Capítulo 7

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- ¿Qué haces aquí? Y sin mí - Dijo divertida interrumpiendo los pensamientos de Amelia. 

Sonrió nada más oír su voz.

- He reconocido tus pasos.

- Esos es imposible, he sido muy sigilosa.

- Eso te crees tú. - Replicó jocosa.

Intercambiaron una mirada justo antes de que Luisita se sentara a su lado. El semblante de Amelia parecía relajado aunque su ceño se veía un poco fruncido, la rubia la observó con atención, intentó descifrar lo que pasaba por su mente. Algo no iba bien, lo podía intuir.

-  ¿Está todo bien? - La morena asintió con la cabeza - ¿Y en casa? 

Se quedó callada unos segundos masticando sus pensamientos, pensando en cómo darles forma para sacarlos de ahí. La única persona que la escucharía estaba a su lado, siempre lo estaba, confesar sus miedos, contarle sus reflexiones era lo que siempre hacia con ella; mostrarse vulnerable.

- ?No te cansas? Luisi. - Dejó que las palabras salieran solas, sin pensar en lo que debía o no debía decir, en lo que debía o no debía sentir. 

A la rubia no le sorprendió, era su forma de iniciar una conversación que nada tenía que ver con las palabras huecas y vacías que habían tenido esos días. 

- Cansada ¿de qué?

- De esto...

- ¿De Santa Amalia? Siempre

- De Santa Amalia y de este vida.

- Bueno... cansarse de la vida es mucho decir. Me canso de algunas cosas.

- ¿Cómo cuales?

- Pues... me cansa tener que ir siempre al bar a por cosas que faltan porque mi madre no es capaz de hacer la compra como Dios manda. - Rio logrando contagiar a su amiga. - Me cansa llegar al taller de Rosa y que nunca queden sugus de fresa. - Amelia volvió a reír. Ella era la culpable de que nunca quedasen. -  Y me cansa que en el pueblo haya TAB y no Coca Cola. Todo el mundo habla de la Coca Cola y nosotras sin probarla. - Regresó la mirada a Amelia quien no había dejado de sonreír. Luisita tenía ese poder; lograba hacer liviano lo que más le pesaba.

- ¿ Y tú? ¿De qué te cansas?

Meditó su respuesta varios segundos. Ambas sabían que su contestación para nada sería similar a la de la rubia, lo que había logrado Luisita con su respuesta fue allanar el camino, darle a entender que pasara lo que pasara, ella no la juzgaría. 

- Me agota todo, Luisi, todo. No soporto tener que hacer todo lo que mi padre diga, que me trate con esa condescendía como si realmente se preocupase por mí. No le importo y nunca le he importado. Me cansa que mis hermanos puedan salir y entrar de casa cuando quieran, que no pongan las mesa, que  siempre sean los primeros en elegir. Me cansa que mi madre nunca diga ni haga nada, que mi padre abuse del poder que tiene. - Suspiró. - Me canso de mi misma, de no ser capaz de salir de ahí, de temer la reacciones del pueblo, de no cumplir con lo que se espera y recibir los golpes de mi padre. Estoy cansada de tener miedo, Luisita, cansada de estar cansada. - Finalizó con los ojos brillantes.

- Esos son muchas cosas... -  Miró a a Luisita y sonrió casi de forma automática, la rubia lo volvió hacer, le saco una sonrisa recordándole que siempre hay algo de lo que una nunca se cansaría.

- Sabes de lo que no me cansaría nunca... - Hizo una breve pausa esperando el gesto de Luisita que la hiciera continuar. -  de ti.

Lo soltó con una inmensa naturalidad, sin ser consciente de lo que esa frase conllevaba, sin comprender que tras ese "no me cansaría nunca de ti" había una declaración de intenciones que ni ella misma sabía que existía. La rubia sonrió tras aquellas palabras y su corazón se saltó un par de latidos, lo notó, notó como se aceleraba y deseaba salirse de su pecho y notó como aquel nudo que le había estado oprimiendo, se deshacía. Amelia seguía siendo su Amelia. Nada había cambiado o sí, todo había cambiado. 

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