Capítulo 43

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Madrid seguía sumida en una intensa ola de violencia y de represión, tras el atentado de Atocha donde asesinaron a tres abogados en un tiroteos, se sumaron otras cuatro muerte. La capital y el resto del país se convertía en un hervidero de protestas y amenazas. La democracia se tambaleaba y ningún líder ni político parecía tener la fortaleza suficiente para poner fin a esa semana negra. Solo el pueblo salía a la calle y alzaba la voz pidiendo el cese de la violencia, exigiendo una justicia por todos aquellos crímenes e intentando parar a la ultraderecha que se iba abriendo paso para obstaculizar la transición política del país.

- ¡NO NOS DETENDRÁN! - Gritaron en la calle seguido del ruido de un petardo. Tras el sonido Amelia pegó un brinco y se aferró al brazo de Luisita.

- ¿Estás bien? - Preguntó la rubia al observar el pánico en su rostro. - Ha sido un petardo. - Intentó calmarla.  La morena asintió y recuperó su lugar en el sofá, estaban al lado la una de la otra con los pies descalzaos sobre los cojines, Luisita leía en voz alta el libro de "El pozo de la soledad" solo les quedaban un par de capítulos para terminar,  se habían acostumbrada a leer un poco después de comer, de esa forma, la morena conseguía conciliar el sueño.

- ¿Cuándo va acabar esto? - Quiso saber la morena que llevaba días inquieta. La ansiedad del momento la carcomía por dentro.

- Espero que pronto, pero... - Se calló. Lo que iba a decir suponía una nueva pelea con Amelia y estaba cansada de eso.

- Pero ¿qué?

- Pero nada. - Respondió seca, sin ganas de seguir hablando. 

- Ya sé lo que ibas a decir. - Sonrió.

- Entonces ¿para qué preguntas? - Aquella contestación le salió casi sin pesar, no necesitó ver la expresión de la morena para saber que se había pasado. - Perdón, no quería decir eso.

- Pero lo has dicho. - Se mostró dolida y algo preocupada. Esa forma de dirigirse a ella no era normal en Luisita cuando llevaba toda la semana cuidando de ella y dándole mimos cada dos  por tres. - ¿Qué te pasa?

- Nada... 

- Luisi... - se acercó a ella y le acarició la mejilla. - que nos conocemos. - Le dio un beso en la mejilla y apoyó su cabeza en el hombro. La rubia sonrió ante aquel detalle y cogió aire.

- ¡Qué me va a pasar! ¡Qué me mata estar aquí sin hacer nada! - Confesó.

- ¿Y qué quieres hacer?

- Pues que va a ser, salir a la calle, protestar.

- ¿Y si te pasa algo?

- No me va a pasar nada. Hay mucha más seguridad que antes, incluso los partidos políticos están mediando para que nadie recurra a la violencia.

- ¿Y por qué no vas? - La rubia la miró con incredulidad. 

- Sabes perfectamente por qué. - Pareció recriminarle algo.

- Nunca te he pedido que me cuidaras.

- No hace falta que me lo pidas. 

- Y si no hace falta por qué me lo estás echando en cara.

- No te lo estoy echando en cara, solo digo que me hubiera gustado salir a la calle, que tu te empeñas en decir que es peligroso y no lo es. 

- Puedes salir si es lo que quieres.

- Lo que quiero es salir contigo como antes.

- No pienso volver a ninguna manifestación ni a participar en nada que tenga que ver con la política y sinceramente, pensaba que tú también habías aprendido la lección. Hay muchas formas de luchar.

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