Todo sucedió a la velocidad de la luz, los escasos recuerdos se mezclaban en una amalgama de imágenes apenas reconocibles; una mirada de terror, un golpe que le hizo caer al asfalto, un par de disparos y un grito envolviéndolo todo. Casi con la misma rapidez, todo se volvió borroso y confuso, cientos de personas se agolparon a su alrededor mientras unas sirenas sonaban a lo lejos, estiró la mano con la intención de encontrarse con Amelia, en su lugar, su dedos hicieron contacto con un líquido más espeso que el agua y con un olor a cobre. Apretó los ojos e hizo un esfuerzo atroz para poder incorporarse, sintió el dolor del golpe en su espalda, se giró unos 45 grados hasta que sus ojos, aún velados por el pánico, lograron divisar un cuerpo conocido, unos rizos y un charco de sangre. Se tiró a ella con los brazos extendidos y con un gritó desgarrador al borde su boca, tanteó su cuerpo buscando el origen de aquella sangre para detenerla pero no encontraba nada. Sus ojos se empañaron y su respiración comenzó hacerse pesada y más rápida. Notaba el ir y venir de los viandantes, piernas recorrer la calles y ella, en el suelo, sujetando el cuerpo de Amelia sin saber qué hacer o qué decir.
- Luisita... - Escuchó muy lejano.
Sintió unas manos que le agarraban de las axilas, rechazó aquel contacto, agitó el cuerpo con vehemencia y se aferró a la morena.
- Luisita... se la tienen que llevar. - No fue capaz de procesar aquellas palabras, aquel verbo, el verbo llevar la hirió por dentro, provocándole una herida que creía que nunca cesaría de sangrar.
- ¿A dónde? - Logró pronunciar con un leve hilo de voz apenas perceptible.
- Al hospital, está aquí la ambulancia. - En cuanto escuchó aquella frase, dejó caer sus brazos y se separó lo suficiente para que quien fuese hiciese su trabajo.
- ¿Se pondrá bien? - Preguntó con la voz rota a un hombre uniformado que parecía medir sus constantes.
- Lo intentaremos. - No dijo más, dio un par de gritos a sus compañeros y se marcharon con Amelia desapareciendo de su campo de visión.
Lo último que recordó fueron varias manos incorporándola mientras una cálida voz le informaba que la llevarían con Amelia. Simplemente asintió con un leve movimiento de cabeza, seguía procesando cada una de las imágenes y de las emociones asociadas intentando poner un poco de orden en su cabeza.
****
No sabría decir cuánto tiempo había pasado desde que llegaron, solo que su cuerpo, por fin, reaccionaba a los estímulos. Estaba sentada en una de las sillas de la sala de espera del hospital, a su derecha Lourdes hablaba con una enfermera, parecía enfadada, mientras que a su izquierda Raquel no paraba de morderse las uñas inquieta.
- ¿Y Amelia? - Preguntó una vez que pudo tomar conciencia de todo lo sucedido.
- Con los médicos.
- ¿Qué ha pasado? ¿Está bien? - Insistió preocupada.
- Aún no nos han dicho nada, estamos esperando. - Respondió Raquel sin mirarla a la cara.
- Y a este paso nos darán las mil. - Completó Lourdes que acababa de terminar de hablar con la enfermera. - No me quieren decir nada.
- ¿Cómo que no te quieren decir nada? - Dijo Luisita confusa.
- Al no ser de la familia no pueden dar esa información.
- Pero... hemos venido con ellas, se sobreentiende que estamos con ella.
- Siguen el protocolo del hospital... - Contestó resignada.
- No lo entiendo. - No pudo evitar el temblor en su voz. - No nos van decir cómo está.
- No, solo a su familia, eso me ha dicho.
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Invisibles
أدب الهواة1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...