a subir, medio sonriendo – Te extrañé – dijo y yo solo sonreí.

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