Capítulo 3

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Apenas había amanecido cuando los pasos de Luisita parecían hacer eco en el silencio de la calle principal, caminaba rápido mientras tarareaba en su cabeza la última canción del cantante favorito de su tía, era el último vinilo que había recibido y aún no había tenido ocasión de enseñárselo a Amelia. No pudo evitar sonreír cuando pensó en ella, esperaba encontrársela esa misma mañana en el taller de Rosa y darle una sorpresa. 

Después de la merienda con Tomás, sus padres consiguieron llegar a un acuerdo para que esa misma semana comenzara como aprendiz de costurera. En más de una ocasión, la rubia le había insistido a su padre en sus pocas habilidades con las telas y los hilos, sin embargo, Marcelino no se dejó engatusar por sus gestos risueños y embaucadores y siguió con su plan establecido. Por otro lado, Manolita le relataba todas las ventajas de tener un oficio como aquel y más en Santa Amalia donde las apariencias eran la base de su gente.

En cuanto llegó, no tardó en buscar con la mirada a su compañera de rizos, era conocedora de su puntualidad y habría apostado su tocadiscos a que Amelia había llegado mínimo cinco minutos antes. La divisó hablando con la costurera en la zona de ventas. El taller de Rosa era un local amplio con varios expositores y maniquís donde se exponían los diseños más novedosos, al fondo una cortina de martelé azul marino dividía la trastienda de la zona de ventas. Se acercó con una sonrisa, apenas había hablado con Amelia aquellos días y no le había comentado nada sobre  su reciente incorporación,  quería darle un sorpresa, por eso cuando solo estaba a un par de metros carraspeó logrando captar la atención de ambas mujeres.

- ¡Luisa! - Rosa fue la primera en romper el instante en el que los ojos de Amelia se encontraba con la sonrisa de su amiga.

 - No sabes la alegría que me dio tu madre cuando me comentó que estabas muy interesada en el mundo de la moda.

Tras aquellas palabras, Amelia tuvo que contener la risa mientras observaba a Luisita con gran interés, todo el mundo que conociera a la rubia sabía que la moda estaba en el último puesto de su lista de "cosas que me interesan" por eso mismo le extrañó  verla ahí.

- Estoy deseando empezar, Doña Rosa - Dijo con una amplia sonrisa mientras dirigía una última mirada a la morena.

- ¡Doña Rosa, dice!  Que sea la última vez que me llamas así, soy tu jefa no tu abuela. 

- ¡Y menos mal! Que mi abuela tenía muy mala uva. - Contestó jocosa logrando sacar una sonrisa a ambas mujeres. - ¿Qué hago?

La mujer, de unos cuarenta años, miraba a los lados inspeccionando el local a medida que adquiría un gesto de concentración, dudó unos instantes antes de responder.

- Te vas a poner con Amelia, le estaba explicando cómo se hace un inventario. Cuando terminéis empezaréis con los bajos, ella te enseñará, ha heredado el don de su madre. 

- A sus órdenes, Rosa - Soltó divertida.

La costurera intercambió una mirada con la morena y se marchó con una ligera sonrisa entre los labios, en ese instante, la rubia miró a Amelia.

- Menuda eres - Exclamó. - ¿Desde cuando te interesa a ti la moda? - Preguntó curiosa.

- Desde que mi padre y el tuyo han creído que era lo mejor. 

- ¿Y no has puesto el grito en el cielo?

Le extrañaba que Luisita hubiese aceptado aquella decisión sin haberse negado antes. Los arreglos de ropa nunca habían entrado en sus planes.

- Mi madre puede ser muy convincente cuando quiere. - Amelia levantó las cejas a modo de incredulidad. - Me dijo que tú también estarías y me pareció buena idea pasar el verano con mi mejor amiga. - Confesó con una sonrisa traviesa mientras se aferraba a su brazo. 

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