Jerry había salido a la puerta al notar que había alguien ahí parado y se encontró conmigo mirando en dirección a la casa de sus vecinos. Dos botellas de cerveza en el piso, una casi vacía, la otra sin empezar, se llevaron su mirada y trajeron una pregunta - ¿Qué hacés acá?
- Yo estaba... - no supe que decir. No podía decir nada, no me salía nada
- ¿Estabas con alguien? – lo miré – digo, por las dos botellas
- No... yo... es que me traje dos – él se agachó y tomó la que Bill había traído
- Está caliente
- Sí... creo que mejor vuelvo a entrar – dije serio. En realidad, no tenía mucha expresión, aunque mi cuerpo era un rejunte de emociones, tantas que no podían exteriorizarse.
- ¿Te sentís bien? – dijo persiguiéndome mientras yo entraba y comenzaba a subir las escaleras
- Sí, sí... solo estoy cansado – nunca dejé de caminar. Escuché que el dio solo unos pasos sobre las escaleras pero al ver que no me detenía él lo hizo y volvió a bajar.
Llegué al cuarto y ahí estaba, sobre la cama, el anillo. ¿Qué acabo de hacer? ¿Qué acabo de hacer?
Ese fue el momento en que los nervios me atacaron. El momento en el que pensé en Samanta y en el que noté lo que acababa de hacer. Acababa de besar a un completo extraño. Un extraño del que, lamentablemente, me enamoré. Porque sí, lo hice. Y ella... Pero ella está allá, esperándome, confiando en volver a vernos y yo solo le devuelvo todo de ésta forma. Enojado, tiré el estuche con el anillo al suelo y me eché sobre la cama, enojado, boca abajo. Esperando que alguna respuesta caiga como por arte de magia.
Dos días. Dos días y vas a olvidar esto, lo vas a dejar atrás, vas a volver a tu vida normal, no lo vas a volver a ver, no vas a volver a tener contacto con él y listo, historia resuelta. Sí, eso era. Esa es la solución. Esperar al domingo e irme y dejar todo esto como una idiotez y ya, algo que no debería haber sucedido pero que nadie se va a enterar. Respiré hondo, o eso intenté, hasta que el aire no llegó a entrar más y decidí girarme quedando boca arriba sobre la cama, mirando al techo, con mis pies colgado al borde de la cama. Volví a respirar, inhalar y exhalar con todas mis fuerzas, cerrando los ojos suavemente. Dejando salir todo eso que me llenaba la cabeza y prepararme para volver a bajar y actuar como si nada hubiese pasado. El viernes casi llegaba a su fin, quedaba el sábado y, al fin el domingo, me voy. Es eso, sólo eso.
Minutos más tardes me decidí a salir, más relajado. Podía escuchar que Jerry estaba abajo, comiendo. El hambre también me había atacado.
- Volviste – dijo. Sólo solo medio sonreí y rasqué mi cabeza, nervioso, intentando hacer de cuenta que todo estaba bien porque... todo estaba bien.
- Sí... no me sentía muy bien
- ¿Querés comer? Hay suficiente – yo asentí y busqué un plato y cubiertos para luego sentarme a su lado – Mucha fiesta ¿no? – reí
- Sí... creo que puede ser eso. Pero ya se acaba
- Qué pena, pasamos unas buenas semanas
- Sí... sí – suspiré. Sí, lo fueron.
- Mañana...
- Mañana viene Jessy.
- Sí, por eso. No hagas planes
- No hago planes si no es con vos o con ella, así que... - ambos reímos y el asentía al mismo tiempo