- Que es obvio que está engañando a Samanta con otra... u otro
- Tom
- No lo vas a defender ¿no?
- Tom
- ¿No?
- Estuvo conmigo. – Tom me miró fijo sin decir palabra alguna. Su mirada fija me dejó helado, esperaba que al menos dijera algo pero, al contrario, solo se levantó de la cama y salió del cuarto, dejando la manzana que tenía en la mano a medio comer sobre una mesa en el camino a la puerta. Lo observé irse ¿a dónde? Éste era su cuarto. No podía salir porque afuera teníamos una horda de fanáticas esperando la oportunidad de verlos... a mi cuarto no iba a entrar, aunque, ahora a dónde había ido era lo que menos me preocupaba. Lo importante era ¿tan mal estaba que lograse que él prefiriera irse sin abrir la boca? ¿Tan mal? No podía ser de otra forma. Tal vez sí era la persona correcta pero no llegó en el momento indicado... yo no llegué en el momento indicado y voy a tener que vivir con eso. No puedo hacerme esto a mí, hacerle esto a Sam ¿por qué tenía que ser la pareja de Sam? ¿Por qué tenía que estar a punto de casarse? ¿Por qué tenía que ser tan idiota de caer ante la primer cara bonita que me miraba? No era la primer cara bonita... ¿Qué es lo que me hizo caer, entonces? Siquiera creo merecerme todo esto, no hay razones para merecerme pasar por esto.
Aun sin poder caminar bien, salí del cuarto y comencé a recorrer el hotel en busca de Tom... Idiota ¿por qué se fue? Hubiese preferido que se quedara y me gritara, que dijera algo. Que se quedara callado solo lograba ponerme peor y lo sabía. El dolor en mi pierna aumentaba con cada metro que avanzaba, pero tenía que encontrarlo. Necesito que diga algo, no puede dejarme así, irse porque sí... No ahora, no en éste momento, no cuando estoy mal y lo necesito para Aconsejarme.
Recorrí cada piso del hotel sin encontrarlo y ya agotado volví al ascensor y ahí noté que me faltaba un piso: el garaje. Apreté el botón que me llevaría al último lugar posible para encontrarlo.
Lento me adentré en el lugar, plagado de autos y el aroma a cigarrillo me guío a quien buscaba. Estaba apoyado contra una columna. Seguí acercándome – Señor, no se puede fumar aquí – dije forzando mi voz a sonar más gruesa
- Oh, lo lamen... Ah, sos vos – dijo al darse la vuelta y verme caminando en su dirección – deberías estar acostado
- Vos no deberías haberte ido
- ¿Qué iba a hacer? ¿quedarme ahí viendo cómo te regodeas de haberte acostado con Martín? – dijo irónicamente, soltando una risa para nada cordial.
- ¿Cuál es el problema? ¿Por qué te molesta tanto, Tom?
- ¿Por qué me molesta tanto? – se giró para quedar frente a mi
- Si ¿por qué así? ¿Por qué al punto de irte? ¡Prefería que te quedes y me digas algo!
- ¿Qué querías que te dijera?
- No sé, Tom. Algo
- No te voy a aplaudir que decidas arruinarle la vida a alguien con quien intentamos trabajar ¡nos terminas arruinando a nosotros!
- ¡Yo no lo sabía, Tom! ¡Vos tampoco!
- ¡Desde un principio sabías que estaba en pareja, Bill y no me digas que no! – arrojó el cigarrillo que tenía en la mano lejos suyo. Nuestros gritos se podían escuchar por todo el piso, retumbando en cada ventana de cada auto. Estaba enojado. Por primera vez en mucho tiempo lo volvía a escuchar realmente enojado
- Yo no podía saber que era Samanta con la que estaba
- ¡¿Y qué importa?! Y no me vengas con eso que estás enamorado porque nadie se enamora de un día para el otro
- ¡Vos no sabés lo que es estar enamorado! Eso pasa. No lo sabes ¡y no lo vas a saber nunca!
- ¡¿Yo no lo sé?! ¡Disculpeme señor dueño del amor pero el que acá lleva años en una relación soy yo, no vos! ¡El que de acá vuelve y tiene una persona esperándolo soy yo, no vos! Y, para mejor, yo no fui tercero en discordia en ningún momento – sus palabras me lastimaban, sus gritos me lastimaban, su mirada llena de furia me lastimaba - ¿Sabes que es lo peor? ¡El pasó la noche con vos y se volvió a su casa con otra persona! ¿Por alguien como él vas a estar así cómo estás? ¡¿Te das cuenta que siquiera vale la pena?!
