Tom me ayudó a volver a mi cuarto y aun así le pedí que se fuera de ahí, que me dejara solo, así que se fue al suyo. Teníamos que terminar de empacar nuestras cosas y salir al aeropuerto. Intentamos fingir que todo estaba bien, pero ambos sabíamos que no lo estaba, principalmente yo, porque sus palabras seguían resonando en mi cabeza. Firmamos unos cuántos autógrafos en el hotel y partimos, era hora de volver a casa.
Dunja, Natalie, Markus, decenas de fans nos rodeaban y nosotros teníamos que fingir que nada había pasado, porque nada debería haber pasado. Unos grandes anteojos de sol pueden tapar los ojos rojos a causa de las lágrimas, una sonrisa puede verse bien y dejar a los demás tranquilos, pero por dentro solo quería gritar.
En el fondo me aliviaba volver, por otro lado no. Seguro que Martín le contaría a Jessy y Jerry quienes somos ¿cómo reaccionarían? Bueno, como si eso fuese lo importante...
Todo parece una broma del destino. De todas las personas que podía tener de vecinos, aparece la hermana de Martín. De todas las personas con las que podría trabajar, aparece la novia casi prometida, futura esposa de Martin ¿Qué más falta? ¿Alguno de los productores del c-d es uno de sus amigos de su banda? ¿Alguno de nuestros amigos es su mejor amigo de la infancia? Pareciera que el mundo me lo quiso poner en el camino pero ¿por qué ahora? ¿Por qué a través de Samanta? ¿Por qué tenía que ser ella la que saliera lastimada? Todavía también recordaba su mirada apenada en el almuerzo cuando me dijo que se había peleado con Martin ¿había sido solo eso? ¿Martín le había dicho algo de mí, de lo que había pasado? Tal vez Sam lo había comentado a propósito, tal vez lo sabía todo y quería que yo lo dijera.
Tom tiene razón, solo nos estoy arruinando a nosotros como banda...
Las horas habían pasado, la noche estaba cayendo y el avión a punto de despegar. Un último llamado para apagar los celulares logró sacar de mi cabeza la imagen de Sam, su rostro mientras me contaba lo que había pasado. Decidí escribir y dejar que sea lo que tenga que ser, total, recién leería una respuesta al llegar a Los Ángeles - ¿Qué le dijiste? ¿Te das cuenta que Sam no se merece algo así – y luego lo apagué. Necesito saber que le dijo, aunque no quiero. Si el no dijo nada ¿por qué debería hacerlo yo?
Me recosté sobre el asiento y cerré los ojos. Dormir mantendría mi cabeza desocupada.
By Samanta
El despertador no había sonado... claro, es sábado. Me desperté acurrucada en una esquina de la cama, aún con el pantalón y la camisa que había usado ayer para trabajar. Mi pelo recogido me molestaba. Me giré y Martín no estaba al lado mío.
Recordé la discusión por la mañana y la charla por la tarde. Me quedé dormida en el sillón y no recuerdo haber venido a la habitación. Me senté en el borde de la cama y vi mis zapatos tirados en el piso... ese había sido Martín. Me levanté y los acomodé en su lugar para luego irme a la ducha. En mis ojos se veían rastros de haber llorado, todavía. Salí del baño y escuché ruidos abajo - ¿Martín? – llame desde dónde estaba
- Estoy en la cocina – aun con la bata y el cabello mojado bajé a encontrarme con el desayuno preparado sobre la mesa. Fui a la cocina, donde Martín estaba y lo encontré sacando algunas cosas más para desayunar
- Buen día – dije bajo. Él se dio la vuelta y me sonrió
- Te despertaste
- ¿Qué hora es? – pregunté mientras me acercaba a darle un beso y luego lo atrapaba entre mis brazos, apoyando mi cabeza sobre su pecho.
- Más de las diez – terminó de sacar unos platos y los apoyaba sobre la mesada
- No dormiste en la cama – seguía inmóvil, aun abrazándolo, pegándome a él. No me parecía bien lo que había dicho ayer, me sentía mal y el despertarme y notar que su lugar de la cama estaba intacto me había dolido... porque él estaba dolido, seguro. Llevo semanas siendo otra persona, prácticamente, ya casi no me reconozco y él no se merece eso de mi parte. Ahora solo quería mantenerlo entre mis brazos, sentir su pecho inflarse al respirar y saber que todo está bien, como siempre, como si nada hubiese pasado. Él se quedó quieto ante mi afirmación y no dijo nada – perdoname, Martin. – dije abrazándolo aún con más fuerzas. Sentí que ahora él también me abrazaba
- No me pidás perdón... No tenés que hacerlo...
