Capítulo 52

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Estaba nerviosa. Se había despertado con un nudo en la garganta  y una presión en el pecho que no había desaparecido en toda la mañana. Aquel día, en el hotel, todo había transcurrido con tranquilidad, demasiada tranquilidad, mientras que en la calle se respiraba una sensación de inquietud y de vulnerabilidad, como si en cualquier momento la brisa pudiese transformarse en un huracán y en cuestión de segundos arrasar con todo. Se sentía así de frágil.

- ¿No lo sientes?   - Le preguntó Luisita a Amelia.

Habían quedado después del trabajo para pasear por el Retiro, caminaban despacio, observando el ir y venir de los transeúntes que parecían andar como autómatas;  con la mirada baja y  paso uniforme. 

- ¿El qué? 

- No sé, el ambiente... está raro.

Amelia le dedicó una mirada curiosa.

- ¿A qué te refieres?

- ¿Cómo ha sido tu día? En el trabajo, me refiero.

- Bien, tranquilo. - Respondió extrañada.

- ¿Y con tus compañeras? ¿Todo bien?

- Sí, todo bien. ¿A dónde quieres ir a parar, Luisi?

Se tomó unos segundos antes de contestar, necesitaba pensar, organizar sus ideas para no parecer una loca.

- Hoy en el hotel todo ha ido demasiado bien.

- ¿Y? Eso es bueno.

- Sí pero no. Más que bueno es raro, en el hotel siempre pasa algo, si no se estropea un baño, un cliente se queja, y sin embargo, hoy no ha pasado nada. Ha sido un día tranquilo y eso es lo que me extraña y luego... luego está esto... - Señaló el parque.

- ¿El Retiro? ¿Qué pasa con él?

- Hay demasiado silencio.

- Es lo que tiene estar alejadas del tráfico, por eso siempre venimos aquí porque es tranquilo. 

- ¡Jobar, Amelia! - Contestó frustrada.

- A ver, Luisita, es que te estás explicando falta, que vale que te que conozco de toda la vida pero quieres intentar ir al grano. - Respondió con una sonrisa a su frustración. 

- Perdona, es que... no sé...  es que es una sensación rara. Siento que tanta tranquilidad en todos los sitios no es bueno.

- ¿Cómo que no es bueno?

- Pues eso, que Madrid está demasiado tranquila, que la gente anda callada, cabizbaja, como si temieran algo, como si fuera a pasar algo.

- Luisi, la gente lleva así mucho tiempo. Las cosas por aquí no andan bien, hay mucha tensión política y tú lo sabes...

- Sí, pero es diferente, no hay esa tensión en el ambiente, es una calma previa a la tormenta. - Se tomó unos segundos antes de volver a hablar. -  Espera... ¿Qué día es hoy?

- 26 de junio.

- ¿Podemos ir a tu casa?

Le sonó extraño decir a tu casa cuando ese término siempre había estado asociado a ellas dos y aunque llevaba una semana pasando gran parte de los días en ella, no sentía que tuviera la potestad para poder cambiar el artículo, aún no, no hasta que hablaran y definieran qué eran o qué querían ser. Los días transcurrían entre cafés y besos pero ninguna se atrevía a decir nada por miedo a que todo volviera cambiar. Les había costado llegar a ese punto de entendimiento y no querían soltarlo. No ahora cuando todo parecía a cobrar sentido, cuando los días parecían brillar más y las ganas se despertaban con ellas. 

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