Capítulo 53

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Habían pasado la noche en vela esperando alguna noticia sobre Raquel y Lourdes pero nadie sabía nada. Alrededor de las nueve de la noche consiguieron ponerse en contacto con FAGC, pero ni ellos ni su contacto en el MDM sabían nada del paradero de sus amigas. La sensación de tormenta que llevaba avecinándose en el interior de Luisita se hizo más notoria, los nervios por la falta de información les había obligado a salir de la cama a los pocos minutos sin poder conciliar el sueño, aquella sensación parecía no querer irse.

- ¿Cómo les haya pasado algo? -  Preguntó Luisita en voz alta, no podía dejar de pensar en el escenario más trágico de todos, temía por la seguridad de sus amigas. Lo que antes le había parecido lo más valiente del mundo ahora le resultaba toda una temeridad; ir a Barcelona a una manifestación de aquel calibre ¡Menuda locura! Pero por eso mismo, porque no era una manifestación como cualquier otra, sus amigas habían ido y una parte de ella luchaba por admitir que también quería haber estado ahí. Si hubiese ido al menos no tendría que estar de brazos cruzados esperando una llamada que no llegaba nunca. 

- Sabríamos algo. Las malos noticias vuelan, que no se sepa donde están no significa nada, además hemos llamado a los hospitales de Barcelona y no están ahí, eso es algo bueno.

- ¿Y si las han cogido y les han dado una paliza? ¿Y si están tiradas en la calle?

- Había miles de personas,  alguien las hubiera ayudado.

- ¿Tú crees? -  Preguntó con miedo queriéndose agarrar a la positividad de la morena. 

- Claro, anda, ven aquí. - Estiró la mano  y tiró de ella hasta sentarla a su lado. La abrazó y le dio un pequeño beso en la cabeza. Luisita no pudo evitar ronronear al sentir su calor y se resguardó en su regazo. Siempre había sido uno de sus lugares favoritos. 

- Gracias Amelia. - Murmuró. 

- ¿Por? no he hecho nada. 

- Por dejar que me quede hoy. - Se escondió un poco más en ella.

- Luisi... - La obligó a que la mirase a los ojos - esta es tu casa. - Tres palabras que lo eran todo. Una declaración de intenciones y una sonrisa como broche final. 

- No, Amelia, no lo es. 

- Claro que... - No la dejó terminar. Se incorporó un poco, lo suficiente para que sus labios estuvieran a escasos centímetros.

- Mi casa eres tú. - La besó con ternura, con los labios entreabiertos invitando a la morena a que continuase con su embestida, a que marcara el ritmo de aquel beso. Le acarició el labio inferior con la punta de la lengua antes de morderlo provocando que la rubia sonriera. 

- Amelia... - Se separó hasta que sus miradas se reencontraron, podía perderse en aquella mirada mil años, le acarició la mejilla delineando su mandíbula y volvió a sonreír despertando un revoloteó en su interior. - Quiero que volvamos. - Susurró con miedo, creía intuir la respuesta, aquella mirada y aquella sonrisa no podía significar que no, pero sus miedos y sus inseguridades tenían la habilidad de convertir los sis en nos , de pasar al negro en un sólo instante y aunque para Luisita Amelia era seguridad aquella situación de incertidumbre le hacía dudar constantemente, perder a alguien te hace ser consciente de tu propia vulnerabilidad y su vulnerabilidad le aterraba. 

- ¿Volver a dónde? ¿Al pueblo? -  Le dedicó un gesto burlón. 

- ¡Idiota!  Sabes lo que quiero decir... - Entrelazó sus dedos con los de ella. 

-  Y sabes la respuesta... 

- Amelia, no empecemos... - Refunfuñó. 

Soltó una carcajada recibiendo a su vez un manotazo en el muslo por parte de Luisita.

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