Capitulo 47
Con Tom seguíamos sentados en el sofá de la sala de estar, en silencio, ya no había nada que decir. Pumba y Cali nos acompañaban, quietos también. Mi teléfono volvió a sonar. Miré la pantalla que tenía el nombre de Sam. Mi mirada se dirigió a Tom ¿debía atenderla? ¿Qué es lo que tanto quería hablar conmigo? Tom asintió con la cabeza, sin necesidad de haberle dicho nada, sin siquiera haber visto quien era quien llamaba. Tomé el celular y atendí, nervioso, casi susurrando - ¿Hola? ¿Sam? – dije vergonzoso por todo lo que venía pasando pero en menos de dos segundos la llamada había terminado. Miré el teléfono confundido y volví mi vista a Tom que se preguntaba lo mismo que yo - ¿Qué pasó? – me dijo. Yo solo alcé mis hombros en forma de respuesta – Tal vez no esperaba que la atiendas vos
- ¿Cómo no? Es mi teléfono – dije volviendo a colocarlo a mi lado
- Bueno, pero cada vez que llama la atiendo yo porque a mi hermanito le da miedo hablarle – se burlaba ¿cómo podía burlarse de mi en éste momento?
- No es gracioso, Tom
- No, a vos no te parece gracioso
- ¿Sabrá ella que yo...?
- Algo debe saber, Bill... - yo lo interrogué con la mirada – la forma en que habló hoy, eso de querer hablar sólo y sólo con vos... por algo debe ser.
- Pero debe saber que vos sabés
- Pero no es lo mismo, ella quiere que se lo digas vos
- ¿Por qué?
- Porque sí, Bill, yo acá no tengo nada que ver
- ¿Por qué habrá cortado?
- Tal vez lo marcó sin querer
- Sam no marca mi número sin querer
- Al menos admitís que te llama porque quiere
- Siempre son cosas de la banda – el revoleó los ojos. Ambos volvimos a nuestra posición inicial, recostados con un perro al lado de cada uno. ¿Por qué había llamado? Siquiera la había escuchado cerca del teléfono... tal vez sí había marcado sin querer.
Mi cabeza trabajaba a mil por hora. Todas las posibilidades de todas las razones por las que ella podría querer hablar conmigo pasaban por mi mente y podía refutar todas y cada una, menos las que tenían que ver con Martín ¿en qué me metí? ¿Por qué no paré cuando pude? Cubrí mi cara con mis manos y sentí un nudo en el estómago que me hizo sentir peor de lo que ya estaba. Si no lo sabe, lo va a saber, eso es seguro ¿qué va a pasar cuando lo sepa?
By Samanta
- ya no te amo
- ¿Cómo qué no? ¿por qué? Martín hoy mismo me dijiste que me amabas, no podés decir esto
- Quería creer que sí, Samanta, te juro pero no puedo, no lo hago
- ¿Por qué no? ¿Qué hice?
- No sos vos...
- ¿Entonces qué? – la voz ya casi no quería salir de mi boca pero necesitaba saberlo ¿por qué no?
- Hay otra persona, Sam – tardé en reaccionar a esa oración. Mis ojos se fijaron en su rostro, preocupado, con las mejillas humedecidas por las lágrimas que habían caído y seguían cayendo. Para mi sorpresa, yo había dejado de llorar pero el nudo en mi garganta se había vuelto tan grande que ya no podía hablar. Sentí que perdía todas las fuerzas que tenía y que mis piernas no podían sostenerme ¿qué acababa de decir? Lo miré confundida, aturdida, dolida, esperando que me dijera que era una broma. Tenía que ser una broma ¿cómo podía haber otra persona? ¿cómo? No es posible, si nuestras vidas se centran en el otro hace ya tres años. Hace tres años que mi vida se centra en él y la oficina, pero él por sobre todo, aunque no lo demuestre ¿qué me queda sin Martín? Mis ojos seguían fijos en los suyos – Perdoname, Samanta, por favor. Intenté evitarlo, no sé cómo pasó, pero pasó y yo... yo ya no te amo como lo hacía y siquiera me sale intentarlo – su voz temblaba, hablaba bajo y no dejaba de mirarme. Sé que podía ver como palabra a palabra me destrozaba por dentro completamente. Intentó acercarse a mí pero uno de mis brazos se interpuso en el camino entre su cuerpo y el mío, obligándolo a mantener distancia, mientras que con mi otra mano cubría mi boca, de la que no salía ni un mínimo sonido. Comencé a temblar, nerviosa. No podía creer lo que pasaba, lo que escuchaba. Comencé a negar con la cabeza mientras las lágrimas volvían a caer
- No – fue lo único que atiné a decir – no, no, no – repetí.
