Capítulo 26

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Se había despertado en mitad de la madrugada con el corazón acelerado y un malestar en el cuerpo que le oprimía el pecho, tardó varios segundos en notar el brazo de Luisita rodeándole la cintura y su nariz rozando parte de su cuello, se giró despacio para que el rostro de la rubia, o parte de él, estuviera en su campo de visión y al verla y percibirla aquella presión comenzó a mitigarse. Tenía ese poder sobre ella, era capaz de calmar cualquier tormenta y ahuyentar a todos sus miedos.
Cuando eran pequeñas, Amelia solía correr a su lado cuando su padre se ponía violento o cuando sentía que el mundo, su mundo, parecía ceder ante ella, era su vulnerabilidad lo que más temía, el no ser capaz de soportar los golpes o las caídas, por eso siempre, recurría a la chica rubia de al lado de su casa, la que le cedió el libro de matemáticas cuando su hermano pequeño lo tiró a un charco, la chica que fue capaz de hacerla sonreír cuando en clase de gimnasia se tropezó con el potro y se hizo sangre en la rodilla. De un modo u otro, Luisita siempre había estado ahí, despertando en ella emociones a las que no sabía poner nombre hasta hacía un par de años. Cuando Jesús la besó en el parque, y aunque Luisita se apartó y le dio una bofetada, Amelia sintió un fuerte golpe en el pecho, como si su propio corazón quisiera escapar de la jaula hecha de costillas, y deseó, muy en el fondo, ser ella quien besara a la rubia.
Acarició el brazo desnudo de Luisita que al notar su roce, se aferró más a su cintura, logrando sacarle una sonrisa, se inclinó de forma un poco ortopédica y le deposito un suave beso en su cabello, pudo percibir como una pequeña sonrisa se dibujaba en el semblante de la rubia y volvió a besarla, sin dejar de acariciarla. Luisita respondió a sus gesto acercándose más a ella y rondando en su cuello, la piel de la morena reaccionó y una ola de calor recorrió todo su cuerpo concentrándose en su bajo vientre. Contuvo el aliento unos segundos, intentando controlar aquel caos de sensaciones que acababa de provocar Luisita con un simple gesto. De forma inconsciente, la rubia se apretó más a su cuerpo y colocó su pierna encima de ella, rodeándola como si temiera que se fuera a ir, cuando lo que Amelia deseaba era de todo menos huir del cuerpo y del calor que desprendía, respiró hondo y cerró los ojos. Se permitió sentir aquel momento; sus dedos recorriendo la piel de Luisita, su aliento pausado golpeando su cuello y activando todas sus hormonas, y la pierna recordándole el deseo escondido de sentirla entera. A pesar del pulso acelerado y del esfuerzo que estaba realizando para no despertarla a besos, logró conciliar el sueño, una vez más.

Sintió un leve beso en la mejilla, seguidos de un par más, cada vez más cerca de sus labios, no pudo evitar sonreír, aunque continuaba con los ojos cerrados esperando el beso final de aquel recorrido. Percibió una respiración muy próxima a sus labios y de pronto, un peso de más encima de su cuerpo. Rio sorprendía antes de abrir los ojos y ver en primer término aquella sonrisa que la desbarataba.

- Luisi, que no puedo respirar. - Farfulló entre risas.
- No puedes respirar ¿en serio?
La morena asintió con la cabeza e hizo una señal de que no podía hablar de la presión. La rubia, con un gesto divertido, se acercó más a ella y dejó caer un poco más de su peso, sacando, nuevamente, una sonrisa a Amelia.
- Si no puedes respirar solo hay una solución.
La morena la miró con curiosidad.
- Te tengo que hacer el boca a boca. - Afirmó divertida y sin dejarla reaccionar la besó.

No tardó en responder a aquel beso de la misma manera, aunque no pudo evitar una sonrisa ante su descarado, entreabrió los labios dandole la bienvenida a la rubia que le faltó tiempo para profundizar aquel beso cambiando de ángulo. A medida que los besos parecían multiplicarse, sus manos parecían pedir permiso para recorrer sus cuerpos, un rastro de deseo se hacía hueco entre sus ganas. La temperatura había empezado a ascender en sus cuerpo y aquel calor abrupto parecía incontrolable, tanto que el miedo hizo acto de presencia.
- Amelia... - Susurró entre labios.
- Ya... - Respondió apartándose unos centímetros.
Cesaron casi a la par, sin decirse nada pero entendiéndolo todo. Luisita fue la primera en incorporarse de la cama, acalorada y con el pelo revuelto, miró a Amelia con el camisón descolocado, dejando entrever parte de sus hombros desnudos, y se mordió el labio. Demasiadas emociones por hoy pensó y se marchó al baño, seguida de la mirada de lo morena que no dejó escapar el contoneo de sus caderas.

