La taza de té que seguía frente a mi ya estaba completamente fría. Mi celular estaba a su lado, al igual que una tostada a medio comer. Samanta seguía sin responder a mis llamados.
Me levanté para buscar mi laptop, decidido a comprar un pasaje de vuelta a Estados Unidos, aunque todavía no se si debo ir dónde Jake o a la casa de Jessy. De vuelta en la mesa encendí la pc y entré a buscar boletos de avión, pero me encontré con un mensaje de Bill. Me preguntaba si podía llamarme, así que decidí llamarlo yo y sin dudar presioné el pequeño símbolo verde en el extremo superior de la pantalla – Martín – fue lo primero que dijo al atenderme
- Sí, hola – dije nervioso
- ¿Cómo estás?
- Bien... bueno... podría estar mejor, ya sabés – reí
- Sí... - ambos nos quedamos en silencio, un silencio tan incómodo que hasta podía imaginarme su cara de incomodidad. – Leí que ya renunciaste a tu trabajo
- Ah, sí, sí – dije más animado, no sé por qué, pero sí, respondí bastante más animado. Tal vez porque él decidió seguir hablando en vez de cortar tras ese horrible silencio – creí que iba a ser mucho trámite, que iba a tardar días, pero no, así que eso me alivió bastante
- Ah... que bueno
- Sí... ¿vos cómo estás? – quise seguir la charla
- Bien... justo estaba en la calle, caminando, comprando unas cervezas
- Que raro que alguien tan famoso como vos salga a comprar sus propias cervezas – dije en un tono burlón, casi que hasta sonreía con ganas de hacerlo
- Sí, bueno... así los demás no se enteran que soy tan famoso como... yo – siguió él y también rió un poco
- Y viene funcionando
- Jessy no lo notó en el tiempo que lleva siendo mi vecina... bueno, hasta ahora
- ¿Por qué? ¿Se lo contaste?
- No, yo no... creí que vos...
- No, no – dije quitando cualquier duda que pudiera caber en su cabeza - ¿por qué lo haría?
- No sé... era posible – volvió a dejar salir una leve risa que con esfuerzo pude escuchar – gracias
- ¿Por qué? – pregunté confundido
- Por no decírselo... ya sabés...
- Sí... bueno, no hay por qué – dije rascando mi cabeza. Estaba nervioso. Me ponía nervioso hablarle
- ¿Cómo está Sam... Samanta? – dijo pocos segundos después. Un nudo gigante se formó desde mi estómago hasta mi garganta. Tuve que tragar con fuerza antes de poder hablar
- No sé
- ¿Cómo no?
- Se fue del departamento y no me responde... no sé a dónde fue. Hoy sus compañeras de trabajo llamaron acá para ver si iba a ir a trabajar porque no había aparecido en la oficina – lo escuché asentir – no creo que le haya pasado nada – mentí... o al menos es lo que espero. - Debe estar con alguna amiga pero... simplemente no quiero llamar a sus conocidos porque...
- Entiendo – dijo, interrumpiéndome – yo tampoco creo que le haya pasado nada. Ya nos hubiésemos... te hubieses enterado – repitió nervioso
- Sí... es verdad – en eso tenía razón. De haberle pasado algo ya lo sabría.
- Tengo que cortar... - dijo de un momento a otro
- Bueno... está bien. Chau –dije y sin siquiera esperar a que dijera algo, corté.
Dejé escapar una leve sonrisa de alivio, al menos algo no estaba completamente mal, completamente roto y también me había tranquilizado con lo que dijo de Samanta... si algo le hubiese pasado ya lo sabría... es Samanta, todos la conocen... aunque me intriga saber dónde está, que está haciendo, como se siente.
