Capitulo 13

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¿Vas a estar así todo el camino? 

Fue la pregunta que consiguió captar la atención de Amelia. Carlos había ido a buscarla una hora más tarde, como le indicó la morena, y desde entonces apenas habían hablado. Le dirigió un par de miradas y alguna que otra sonrisa, pero notó como su mente parecía viajar a otro lugar. Cuando llegó a la tienda, tuvo que llamar varias veces hasta que vio como la de rizos salía de la trastienda un poco alterada.

- ¿Te has vuelto a pelear con Luisita? - Le preguntó nada más verla. Ella simplemente asintió. 

No era el momento de dar explicaciones.

A los poco segundos, Luisita apareció con un gesto serio.

- Hola Carlos. 

- Luisita ¿qué tal? ¿Pudiste hacer todo lo que tenías pendiente?  - Se mostró amable y ajeno a todo lo que sucedía entre sus amigas.

- Algo he podido hacer... bueno, me voy a ir que se ha hecho muy tarde. - Necesitaba salir de ahí, de la mirada de Amelia y de la afabilidad de Carlos. 

El joven buscó a  Amelia, que sin mediar palabra, salió de la tienda sabiendo que él la seguiría y sin querer ver a Luisita. 

- ¿Vas a estar así todo el camino?

- ¿Así? ¿Cómo? 

- Sin hablarme.

- Estoy cansada, Carlos, llevo más de ocho horas trabajando, solo quiero llegar a casa. 

- Ya... - No dijo más, tampoco sabía qué más decir. 

La actitud de Amelia no le invitaba a ser él mismo. 

- Pensé que con Luisita ya estaba todo bien.  - Volvió a intentarlo.

- Pues pensaste mal. - Dijo tajante dando por finalizada la charla. 

- ¿Y tu padre? ¿Qué tal? 

- Como siempre.

Abrió la boca para volver a sacar un tema de conversación con la esperanza de conseguir  más de una oración por parte de Amelia, sin embargo, ella se adelantó.

- Déjalo estar, Carlos. No es el momento. 

Amelia no estaba de humor y por experiencia sabía que era mejor mantenerse en silencio y comedido antes de decir o hacer algo.

A lo pocos minutos, y marcando las diez de la noche en el reloj de la plaza, la pareja llegó a la puerta de la casa de Amelia, ésta se giró quedándose enfrente de Carlos, tenía los ojos brillantes y una expresión de desasosiego en su rostro.

- Gracias Carlos - Susurró

-  ¿Estás bien, Amelia? - Sonó sincero, demasiado sincero y eso a la joven de rizos le removió por dentro.

- Sí, claro... - Sonrió forzada queriendo ocultar sus verdaderos sentimientos.

- Te... - Dudó. - Tengo esto para ti. - Le entregó una bolsa.

Había estado con esa bolsa todo el camino y Amelia no se había fijado, su atención selectiva estaba trabajando en otro asunto. La cogió sorprendida y con una leve sonrisa. Debía admitir que aquel regalo le había hecho ilusión,  no recordaba cuando fue la última vez que le regalaron algo sin ser su cumpleaños o alguna fecha señalada, aunque estaba segura que ese último regalo había sido de Luisita, era la única que siempre pensaba en ella o al menos hasta ahora.  Carlos había empezado a pensar en ella y a tener pequeños detalles.

- ¡Ábrelo! - Insistió nervioso por su reacción.

Con una tímida sonrisa, estiró las asas de la bolsa y descubrió un paquete envuelto en papel de seda, un papel que conocía perfectamente. Lo sacó con una mano mientras con la otra le entregaba la bolsa a  Carlos. 

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