Fue algo que no debí hacer. Al separar nuestros labios solo pude mirarlo con sorpresa por lo que acababa de pasar. No él, si no yo. Nunca hice algo así. Nunca me pasó algo así con alguien... con alguien como él. Yo... Yo solo quería hacerlo y no me importaba. Yo solo quise besarlo sin importarme quien o que era. Sabía que iba a pasar en el momento que decidí acercarme más... y más. Quería hacerlo, es imposible negarlo pero ¿y Samanta? ¿Y el casamiento? Martin ¿dónde quedó todo? No puedo creer que esto me pase. Mi vida fue... es... Ni yo sé lo que es. ¡Es un hombre! ¡Es un hombre que no conocés! Cerré los ojos y comencé a negar con la cabeza gacha, lentamente, preocupado por mí, por Sam, por él. No sabía de dónde salían todas éstas cosas. Por primera vez estoy analizando lo que me pasa con él y me siento mal. Me siento raro. Siento que me mentí a mí mismo, o me miento ahora. No sé de donde sale éste calor dentro mío al tener a Bill a mi lado, en frente mío. Esos nervios cada vez que me mira, cada vez que lo miro. Y se atreve a pedirme perdón, como si fuera suya la culpa. Como si no fuera yo el que tiene la cabeza dada vuelta. Como si no fuera yo el que debería estar pensando en su futura mujer. Intentaba disimular mis nervios, mis ganas de volver el tiempo minutos atrás. No podía mirarlo. No me atrevía. Mantenía mi cabeza gacha, aún con la cerveza en mi mano derecha, con ambos brazos apoyados sobre mis piernas generando un sostén donde mantenerme. Lo miraba de reojo, claro que lo hacía. La mitad de mi quería... más de la mitad. No había tocado su cerveza. Lo sentí acomodarse sobre sí porque nuestras piernas chocaron. Yo seguí sin inmutarme. Vi y sentí uno de sus brazos bajar – yo... - dijo al mismo tiempo que sentí en mi brazo, el tacto del suyo, contrayéndose, se quería ir. No quería que se vaya, no ahora. Casi en un acto reflejo y siendo el único movimiento que hice hasta el momento, apoyé mi mano izquierda sobre su mano derecha que seguía en el piso, acorralándola entre mis dedos, agarrándola – No... - pensé que decir, como decirlo, rápido, Martin – solo... quédate un poco más – dije bajo, tan bajo que no se siquiera como llegó a escucharme, porque lo hizo, porque se quedó. Lo dije con miedo, con preocupación, con dudas, con ganas. Me quedé en esa posición por unos minutos, cerré los ojos y respiré lo más profundo posible, intentando aclarar mis ideas. Sostuve con más fuerza su mano. Él solo se mantuvo ahí, quieto, sin decir nada. Sentía su brazo temblar, un poco, lo intentaba disimular. También me ponía nervioso el tacto pero ésta vez quería, casi necesitaba que se quede acá, conmigo. Lo quería desde que lo vi y quise negarlo. Y quisiera poder negarlo. Sonreí al notar mi mano agarrando la de Bill, recordando el corto beso y pensando como Samanta nunca creyó en el amor a primera vista. Mi sonrisa desapareció y atenté a quitar mi mano de su lugar. Ese maldito nudo en el estómago volvió.
- En verdad, lo siento... no quise – volvió a hablar.
Sin cambiar mi posición solo giré mi cabeza y lo miré. Una media sonrisa salió casi burlándose de su inocencia. Lo notó y no siguió hablando, pero yo seguí mirándolo. Tiene algo. Tiene algo que cuándo lo mirás, simplemente no crees que pueda ser verdad. Tiene algo que simplemente te pide a gritos que busques y que encontrás en cada centímetro suyo. Tiene algo que te llena, pero te vacía. Te revuelve y te vuelve a acomodar. Y no, no puedo negarlo. Sonreí, ésta vez con más ganas. Seguía mirándolo y él a mí. Notó mi sonrisa y pareciera que le había quitado un peso de encima, el mismo que yo cargaba. También sonrió. Volví a afirmar mi mano sobre la suya, envolviéndola, ya no permitiendo que toque el suelo en su totalidad, pues ese lugar lo ocupaban ahora mis dedos que contorneaban su mano hasta sostenerla y sostenerlo, hasta pedirle que no se vaya sin siquiera tener que decirlo. Miró nuestras manos y ahora fue él el que se corrió y de un tirón separó la unión. Boquiabierto lo vi pararse y mirarme tan confundido como yo lo había hecho, tan confundido como yo me siento y miró la puerta de su casa, ahora nervioso. Yo seguía en el suelo, mirándolo, sin saber qué era lo que pasaba.