Volví a tomar mi teléfono y marcar su número, aunque siguió sin responder. Volví a la búsqueda de pasajes. Es la primera vez en mucho tiempo que compro un pasaje solo de ida... eso volvió a generarme una sensación de opresión en el pecho. Terminé la compra casi sin mirar, intentando poner seguridad en cada click que hacía, en cada botón que era oprimido, en cada palabra que tecleaba. De vuelta a Estados Unidos por mi propia cuenta. Sabado por la mañana me parecía una buen día... me daba el tiempo suficiente para decir adiós, para asumir que todo se acababa y que un nuevo todo volvía a empezar.
Quise llamar a Samanta otra vez, pero al entender que no me iba a responder, decidí escribirle un mensaje – El sábado por la mañana me voy ¿podríamos vernos antes?¿Una ultima vez? – y lo envié. No, no me voy a ir sin verla otra vez. Teniendo como despedida a ella llorando en mi pecho. No podía ser una despedida válida para el tiempo que llevábamos juntos y para todo lo que habíamos pasado.
Decidí moverme, levantarme de la mesa. Comencé a recoger mis cosas... tenía mucho por empacar, mucho que llevar, mucho que decidir. Si empacar para unas vacaciones es difícil, teniendo que llevarte solo un par de cosas, sin tener que pensar mucho, solo lo suficiente para sentirte cómodo, empacar para llevarte tu vida entera es aún más difícil, porque una vida no cabe en dos valijas... siquiera en tres. Una vida no entra en todas las valijas del mundo. Ropa, zapatos, uno diría que no es difícil, simplemente lo metés a la valija y ya pero ¿cuándo tenés algún tiempo de recuerdo emocional ligado a tus prendas de ropa? Llevaba esa camisa cuándo pasó esto, ella me regaló tal otra por tal razón... al final, todo tenía una razón por la que estaba en mi armario, y, me gustara o no, sabía que habían cosas que iba a dejar y, con ellas, recuerdos. Hay fotos, hay cuadros, hay posters, hay recuerdos físicos que necesito llevar conmigo, porque sí, no solo porque me pertenecen, sino porque sin ellos me faltaría algo y otra vez recuerdo "una vida no entra en dos valijas".C-D's, libros, cuadernos, fotos, regalos y una lista interminable de cosas que iba a tener que dejar... podía enviarlas por correo... podría dejarlas en la casa de algún conocido como excusa para volver. Todo es más difícil que simplemente empacar mis pertenencias porque siento que nada es mío, porque todo es nuestro. Querer buscar que llevarme se terminó convirtiendo en una pelea interna por lo que quiero recordar y lo que no, lo que más me gusta y lo que menos. Llevarme un pedazo de ella o dejarle un pedazo de mí.
No, empacar tu vida no es fácil, porque simplemente no se puede, porque siempre termina quedando algo de vos que nos vas a poder empacar, físico o espiritual... no, no entra todo en un par de valijas, ni aunque presione, ni aunque crea que llevo el control, ni aunque lo intente.
Me senté, rendido, en el último escalón de la escalera, agotado mentalmente. Quería llorar otra vez, tenía ese bendito nudo en mi estómago que desde ayer no se iba. Mi vida ahora era éste departamento, ésta gente, éstas costumbres y, sobre todo, Samanta... y no viene conmigo... ¿Cómo había sido todo antes que ella apareciera? Tours, tours, tours. Pasaba más tiempo en un estudio de grabación que en mi propia casa. Veía más a mi manager que a mi propia familia hasta que ella apareció y me hizo entender que eso no es lo que quería, que esa no era la gente de la que quería en mi vida... que quería una vida con ella... por eso aquella vez no me costó empacar, porque no tenía una vida que empacar. Mi vida eran ella y mis guitarras, no había mucho que pensar al empacar, pero ahora... ahora todo es diferente, todo cuesta más, porque ella me mostró como vivir una vida relativamente normal, o al menos mejor de la que llevaba y yo decidí no vivirla sin dejar de querer vivirla.
Mi cabeza giraba, la noche había caído sin que lo notara. Un día más para olvidar... al menos si hay algo que quiero olvidar.
