Capítulo 37

40 6 4
                                    

Me desperté como cualquier día laboral, a pesar de haber estado la semana fuera, todavía quedaba un día para ir a la oficina. Escuché el despertador sonar y estiré un brazo a mi lado. Martín todavía no había llegado. Busqué mi teléfono y tampoco tenía algún mensaje suyo. Debería estar por llegar. Fui a ducharme y bajé a preparar el desayuno. Volví a mi cuarto y, mientras buscaba mi ropa escuché la puerta principal abrirse cuidadosamente. Esperaba que viniera directo a la habitación y sin embargo lo escuché entrar al baño y luego sentía el ruido del agua caer ¿Tanto habrá tomado que necesita una ducha con tanta urgencia? Me reí al imaginarlo evitando dejar cualquier rastro de olor a alcohol. Vestida bajé a desayunar. Él seguía sin salir. Me acerqué al cuarto de baño y golpeé a la puerta - ¿Estás bien? – pregunté ya preocupada

-          Sí, sí. Necesito despabilarme. Podés empezar a desayunar sin mi

Volví a bajar las escaleras y desayuné, no tenía tiempo que perder. Recién al terminar yo él salió de la ducha, aún medio mojado. Yo ya estaba lista para salir

-          ¿Así vas a ir a trabajar? – él me miró sin entender – Hoy das clases, en dos horas.

-          Ah... sí. No, después me cambio – comenzó a caminar al cuarto

-          Me parece que tendrías que haber pensado mejor antes de volver tan tarde y tomar tanto

-          ¿Quién dijo que tomé tanto? – sonaba nervioso, tal vez enfermo ¿se sentiría bien?

-          Que llegues a ésta hora, directo a la ducha no me dice otra cosa ¿Seguro estás bien? – comencé a seguirlo

-          Sí, Samanta, te digo que estoy bien.

-          ¿Tus compañeros no trabajan hoy?

-          ¿Qué compañeros?

-          Con los que Saliste, Martín ¿qué te pasa? ¿No querés que llame a un médico?

-          No exageres. No, ellos no

-          Bueno, deberían haber tenido más consideración con que vos sí – dije ya más enojada

-          Me parece que ya estoy grande para saber lo que hago y lo que no. Se te hace tarde

-          Veo que no te hace bien andar de viaje. Menos mal que dejaste de trabajar en la agencia, así no te soportaría ni dos días – el siguió caminando a la habitación, yo estaba a mitad de las escaleras

-          ¡No tengo quince años, Samanta! Se te hace tarde.

-          ¡Me importa una mierda que se me haga tarde! – y terminé de subir las escaleras en su búsqueda - ¿qué mierda te pasa, Martin? – lo tomé de un brazo obligándolo a girarse en mi dirección

-          ¡Te dije que estoy cansado! – y corrió su brazo de mi agarré de un fuerte tirón que por poco me hace perder el equilibrio – y sí, menos mal que dejé de trabajar con vos. Al menos yo tengo una vida y amigos con los que salir

-          ¡Te podés ir a la mierda, Martín! – grité enojada yéndome – Si no se te pasa éste humor mejor ni vuelvas hoy

-          ¡También es mi casa!

-          ¡La que trabaja por mantenerla soy yo, así que no te quiero ver hoy acá! – dije antes de salir por la puerta principal, cerrándola de un golpe.

Me preocupo por él y me trata de esa forma. La ira recorría cada centímetro de mi cuerpo haciéndolo temblar. Me subí a mi auto y comencé a manejar hacia mi oficina. Iba manejando más rápido de lo debido, pero el enojo me manejaba y sí, estaba llegando tarde. Una sirena detrás de mí me obligó a parar. Perfecto, una multa. La tomé sin decir palabra alguna y seguí mi camino. Minutos más tarde llegué. En la entrada Lia quiso acercarse a hablarme pero seguí de largo. No estaba de ánimos para nada, ni reuniones, ni charlas, ni nada. Me metí en la oficina y cerré la puerta. Dejé mis cosas al lado de mi silla y me senté, dejando caer todo el peso físico y mental sobre ella. Abrí mi computadora y lo primero que vi fue un correo electrónico que había sido enviado minutos atrás. Lo abrí. Querían una entrevista con Tokio Hotel antes que se vayan. Tomé mis carpetas y miré sus horarios, tenían media hora libre. Intenté llamar a Bill pero no me atendió. Probé con Tom. Tampoco. Era muy temprano. Lo confirmo yo, entonces. Me pasé las siguientes horas respondiendo mails y firmando contratos. No quería hablar con nadie y al medio día tenía que estar en el hotel de los chicos por los meet and greets y lo había olvidado por completo.

GirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora