"A mí no me has perdido" Sonó sincero, muy sincero.
Intentó esconder la sonrisa que aquella frase le había originado, no quería mostrarse tan evidente ante Amelia, pero esas palabras eran aliento, una estrella en un cielo oscuro. Apartó la mirada en cuanto sus ojos se conectaron con los de la morena. Quería besarla, ahora más que nunca, sentía el latido de su corazón apresurado, sus manos sudaban y el revoleteó de sus estomago le animaba a tirarse a la piscina, a lanzarse directa a aquellos labios rosados que tantas veces había probado. Y ahora ¿qué? ¿Qué hacía tras aquella frase? ¿Era acaso una declaración de intenciones? ¿una verdad con vistas a un futuro? ¿cómo interpretaba esas seis palabras?
- Creo que va siendo hora de que me marcha.
Amelia se levantó con la intención de pagar en la barra, la rubia se adelantó a ella tropezándose con su propia silla.
- No, no, deja que te invite yo. - No le dio muchas más opciones, se colocó entre la barra y ella y sacó un billete. Se maldijo por haber sido tan lenta, por no haber tenido el coraje de acariciarla ya que besarla era imposible, no ahí.
- Muchas gracias Luisita, me ha encantado verte. - Anunció con una sonrisa mientras se dirigía a la salida, la rubia la siguió y comenzó a caminar junto a ella. No sabía muy bien qué hacer, pero sus pies, su mente y su cuerpo le pedían que siguiera, que no se alejara, no ahora que había habido un pequeño acercamiento.
- ¿Creo que estás yendo en dirección contraria? - Comentó la morena al ver como en la intersección de la calle principal continuaba con ella en lugar de girar a la izquierda.
- Lo sé pero así te acompaño.
- No hace falta.
- No me importa. - Sonrió tímida.
Caminaron en silencio, sincronizando pasos y con las miradas perdidas entre cientos de pensamientos y de ganas. Al llegar al portal ambas se pararon justo enfrente, la calle estaba vacía, hacía menos de una hora que había anochecido y con la huída del sol desaparecían también los viandantes.
- ¿Quieres subir? No tengo mucho que ofrecer pero un vaso de agua. - Sonrió divertida logrando captar toda la atención de la rubia que se había quedado en la proposición. ¿Subía o no? Claro que quería subir, quería subir y no volver a bajar o si bajaba tener la posibilidad de volver, de quedarse en esa casa compartiendo espacio, cama y aire pero debía rebajar las revoluciones, su impulsividad podía jugarle malas pasadas. Amelia y ella seguía en una situación muy delicada, cualquier movimiento en falso podría destruir lo que, poco a poco, estaban volviendo construir y aunque deseaba construir la casa por le tejado y quedarse a vivir en ella, la experiencia le había demostrado que las cosas importantes se escriben despacio y con buena letra aunque se tarde y ella se aplicaría para tener la mejor caligrafía.
- No, muchas gracias, es tarde y si subo se hará más tarde aún y mañana madrugo. - Se excusó con un nudo en el pecho, aunque su cabeza le decía que estaba en lo correcto, que no debía apresurarse, su corazón le enviaba señales totalmente opuestas porque igual no volvía a coincidir con Amelia, porque igual no volvían a alinearse los planetas de esa forma, porque los momentos eran efímeros como las palabras que se las lleva el viento y éste desaparecía con la misma rapidez que un pestañeo.
- Pues gracias por acompañarme. - Abrió la puerta y entró dejando medio cuerpo fuera esperando para despedirse oficialmente de Luisita que ,a pesar de sus palabras, seguía de pie, inmóvil, sin ganas de caminar ni de emprender el camino a su casa.
- Seguro que no te quieres quedar. - Insistió al ver que la rubia seguía parada ante ella.
- Seguro. - Lo dijo con la boca pequeña, pensando que si había una tercera invitación que aceptaría, porque tres es más de dos y esa insistencia sería una confirmación de que Amelia realmente quería que se quedara o que subiera o simplemente no quería que se fuera a su casa. Y rezó para sus adentros, con la mirada fija en los labios de la morena, deseando ver como se movían y volvían a cobrar vida para dar voz a esas palabras que tanto deseaba oír.
- Bueno... como tú quieras, no quiero ser pesada. - Respondió Amelia un poco avergonzada, había desvelado sus deseos demasiado rápido y quizá aquel movimiento había asustado a la rubia que seguía rechazándola una y otra vez.
