Capítulo 54

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Había pasado el día en la cama de mi mamá, charlando, intentando sentir que la vida seguía, porque así era. Seguía. No conozco a nadie que haya muerto de un corazón roto. Por la tarde, en el horario que cerrábamos la oficina, mi teléfono sonó. Era Lia. – Buenas tardes – dije sonando lo más animada posible

- ¿Cómo te sentís?

- Voy a estar mejor ¿Pasó algo?

- Algo que te puede interesar. Hoy recibimos un llamado de la agencia en Los Angeles, bastante improvisto – ya sabía que iba a decir y ahora no quiero saber nada con volver allá, con trabajar, con salir de acá. – Querían hablar con vos, claro, pero terminaron hablando conmigo. Dijeron que tus condiciones les parecían bien y que les interesaba hablarlo más en profundidad.

- ¿Allá?

- Sí

- ¿Cuándo?

- Cuanto antes

- ¿Podés ir vos? – claro que iba a querer evitarlo... por el momento

- Si yo voy y vos no venís a la oficina no queda nadie a cargo

- Prefiero ir unos días a la oficina... les voy a escribir diciendo que yo no puedo ¿te parece?

- ¿Estás segura? Es un tema muy importante y – la interrumpí

- Sos la vicedirectora y es solo una reunión para charlar. Vos sabés bien que es lo que queremos en la empresa – ella asentía

- No sos de perderte éstas cosas

- Antes era la única a cargo. Después les escribo y te comento que arreglamos

- Perfecto, que te mejores. – corté. - ¿Vas a volver a la oficina?

- No me voy a quedar toda la vida en la cama... solo unos días – le sonreí

- ¿Pasó algo importante?

- Un viaje a Los Ángeles

- ¿Por qué no vas vos en vez de mandarla a ella? Te podrías distraer bastante

- No, en unas semanas tengo otro viaje y ahora no quiero andar allá. – volví a recostarme... en parte podría ser una buena excusa para volver a ver a Bill y pedirle perdón... todavía tenía que pedirle perdón.

By Bill

Con Tom empezamos el día como cualquier otro, volviendo a nuestro ritmo. El prácticamente me obligaba a hacerlo y en parte yo me obligaba a mí mismo. Cualquier cosa que se pudo dar, no se daba más y tenía que aceptarlo. Martín dijo que siquiera pensaba venir a Los Angeles, y no, claro, acaba de separarse.

- Supongo que hoy nos llamará Samanta ¿no? – dije mirando a Tom, mientras paseábamos a nuestros perros

- ¿Nos?

- Sabes lo que quiero decir

- ¿Por qué hoy?

- No lo iba a hacer en fin de semana, supongo...

- ¿No habían escrito ayer de una nueva entrevista?

- ¿Lo mandaron al mail de la banda también?

- No sé.

- ¿Entonces? – pregunté confundido

- Lo vi desde tu correo. – lo miré de mala manera. Amaba entrar a mi correo electrónico y leer cosas que yo podía decirle después

- ¿Y que tiene que hayan hecho eso?

- No sé, pero no creo que llame por ahora.

Volvimos más tarde al departamento y nos quedamos respondiendo un par de mails que teníamos para entrevistas en Europa y me mantuve bastante ocupado con eso. Mi teléfono sonó y lo tomé sin despegar los ojos de la pantalla de mi computadora, releyendo lo que había escrito para poder enviarlo. Abrí el mensaje que me había llegado y no había entendido el texto sino hasta que leí de quien venía. Martín había renunciado al trabajo ¿Por qué me lo escribía? ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Qué lo felicitara? Volví a dejar el celular en su lugar y seguí respondiendo lo que tenía que responder.

Escribía pero cada dos minutos miraba la pantalla del celular, tal vez volvería a sonar... si vuelve a sonar le respondo.

Contesté varios correos más y el teléfono seguía sin dar señales de nada. Me levanté del sillón, dejando la laptop a un lado, para ir a buscar algo de tomar, pero a mitad de camino escuché el teléfono sonar y volví rápidamente a buscarlo – Estúpido – decía. Era Tom. Giré mi mirada en su dirección y lo veía sonreir como si no hubiese hecho nada - ¿Esperás algún mensaje? – dijo sin dejar de sonreír.

Retomé mi camino al refrigerador y volví con dos cervezas, una en cada mano. Me senté al lado de Tom y le alcancé una. El volvió a sonreírme, achinando los ojos.

- Ya me aburrí de escribir – dije echando mi cabeza hacia atrás luego de dar un sorbo a mi cerveza

- Te aburrís muy fácil – el seguía tipeando

- Llevamos como tres horas sentados respondiendo mails.

- Vos llevabas como tres horas respondiendo mails – dijo mirándome de reojo. Mi mirada acusadora hizo que no tuviera siquiera que hablar para que él se explicara – Hay que hacer pausas

- Si te vi escribiendo todo el tiempo

- También tengo gente a la que me interesa escribirle – revoleé los ojos. Al final trabajé más yo que él y después dice que él es el que hace todo - ¿Quién esperabas que te escriba?

- Nadie

- ¿Quién te había escrito antes? – Lo miré sin decir nada y volví a tomar un poco de cerveza

- Gordon

- ¿Gordon? – preguntó sorprendido - ¿Qué quería?

- Seguir burlándose de mi caída en Argentina – Tom empezó a reírse

- Yo no puedo creer como me perdí eso – yo solo sonreí. Lo había creído. Él seguía riéndose.

Al vaciar mi botella me levanté de mi lugar – voy a comprar más cervezas. Nos quedan pocas

- ¿Ahora?

- Sí, así tenés tiempo de responder algunos mails más – dije y le guiñé un ojo. Tomé mi celular que se encontraba en la otra esquina del sofá, llaves y mi billetera y salí, como si nada hubiese pasado.

¿Debía responderle a Martín? Por algo escribió y me urgía hablar con él, sí, para que negarlo... de no haberme escrito... pero él está buscando que le hable, que le escriba... Tomé mi celular y volví a su charla. En el mensaje se lo leía bastante más relajado de lo que esperaba. Tal vez... Decidí escribirle – Hey... puedo llamarte? – puse sin más.

Caminé a paso lento hacia el super que quedaba a medio kilómetro de casa. Mantenía el celular en la mano para estar atento si vibraba. Esperaba que lo hiciera y así fue, pero era él quién me llamaba.

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