- Si tengo qué – cerré los ojos con fuerza presionando mi cabeza sobre su pecho y agarrando su remera con ambas manos – por lo que yo dije creíste que no quería que vuelvas a casa y creíste que no quería que duermas en nuestra cama... por lo que yo dije nos peleamos
- No, Samanta, no fuiste vos... yo...
- No, es que estaba cansada, estresada. Mi cabeza está llena de cosas, intento complacerte lo más que puedo, lo juro – el soltó su agarre para luego tomar mi rostro entre sus manos y así dirigir mi mirada, otra vez aguosa, a la suya
- No tenés que hacerlo... si vos sos feliz está todo bien... yo tendría que entenderlo más
- No, no, no, no sos vos. Vos tenías razón, siempre. Tenías razón en que trabajaba mucho, en que no tenía tiempo para vos. Tenías razón ayer, yo no tendría por qué meterme en las cosas que vos ya sabés como hacés... Es que, desde que apareció Bill toda mi cabeza está en otro lado y – me interrumpió
- ¿Bill? - ¿Bill? Lo solté ¿había dicho Bill? ¿había sido tan estúpida?
- Sí... la banda, Bill y todos – él medio sonrió... yo solo sigo cayendo más y más bajo... - perdóname – volví a abrazarlo y pegarme a él, que volvió a poner sus manos en mi espalda y con una de ella me acariciaba la misma, de arriba a abajo, intentando consolarme.
- No me pidás perdón... no tenés que pedirme perdón
By Martin
¿Cómo hacía para hacerle entender que quien estaba mal no era ella? ¿Cómo hacía para no querer gritar que el equivocado acá era yo? Que el que se merecía estar llorando y debía estar pidiendo perdón era yo.
¿Por qué lo había nombrado a Bill? ¿Lo sabía? ¿Le habló? ¿Le dijo algo? ¿Por qué me hacía esto ahora?
La sentía llorar pegada a mi pecho y cobarde solo le decía que no dijera más. La traicioné, la engañé y la que llora y me pide perdón es ella, ilusa, creyendo ser la mala de la película solo porque yo no supe contener mis nervios de que ella descubriese lo que había hecho mientras ella dormía y me esperaba.
Sentía mi pecho humedecerse con sus lágrimas y yo no podía decir nada, no quería, no debía. Ella solo me demostraba amor, arrepentimiento por no poder hacerme feliz y yo no tengo la valentía de decir que yo no me merecía todo lo que hacía por mí. No lo merecía. Porque mientras ella trabajaba y cambiaba su rutina por mí, yo estaba deseando a un desconocido. Porque mientras ella me escribía yo estaba buscando la forma de estar en contacto con Bill. Porque me dejé llevar por la lujuria pudiendo así arruinar uno de sus proyectos principales con la agencia. Porque la engañé mientras ella seguía jurándome amor. Porque si la vida me diese la posibilidad de irme ahora lo haría. Lo haría para ir a buscar a Bill y no me arrepentiría.
No merezco nada de ella, no merezco sus lágrimas, no merezco sus disculpas, no merezco su perdón. No merezco ni sus besos ni sus caricias, ni amanecer a su lado. No merezco que me mire, que me hable. No merezco su cariño. No la merezco.
Me había despertado con la intención de hacerla sentir bien, de agasajarla, de pedirle perdón por la discusión, por irme, por no estar cuando ella volvió. Me había despertado esperando poder volver a empezar pero simplemente no puedo. No puedo si ella cree ser la culpable y yo sigo callado, viéndola culparse, pidiéndome perdón por algo que no hizo.
Volví a separarla de mi pecho y con una mano tomé su mentón para que me mirara y siquiera puedo hacer eso. Posé mis labios sobre su frente, pensando que decir, no pudiendo decir nada, otra vez. Ella exhaló con fuerzas, animada, sentí una sonrisa formarse en su rostro. No puedo. No puedo hacerle más mal.