Eso era la último que Luisita quería escuchar pero había tirado demasiado de la cuerda, había forzada la situación hasta el punto de que su ex novia se sentía pesada... No pudo evitar bufar y sonreír cuando la escuchó decir aquella sandez, pesada, nunca era pesada, no para Luisita que deseaba cada vez más volver a sentirla, acariciarla, besarla y dormir entre sus brazos.
- Nunca lo eres... pesada digo. -Replicó con una sonrisa tímida.
- Me alegra oírlo porque ya sabes que a veces puedo ser muy insistente.
- No tanto como yo... que sigo aquí. - Se atrevió a dejarse ver, Amelia había mostrado sus cartas un par de veces, era su turno, debía demostrarle a la morena que si seguía de pie ante ella no era por casualidad, había un por qué o un para qué tras esa inmovilidad. Necesitaba enseñarle que a la tercera iba la vencida.
- Y sigues aquí porque... - No terminó la frase con la esperanza de que fuera la propia Luisita quien la terminase.
- Porque... - Dudó de si decirle la verdad, de si decirle que seguía ahí porque quería subir y comerla a besos.
- Anda, Luisi, sube ya... - Terminó aquella conversación con una risa divertida, se giró y se apartó la suficiente de la puerta para que la rubia pasara. Esta vez no dudó o no dudó de rechazarla por tercera vez, esta vez aceptó aquella invitación más directa y con una sonrisa se adentró en el portal y comenzó a subir.
*****
Juraría que si prestaba un poco de atención Amelia sería capaz de oír su propio latido, estar en aquel salón con su taza favorita entra las manos y con el olor de la morena por doquier despertaba en ella mucho más que un sinfín de recuerdos, despertaba en ella las ganas de nuevos recuerdos, las ganas de volver a escuchar a la morena. No puedo evitar inspeccionar el salón, analizar cada foto, libro, adorno, todo parecía estar como siempre pero sí que notaba la ausencia de ella, de sus cosas...
- Lo sé, la casa está un poco vacía... bueno, apenas paso tiempo aquí, y claro no me da tiempo a hacer mucha vida. - Se excusó al ver como la rubia examinaba cada rincón.
- ¿Sigues con "El pozo de la soledad"? - Preguntó curiosa la rubia, le sorprendía que estuviera ese ejemplar en la mesa, sabía que era suyo.
- Sí, bueno, en ello estoy. Voy lenta, ya sabes como soy...
- Ya, eres más de que te lean los libros a leer. - Contestó divertida.
- No lo niego. - Cogió el libro de la mesa y se lo entregó a Luisita - ¿Quieres? - Alzó las cejas en señal desafiante, sabía que aquel gesto era de los favoritos de las rubia, que con él tenía mucho ganado.
- Es tarde Amelia... - Alargó la mano y cogió el libro.
Aceptó el desafío.
- Vamos al dormitorio. - Propuso la morena.
- Te vas a quedar dormida en cuanto te lea dos páginas.
- No creo que pueda dormir estando tú aquí. - Se levantó y se dirigió al cuarto sin esperar la reacción de Luisita que no dudó en seguirla.
- ¿Estas segura que quieres que te lea la novela? - Preguntó en cuanto la vio con el camisón.
- Segura. - Le tendió un camisón para que se cambiara también. - Pero si es mío, pensé que lo había perdido.
- Me lo llevé. - Admitió un poco avergonzada. - Quería tener algo tuyo.
- Joder, Amelia...
- ¿Qué pasa?
No pudo más, dejó caer el camisón al suelo y se dirigió directa a Amelia que la miraba expectante sin comprender qué había dicho o hecho, pero aquella expectación duró escasos segundos, lo que tardó Luisita en agarrarla y besarla. Sintió sus labios cálidos y carnosos abriéndose paso entre los suyos, sintió sus manos rodeándole la cintura y un ligero gemido salió de entre sus labios augurando una noche llena de ellos
*******
Un nuevo capítulo, más vale tarde que nunca, espero algún día poder finalizar este fanfic que se me está haciendo bola pero por el escaso tiempo que tengo no porque no disfrute escribiendo esta historia.
Como siempre MILLONES DE GRACIAS por seguir leyendo mis palabras y mis historias.
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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...