Martín había comenzado a escribirme poco después de la llamada. Todo se destruia poco a poco. Me encerré en mi cuarto para que Tom no hiciera más preguntas, porque al solo verme escribir supo que algo sucedia. Samanta sabía todo. Samanta sabía que me metí en el medio de su relación. Samanta sabía que su novio la había engañado conmigo. Y yo sé... yo sé que esto puede terminar muy mal para mi.
Mi teléfono sonaba con las respuestas que Martin daba a mis preguntas. ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? ¿Por qué no quedarse en lo de Jessy?
Pregunté que podría sospechar ella, más allá de saber que es lo que había pasado acá en sus vacaciones, no sabía nada más... más que el había estado con otra persona en Argentina... que también soy yo... Soy un idiota. Mi teléfono volvió a sonar y seguí leyendo
- No puedo simplemente un día acabar mi relación con la que iba a ser mi futura mujer e irme a lo de mi hermana para estar al lado de la persona que ella sabe que me gusta. – el mensaje seguía pero quedé mirando esas últimas palabras. Sentí el corazón pararse por unos minutos ¿escribió eso en verdad? ¡Acaba de separarse como va a decir eso! ¿por qué lo hace? ¿por qué lo dice? ¿por qué ahora? ¿Y Sam? ¿qué hay con Sam? ¿Yo le gusto?
- ¿Yo te gusto? – tenía que preguntarlo, quedase mal o no, ahora lo único que me importaba era esa frase y escribí eso sin pensarlo dos veces, sin siquiera terminar de leer el mensaje que él me había enviado, con el corazón a punto de estallar de... no sé de qué.
- ¿A qué viene esa pregunta, Bill?
- Lo acabas de escribir
- ¿Y qué hay con eso?
- Nada... sólo que no esperaba que así fuera – el sentimiento que recorría mi cuerpo era bastante confuso. Desde aquella vez que accidentalmente, o no tan accidentalmente, abrió la puerta de la casa de su hermana, no pude dejar de pensar en él. Sé que me enamoré de él, me guste o no, le guste a Samanta o no, no pude evitarlo y me arrepentí cada día de haberlo hecho desde la noche que pasamos juntos, porque pensé solo en mí, siquiera en él. Pensé en mí y en cómo me sentía yo, en que, después de ese día, él tampoco me sacaría de su cabeza y ahora que acababa de decirme lo que esperaba dijera desde hace ya un tiempo, pareciera que lo escribió porque sí, sin siquiera entender lo que puso, sin siquiera pensar en cómo yo iba a recibir ese mensaje y lo toma tan a la ligera... Envié ese mensaje pero sin intenciones de leer lo que pudiera seguir escribiendo. Dejé el teléfono a un lado de la cama y bajé a beber algo.
Tom estaba en la cocina, lo vi de espalda. Me acerqué lentamente a buscar un vaso y algo de agua. Mi cuerpo temblaba. Tom lo sabía. Tom sabía por qué me fui, con quién estaba hablando. Estaba ahí, quieto, a la espera de mi voz. Lo sé.
Yo solo tomé mi vaso y me dirigí al jardín, callado, aún nervioso. Los perros de ambos corrían por el mismo. Me relajé sobre mi reposera, o al menos lo intenté, pero unas manos apoyándose sobre mis hombros me volvieron a mi estado anterior. Tom se había apoyado sobre mi, a mis espaldas. Desde su lugar, primero apoyó su cabeza sobre la mía, al tono de - ¿Qué voy a hacer con vos? – Yo seguí sin moverme. El bajó su cabeza para quedar a centímetros de mi rostro., aunque su cabeza estaba dada vuelta y sus cabellos sueltos cayeron también frente a mi. Me miraba fijo, al igual que yo a él. Estaba esperando que se lo dijera y yo esperaba que el nudo en mi garganta desapareciera. Ambos estábamos en silencio, yo con mis manos en mi vaso y él con las suyas en mis hombros, todavía. Me miraba acusador y eso me ponía aún más nervioso. Abrí la boca para tomar aire, decidido a decir algo, hasta que la voz de Jerry me salvó
- Hey, chicos – dijo desde su jardín, haciendo que Tom rápidamente se corriera de donde estaba y que yo me girara en su dirección. Ambos lo saludamos con un leve movimiento de cabeza. Él ya estaba acostumbrado a ver este tipo de situaciones, que en un principio notamos le incomodaban en cierto punto, razón por la cual ya no hacía comentarios al respecto – Hace varios días no los vemos por acá. – como siempre, llevaba una botella de cerveza en su mano y sonreía. Los nervios volvían a mi ¿Martin les había dicho algo?