- Él me dijo – comencé a hablar más bajo pero él me interrumpió con sus gritos
- ¡¿Te dijo qué?! ¡¿Qué iba a dejar a Samanta para irse con vos?! – negué con la cabeza bajo su mirada acusadora - ¿Qué lo esperes? ¿Qué te iba a buscar? ¡¿Y vos le crees?! ¿¡Tan idiota sos?! Bill, ya no tenés quince años – mis ojos comenzaban a aguarse y la voz ya no quería salir. Tom era sincero y la sinceridad, la verdad, lastima. Lastima caer en la realidad, duele. Porque por un momento creí en algo así. Creí que Martin podía llegar a quererme y las palabras de Tom solo llegaban como puñaladas que destrozaban cada uno de mis pensamientos - ¡No lo va a hacer! ¡No la va a dejar! ¡Se va a casar! ¡¿Sabes qué va a pasar?! ¡Vamos a seguir trabajando con Samanta y ella te va a hablar del casamiento y de lo buen marido que es y vos... vos te vas a acordar todas esas estupideces que él te dijo y no vas a decirle nada! ¡Él va a seguir siendo una basura, ella va a vivir una mentira y vos vas a quedar a un costado! – las lágrimas caían de mis ojos. Sus palabras dolían más que cualquier otra cosa que pudiese haber sentido. Me golpeaban interna y externamente. Era caer, dejarme caer al vacío. Haber conocido a Martín, haber caído en su trampa era caer en el vacío y las palabras de Tom eran el impacto contra el suelo - ¿Cuándo lo vas a entender, Bill? – Su voz sonaba varios tonos más baja pero la ira seguía ahí. La sentía en cada una de las silabas que pronunciaba.
- Gracias, Tom – dije irónicamente dándome la vuelta. Sí, quería que me bajase a tierra pero no era necesario escuchar todo lo que dijo. Lo escuché dar dos pasos detrás de mí y su mano alcanzó mi hombro, el que moví rápidamente evitando que siguieran en contacto – No – seguí caminando pero paré para darme vuelta al escucharlo decir mi nombre - ¿No dijiste demasiado ya? ¿No te bastó todo eso? ¿Seguís tiendo palabras para hacerme más mal?
- Yo no quise – interrumpí
- ¡Pero lo hiciste! ¿¡Te crees que yo quería esto?! ¡¿Te crees que busco las formas de quedar como idiota constantemente?! ¡No, no lo hago! ¡De poder elegir elegiría no haberlo conocido pero lo hice y sí, sé que hice mal, sé que no debería haber hecho nada de lo que hice, sé que Samanta no se lo merece pero ¿qué me merezco yo?! ¡Tal vez sí soy un iluso y creo que alguien me podría amar de la misma forma que yo estoy dispuesto a hacerlo ¿cuál es el problema?! – hablaba... gritaba sin dejar de llorar. Las lágrimas caían desde mis ojos, cruzando mis mejillas, directo al piso. Algunas se perdían en el camino y terminaban en mi boca pero ninguna se quedaba dentro de mis ojos, ni aunque intentara no llorar. Estaba dolido, Tom tenía razón en todo lo que decía. Martín me había usado y luego había vuelto a su casa, junto a Sam. - ¡Al menos lo intento! – cubrí mi cara con mis manos y él cedió a su enojo para acercarse y abrazarme.
- A veces intentar no alcanza si la persona no es la indicada y eso tenés que entenderlo, Bill. Él no lo es, aunque te duela. Si no querés hacerlo por vos, Hacelo por Samanta ¿se merece ella que le hagan esto? Ella confía en los dos. Desde que te conoció tuvieron esa "chispa", como le decís vos ¿vas a arriesgarte a perder eso? ¿Vas a permitir que él siga engañándola mientras ella cree que él está solo con ella? – yo negaba apoyado sobre su hombro – Aunque te duela, Bill, no podés hacer nada más. Él no los merece, ni a vos, ni a ella. La diferencia es que vos lo sabés y podés alejarte y hasta podés optar por hacer que ella se aleje... pero no podés dejar que te vuelvan a hacer esto. Ya lo pasaste una vez y estuve ahí para apoyarte, y voy a estar siempre pero ésta vez quiero que lo evites. Quiero que evites volver a caer. Hacelo por vos, por Samanta... por mí.
