No sé de dónde saqué la valentía de decir eso, el coraje que necesitaba y no llegó en el mejor momento, pero llegó. La vi en sus mejores y peores momentos, la vi llorar de tristeza, de cansancio, de enojo, de dolor pero éste llanto no se comparaba con nada que podría haber visto antes en ella. La había lastimado como nadie, había traicionado su confianza, había hecho todo lo que le había prometido no hacer.
Si pudiese volver el tiempo volvería minutos atrás, me obligaría a no decirle nada.
La vi salir conteniendo las lágrimas, conteniendo palabras, conteniendo todo en ella. La perseguí con la esperanza que dijera algo, que me mirara, que hiciera algo, pero solo se dignó a tomar sus cosas y salir. Podría haber salido tras ella pero supe que algo más que ignorarme no iba a hacer y lo tenía merecido. Merecido su enojo, su desprecio, su odio. Vi la puerta cerrarse frente a mis ojos y no puedo siquiera recordar algo bueno de nosotros para calmar mi ánimo, porque su rostro lleno de lágrimas era lo único que cruzaba mi mente. Necesitaba despejar mi cabeza, entender que es lo que acababa de hacer, de decir y sólo puedo decir que me arrepiento de todo, de lastimarla de tal manera. Todas y cada una de las cosas que le dije me iban a pesar en la cabeza por un buen tiempo y todo fue por un llamado, un bendito llamado de la persona equivocada y mi maldita cobardía de no poder decir la verdad, de no saber soltar las cosas ¿cómo había sabido que era Bill el que llamó? ¿en qué momento lo vio? Bill... maldito el momento en el que lo conocí. De no haberlo conocido Samanta estaría bien, no la habría lastimado de tal forma ¿por qué no supe parar en el momento adecuado? ¿Por qué no pude decirle de una vez que no quería estar más con ella a penas lo supe en vez de esperar? No quería creer que ya no la amaba, no después de haber dejado todo por ella, no después de haber planeado mantenerla a mi lado para siempre, aunque en el fondo agradezco que, de aparecer, lo haya hecho ahora, antes que hubiese sido demasiado tarde y ya no pudiese dar marcha atrás. Al menos ahora puedo volver a él... volver... ¿a dónde? ¿A dónde iba a ir? No me puedo quedar acá, no sería justo para Samanta, debería volver a Estados Unidos pero ¿a dónde? Vendí mi departamento, vendí todo lo que tenía allá ¿a lo de mis padres? No, preguntarían mucho... Podría... Busqué mi teléfono y marqué el número de Jake esperando que me atienda pero el ruido de la puerta me hizo apartar el teléfono de mi oído y esconderlo, como si estuviese haciendo algo malo. Era Samanta. La miré sorprendido pero ella ni se percató. Noté que seguía llorando y sin correr los ojos de su camino se dirigió a nuestra habitación. La seguí pero cerró la puerta frente a mi cara. Escuché mi teléfono sonar desde la sala de estar y preferí no prestarle atención y golpear a la puerta que me separaba de Samanta - ¿Puedo entrar? – dije bajo. No obtuve respuesta - ¿qué estás haciendo? – dije mientras escuchaba ruido de puertas y cajones abriéndose y perchas cayendo al suelo - ¿Me podés abrir? – seguí insistiendo. Los ruidos seguían pero no había rastros de su voz entre estos. Pasó un largo rato hasta que la puerta se abrió. Yo estaba sentado en el suelo al lado de la puerta y ella salió con una maleta siendo arrastrada por una de sus manos - ¿qué haces? – pregunté sorprendido
- No voy a pasar la noche acá – dijo mientras bajaba – ni la semana, supongo. Para que tengas tiempo de ordenar tus cosas e irte y ésta vez lo digo en serio – bajaba las escaleras con dificultad debido al equipaje que cargaba. Intenté tomarlo y ella lo estiró de un tirón que la hizo tambalearse entre los escalones – No – siguió – yo puedo sola y si no puedo me las arreglo, como voy a tener que hacer desde ahora – sonaba igual de enojada que antes. La voz volvía a temblarle. Siguió su camino hasta la puerta sin mirar atrás. Yo estaba confundido, no sabía qué hacer, que no hacer ¿qué se supone que se hace en una situación como ésta? Mi teléfono seguía sonando y me desesperaba. Ella cruzó el portal del departamento y la seguí hasta el garaje. Quería decirle que no se vaya, que no era necesario pero si no lo hacía yo iba a tener que irme hoy ¿a dónde? Es egoísta de mi parte, lo sé, pero ¿qué más puedo hacer? Ella seguía sin decir nada. Metió su valija en el porta equipajes y logré tomar su brazo antes que abriera la puerta del piloto