- Estuvimos de viaje – dijo Tom
- Si, Jessy me dijo que los había visto irse, pero no los sentimos volver.
- Es que llegamos cansados
- Una pena, saben que al día siguiente que se fueron vinieron a casa mi cuñada y Martin... podrían haberla conocido y contarle de su banda – y mientras reía tras su comentario recordé que, antes del show en Mexico, Sam me había contado que habían estado en Los Ángeles y volvió el nudo a mi estómago. Volví a recordar todo y a sentirme mal conmigo mismo, a pensar en Samanta sola, en Martin diciéndole todo.
Me levanté de mi asiento y volví a mi habitación sin siquiera decir palabra alguna. Tomé el teléfono, esperando encontrar su respuesta que me hiciera terminar de decidirme a dejar todo, dejar de pensar en él, entender que estuve mal pero que no lo volvería a hacer, no, porque Sam no se merece algo así, pero me encontré con todo lo opuesto – No habría terminado con Samanta de no ser así – decía el primero de los dos mensajes que me había enviado. Había logrado llenar ese espacio vacío pero también había logrado hacerme sentir más asco conmigo mismo. Lo había hecho por mí.
By Samanta-
Me desperté cerca del mediodía. La casa estaba en silencio, mi cabeza dolía, sentía mis ojos pesados e hinchados... eso era culpa del llanto. Mi teléfono había sonado varias veces por la noche y no lo había escuchado y recién ahora veo las llamadas perdidas de Martin ¿por qué me llamaba? ¿qué más quería? ¿qué más tenía para decir? Ignoré por completo todas esas notificaciones y volví a dejar el teléfono a un lado, ignorando también las notificaciones de mails que tenía. No tengo ganas de nada ahora mismo. Despierta y todo, no encontré ganas de salir de la cama y me volví a acurrucar dentro del cubrecamas. Escuché pasos frente a mi puerta, deteniéndose y volviendo a alejarse. Esa seguro era mi mamá.
Volví a caer dormida, supongo que por un par de horas. Me desperté confundida al escuchar golpes en mi puerta. Mamá entró por la misma, yo seguía sin moverme - ¿No tenés hambre? – yo solo negué con la cabeza. Quería volver a llorar, sentí mis ojos volver a llenarse de lágrimas, más aun no quería volver a llorar frente a ella. – Dormiste todo el día, Sami – la sentí sentarse a mi lado y con una mano limpié las lágrimas de mis ojos – Cociné tu comida favorita – siguió. Si contestaba iba a llorar, al igual que ayer, como si no hubiera mañana. Me acurruqué aún más, escondiendo mi cara entre mis brazos. Ella apoyó su mano sobre uno de mis brazos y lo acarició, suavemente – cuándo quieras tenés comida allá abajo.
Sentí las lágrimas caer otra vez al volver a escuchar mi teléfono vibrar a mi lado. Es seguro que es Martin ¿quién más iba a insistir tanto? Por cada llamada peor me ponía. Pocos minutos después tomé el teléfono y lo apagué. Volví a acostarme y seguir durmiendo... es lo único que ahora necesito.
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