- Perdoname, por favor
- No, no, no, no – seguí mientras lentamente me alejaba de él, caminando de espaldas, sin dejar de mirarlo
- No me hagas esto, por favor, decime algo Sami
- No me digas Sami – junté todas mis fuerzas para lograr decir esa frase, entre lágrimas ¿cómo se atrevía? Seguí alejándome, lentamente, aunque no era exactamente lo que quería. No sé qué es lo que quiero. Mi cuerpo seguía temblando y en un momento quedé aprisionada contra una pared. Me sentí pequeña, diminuta, lastimada, engañada, pisoteada y todo por el hombre al que le había dado todo de mí los últimos años de mi vida. Cubrí mi rostro con ambas manos y dejé que el llanto se apoderara de mí. Me sentí caer, ya que mis piernas no querían sostenerme más, pero sus brazos me agarraron a tiempo y me aprisionaron contra su pecho, el que comencé a golpear con todas mis fuerzas hasta no poder más y rendirme ante las lágrimas, aún prisionera de su cuerpo. Él besó mi cabeza, repitiendo una y otra vez que lo perdone ¿cómo podía pedirme eso?
Mi llanto fue lo único que se escuchó por un largo rato. Sentí varias de sus lágrimas mezclarse con las mías ¿qué tan malo era todo qué lo único que pensaba era en que necesitaba que él me protegiera de él mismo? Lo amé y lo amo con todo de mí y desde el primer momento estuvo para cuidarme, para hacerme bien, para protegerme entre sus brazos cuándo alguien pretendía siquiera lastimarme ¿a quién puedo ir cuándo es él el que me lastima y no tengo a nadie más? El calor de su abrazo me hacía bien y me quemaba al mismo tiempo. Intentaba sanar lo que él mismo había lastimado y sabía que iba a seguir lastimando y aun así preferí quedarme ahí, antes de sentirme completamente a la intemperie en un mundo lleno de gente como él. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿En que quedaba todo? ¿Por qué me hizo esto? ¿Qué hice yo para que me hiciera esto?
Su cuerpo, al igual que el mío, no dejaba de temblar. Para él tampoco era fácil y lo sé, lo sé porque lo conozco como nadie en éste mundo ¿sabría acaso que no iba a volver a encontrar a alguien que lo conociera como yo? Alguien que pudiera leer sus pensamientos con solo mirarlo a los ojos. Alguien que sepa que es lo que más le gusta sin siquiera tener que preguntárselo, alguien que sepa que es lo mejor para él, constantemente ¿Sabría acaso que no volvería a encontrar alguien que pudiera con sus mañas, alguien que lo ame incondicionalmente como lo hago yo? ¿Sabría acaso que es más posible que encuentre alguien como él a alguien como yo? Alguien que caiga ante la tentación de otro cuerpo, sin pensar en cómo él podría sentirse, en todo el mal que le haría. La tentación pasó frente a mis ojos y supe no responder a ella, por él ¿sabría acaso que otros no lo harían? ¿Sabría algo siquiera?
Martín había dejado todo cuándo decidió venirse conmigo a Buenos Aires ¿y ahora? ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? ¿Se va a quedar acá? ¿Va a volver a Estados Unidos? ¿Quién lo va a aconsejar cuándo Chris o Joseph vuelvan? ¿Quién va a estar a su lado cuándo nadie más esté, cuándo decida hacer una locura persiguiendo sus instintos? Lo amo tanto que después de decirme que no me ama, que ama a otra, que nuestra relación se acaba, me preocupo por qué va a ser de él antes de qué va a ser de mí. Me preocupo más por todo lo que a él concierne, porque es lo que vengo haciendo hace tres años, porque de mí se preocupaba él. Ahora que yo me preocupo por él y él se preocupa por sí mismo ¿quién se iba a preocupar por mí? ¿Quién va a estar conmigo los días que el trabajo me consuma? ¿Quién me iba a mirar con esos ojos enamorados cada mañana mientras busco que vestir? ¿Quién iba a obligarme a quedarme con él abrazada en la cama hasta último momento los fines de semana? ¿Quién iba a amarme como él lo había hecho?
Me separé lentamente de su cuerpo y él secó sus ojos con uno de sus brazos. Le dediqué una última mirada y decidí que no podía seguir ahí. Volví a la sala de estar y tomé mi bolso, sin fijarme que tenía dentro y que no. Dinero, llaves y el celular no me faltaban.
Sentí a Martín perseguirme, silencioso, no sabiendo que es lo que iba a hacer, viéndome cruzar la puerta. Fui directo al garaje y busqué mi auto, aun sin saber a dónde iba a ir. Me senté y sin siquiera llegar a poner la llave en su lugar volví a romper en llanto. Mi vida como la conocía hasta hoy había acabado. Si hoy estoy dónde estoy es porque lo tuve a él al lado ¿y ahora? ¿ahora qué?