Se habían acostumbrado a intercambiar besos, a mirarse con cariño y entrelazar las manos cuando nadie las veía, sin embargo, aquellas ganas se habían hecho un hueco a base de caricias, una necesidad que les recordaba que los besos ya no eran suficiente, que sus cuerpos las reclamaban pidiendo mucho más pero ¿Cuánto más? Habían leído novelas con algún párrafo erótico, sabían poner nombre a lo que sentían en aquel momento, pero eso no quitaba que era la primera vez que se sentían así y que aquellas sensaciones les abrumaba. Un sinfín de emociones recorriendo cada parte de su ser sin saber qué hacer con ellas, cómo detenerlas o satisfacerlas.

****

Caminaban deprisa, Luisita con ganas de llegar y Amelia con ganas de irse, habían quedado en la puerta de la sede del MDM para ir con Lourdes a la manifestación para apoyar el caso de Dolores, esa era la intención de la rubia, sin embargo, el principal motivo para la morena era poder encontrar información sobre Clara, mantenía la esperanza de cruzarse con la mujer pelirroja y con la de los ojos verdes, poder abordarlas , pero cuanto más observaba a Luisita, más veía que no estaban por eso, o no solo por eso, en sus ojos veía un brillo diferente, como el niño que entra por primera vez en una juguetería, percibía su emoción en los gestos y en la forma en la que buscaba su mirada cada segundo buscando compartir esas misma ilusión por estar viviendo algo que muchos periódicos considerarían un hito histórico. Para Amelia, estar ahí, era una forma de exposición innecesaria, un grupo de mujeres gritando por la libertad de otra mujer en aquella época era como gritar al vacío; el silencio acabaría con ellas.

- ¡Qué nervios! - Sonrió mientras apretaba con fuerza la mano de Amelia.

En cuanto llegaron a la concentración, ambas se agarraron de la mano como acto instintivo, una por querer estar al lado de la otra y compartir una experiencia como aquella y la otra con la alerta activada por si tuvieran que salir corriendo.

En la puerta de la Audiencia un grupo de mujeres se presentaron con una pancarta que pedia la supresión del delito de adulterio, a escasos metros un centenar de mujeres las acompañaban con gritos de apoyo. Lourdes y compañía se unieron a los cánticos, logrando cortar la calle y llamar la atención de los viandantes que ajenos a aquella realidad paseaban ignorando las consecuencias de aquella "reunión de mujeres". La manifestación llevada a acabo en Madrid no era más que una eslabón de una cadena de concentraciones que iban teniendo lugar a lo largo del territorio español, desde San Sebastián hasta Zaragoza, todas unidas por una misma causa, con una lucha en común; defender unos derechos que carecían pero que cada vez eran mas tangibles y siempre desde la invisibilidad; el lugar donde la sociedad patriarcal las había colocado.

Luisita gritaba con el alma, sintiendo que la mujer que estaba siendo juzgada podría ser ella misma, miraba a su alrededor compartiendo miradas de poder y de ilusión con el resto de mujeres, creándose entre ellas un vínculo de pertenencia, quizás no sabían sus nombres pero estaban dispuestas a defenderse la una a la otra, a protegerse cuando la ley y la sociedad las atacasen sin razón. La rubia dirgió la mirada a la morena, confirmar que aquella emoción y esa unión no era solo de ella, al encontrarla Amelia le devolvió una sonrisas forzada, la notó nerviosa, con el semblante tenso y la mirada recorriendo cada espacio,

- ¿Estás bien? - Susurró
- La policía está por llegar.
- ¿Cómo lo sabes?
- He oído las sirenas y una mujer lo ha comentado hace diez minutos. Deberíamos irnos. - Le suplicó con la mirada.
- ¿Ahora?
- Mejor ahora que no cuando se caldee el ambiente.
- Amelia - La miró directa a los ojos. - espérate un poco, por favor.
- Luisi, no vamos a encontrar nada que nos ayude con el tema de tu tía.
- No estamos solo por mi tía. - Afirmó con contundencia, confirmando lo que la morena ya sabía.
- Ya, no hace falta que lo jures...
- ¿Qué estás insinuando?
- Ni si quiera te has fijado si están las amigas de tu tía. - Le recriminó.
- ¿ Y tú?
- No están y por eso nos vamos. - Tiró de su mano pero Luisita se zafó de ella.
- Vete tú, yo me quedó. - Sentenció dándole la espalda poniendo así punto y final a aquella conversación.

Una Luisita empoderada era una Luisita impulsiva y Amelia lo sabía, sin embargo, en esta ocasión, no estaba dispuesta a ceder. Se quedó unos segundos esperando a que la rubia le devolviera la mirada pero no lo hizo, así que sin decir nada a nadie, se alejó del grupo.

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Perdonad todo este tiempo que he estado sin actualizar, no es que me olvidara, es que literalmente no he tenido tiempo. Por eso, en cuanto he podido, me he puesto de nuevo con el fanfic, porque no me gusta dejar las cosas a medias.

Mil gracias por retomar las historia un mes y medio después. ❤️❤️

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